Monseñor García Lahiguera (I)

Historia menuda

Hijo del pueblo navarro de Fitero, donde nació el 9 de marzo de 1903, es ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1929 en el seminario de Madrid l El 11 de julio de 1964 es nombrado obispo de Huelva

18 de enero 2010 - 01:00

MONSEÑOR García Lahiguera es toda una leyenda huelvana y, a dos décadas de su muerte, la figura histórica de nuestro segundo obispo irradia un halo de bondad y simpatía: buena señal de que en nuestra ciudad contaba con el beneplácito de todos los huelvanos.

Era hijo del pueblo navarro de Fitero, donde nació el día 9 de marzo de 1903, y en sus primeros años los níveos y esparcidos caseríos y el verdor de los bosques y montes fueron los acompañantes en sus juegos de niño. Le gustaba mucho el campo y cuando estaba en él solía subirse a un árbol y desde allí se extasiaba contemplando en silencio el paisaje que se extendía a sus pies… Ora miraba al cielo, ora a la tierra, como si vislumbrase los altos designios para que había venido al mundo, como si supiese el porvenir glorioso que el porvenir le reservaba. En 1913 ingresa en el seminario de Tudela y, poco después, sus padres se trasladan a Madrid. En estos años, se deja arrebatar por la dulzura de la música, cultivándola con todo entusiasmo, hasta tal extremo que siendo seminarista obtuvo por oposición la plaza de maestro de capilla de la catedral de Sigüenza, plaza a la que tuvo que renunciar para continuar y terminar sus estudios eclesiásticos en el seminario conciliar de Madrid.

Los comienzos del joven José María en el seminario no fueron sin amargura ni padecimiento. Los jóvenes, incluso aquellos sobre quienes pesa la más dura disciplina, tienen los defectos de su edad. Son burlones, revoltosos, incluso agresivos. En el seminario, como en todas partes, hay que dar lo suyo a la juventud. Ahora bien: José María García poseía un continente no exento de distinción ni de nobleza y con su ejemplo se hizo respetar, destacando por su conducta intachable y la pureza de sus costumbres. Durante esta etapa, se mostró extraordinariamente dotado para el estudio del latín, adquiriendo en esas fechas el gusto por componer algunos versos en esta lengua.

Fue ordenado sacerdote el día 29 de mayo de 1926 en el seminario de Madrid de la Diócesis de Madrid-Alcalá y es nombrado profesor del mismo. Mientras ejerce como profesor, se prepara para doctorarse en Derecho Canónico, grado que obtuvo en la Universidad Pontificia de Toledo, obteniendo la nota máxima en junio de 1928, en cuyo año representó a la Diócesis de Madrid-Alcalá en el Congreso Nacional de Música Sacra, celebrado en Vitoria.

En el seminario madrileño fue prefecto y secretario de estudios, y más tarde director espiritual. Los años siguientes los empleó en una labor pastoral incansable: la atención espiritual de los seminaristas y sacerdotes dando por los aquí y allá españoles retiros y ejercicios espirituales a unos y otros.

Sus vehementes deseos de impartir clases hizcieron que en los primeros años de la II República se hiciese maestro, con la finalidad de abrir un colegio católico que funcionaría bajo su titularidad. El día 18 de julio de 1936 le sorprende en Madrid, siendo encarcelado.

Conseguida la libertad, en lugar de pasar desapercibido o de ocultarse, su piedad le movió a socorrer en cuanto él pudiera las necesidades espirituales y materiales de los sacerdotes perseguidos y escondidos e incluso de los seminaristas. Esta esforzada y arriesgada labor la compartió con quien fue primer obispo auxiliar de Madrid, doctor Eijo Garay. Por su abnegada labor, gracias a la cual cientos de sacerdotes pudieron recibir ayuda, la jerarquía lo nombró vicario general de la diócesis Madrid-Alcalá en la zona republicana.

Resulta curioso que en aquel mundo hostil a la religión como era el Madrid republicano, quedara patentizado el espíritu finísimo y afiligranado de este santo varón que, motivado por el clero, lo llevó a fundar la Congregación de Religiosas de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, cuya principal finalidad consiste en pedir por la santificación de los sacerdotes y aspirantes al sacerdocio. La Santa Sede concedió el Nihil obstant, para darle la categoría de Congregación religiosa, en mayo de 1951.

Recién terminada la contienda civil es nombrado director espiritual del Consejo Supremo de la Adoración Nocturna Española y de su Sección Primera, en Madrid.

Entusiasta colaborador de la Obra Mutual del Clero Español, fue designado miembro de su patronato, en representación de todo el clero.

Como delegado de la diócesis Madrid-Alcalá, asistió al Congreso Nacional de Ejercicios Espirituales que se celebró en la Ciudad Condal en 1941. "… En el sínodo diocesano de 1948 fue nombrado juez sinodal y en 1949 visitador y vicario general de religiosas de la diócesis, organizando la primera semana de la Oración y Estudios para Superiores Mayores y Menores de las Órdenes, Congregaciones, Sociedades e Institutos femeninos de Madrid…".

El 27 de mayo de 1950, el doctor García Lahiguera es nombrado obispo auxiliar de la Diócesis Madrid-Alcalá. Para él fue una gran satisfacción que el 29 de octubre del citado año lo ordenara obispo el patriarca de las Indias occidentales y obispo de Madrid-Alcalá, don Leopoldo Eijo Garay, quien ya le había ordenado sacerdote y por quien sentía una gran admiración, en un acto solemne celebrado en la Basílica de San Francisco el Grande.

El sábado, 11 de julio de 1964, S. S. el Papa Pablo VI nombraba obispo de Huelva a monseñor García Lahiguera, obispo titular de Zela y vicario general del arzobispado de Madrid-Alcalá.

La vida espiritual de provincias posee un encanto que en Madrid no tenían la menor idea, y en los primeros años de la vida es cuando mejor se gusta. En Huelva, había que ser niño y adolescente. Además, había tanta labor que realizar…

El 5 de septiembre de 1964, a Palos de la Frontera le cupo el honor de ser el primer pueblo de la diócesis que escuchó la voz de monseñor García Lahiguera, cuando en la plaza del Ayuntamiento le recibía el entonces alcalde de la citada población, Manuel Maresca, el entonces párroco Gonzalo Madrid, hermandades y pueblo palermo.

Hizo noche el prelado en el Monasterio de la Rábida, orando ante Nuestra Señora de la Rábida. Pasado varios años, solicitaría en 1967 a la Santa Sede el Patronazgo Canónico para Palos de la Frontera de la Virgen de los Milagros, concedido por la Bula Pontificia por S. S. Pablo VI nombrando a la citada Virgen Patrona Canónica del bello e histórico pueblo. Al día siguiente, muchos barcos empavesados y tocando la sirena acompañaban la embarcación donde el segundo obispo de Huelva, el gobernador civil, sr. Pérez Cubillas, y otras autoridades se trasladaban a nuestra capital, en donde se le hizo a la alta autoridad eclesiástica un recibimiento apoteósico. Durante la corta singladura marítima no cesaron de sonar los cohetes en el aire. Los sones jubilosos de la Banda Municipal de Música interpretando los himnos hicieron que el acto fuese más sentido y más grandioso si cabe. Quizás, los actos más emotivos fuesen cuando la Hermandad de la Cinta le colocó la medalla de la patrona de Huelva y cuando, tras entregarle el alcalde, sr. Molina Orta, la llave de la ciudad, don José María, con las manos extendidas, con los brazos abiertos de par en par, bendijo a todos los onubenses.

En los años que monseñor Lahiguera rigió los destinos espirituales de la Diócesis de Huelva fue un obispo bueno, un pastor muy bueno, en el que brilló su bondad humana, muy robustecida con aquella sobrenatural con que Dios lo distinguió. Un auténtico hermano, en definitiva, con todos los sacerdotes onubenses. Pero, detengámonos en los hechos más relevantes de aquel mandato:

En la sesión municipal del viernes, 3 de septiembre de 1965, el Ayuntamiento le concedía la licencia solicitada al Obispado para construir un colegio de Enseñanza Media limítrofe a la barriada de las Tres Ventana".

Coincidiendo con su primer año de toma de posesión, monseñor García Lahiguera recibió, en un acto íntimo, sin protocolo, que se celebró en el Palacio Episcopal, las insignias de la Orden de Isabel la Católica, que fueron costeadas por el Gobierno Civil, Jefatura Provincial, Diputación, Ayuntamiento, Cabildo Catedral y sacerdotes de la Diócesis.

Don José María fue orador consumadísimo, dueño del púlpito y delicado domeñador de las artes literarias. Como botón de muestra quedó la inolvidable conferencia que dio en el Cine Emperador, tras el regreso del Concilio Vaticano II.

En ese afán de conocer directamente los problemas de los más humildes, el martes 28 de junio de 1966 visitó Minas de Tharsis el Obispo, bajando al fondo de la mina Sierra Bullones, en donde departió con cada uno de los mineros, a los que estrechó la mano, y se interesó por conocer detalles de las faenas que realizaban.

Las Oblatas de Cristo Sacerdote celebraron en su Casa Generalícia, en Madrid, la concesión del Decreto de alabanza que les había concedido la Santa Sede, en un triduo que se celebró en los días 29, 30 y 31 de mayo de 1967. Tres obispos presidieron la concelebración de la Santa Misa solemne en cada uno de los días del triduo: monseñor José María García Lahiguera, obispo de Huelva y fundador de dicha Congregación, el primer día; monseñor Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid, el segundo; monseñor Antonio Riberi, en la citada fecha nuncio apostólico en España, el tercero.

Continuará)

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