Huelva

El Molino: el viejo arrabal donde brota una nueva Huelva

El Molino: el viejo arrabal donde brota una nueva Huelva

El Molino: el viejo arrabal donde brota una nueva Huelva / Clara Carrasco (Huelva)

En la techumbre que cubre el escenario de la Plaza Don Miguel Raya reposan olvidados una colección de balones de distintos tamaños. Algunos de los colores que en otra vida vibraron con la energía de la niñez ahora encanecen por castigo de un sol que Dios sabe cuanto tiempo les lleva alumbrando. Ellos también son la historia de un barrio que ha visto jugar y crecer a más generaciones de las que se pueden contar a simple vista. Siempre en esta plaza, punto de encuentro que continúa revalidando su título como centro neurálgico a pesar de los años y de los cambios, que son muchos. Poco queda de ese barrio de calles sin nombre ni asfalto que sobrevive en la memoria de sus vecinos más antiguos. Ya las calles no se inundan y ni se llenan del barro que arrastra el cabezo cada vez que llueve. Y es que ha llovido mucho. Cualquiera que atraviese el Molino de la Vega es capaz de percibir que, aunque su apariencia sea la de un vecindario joven, sus calles respiran la solera y la idiosincrasia de un barrio con historia. 

El Molino de la Vega El Molino de la Vega

El Molino de la Vega / Clara Carrasco (Huelva)

La Vega Larga y sus alrededores fueron durante años hogar de marineros y trabajadores, aún cuando apenas había donde vivir. Era considerada una zona industrial, que albergaba una fábrica de luz, una fábrica de aceite y ese famoso molino de mareas que da nombre al barrio. Recordado por los más longevos como una zona extramuros, a pesar de estar muy cercano al centro, las vías del tren que atravesaban la Avenida de Alemania lo separaban de la ciudad y lo convertían en una especie de arrabal a las afueras. Allí eran como una gran familia en la que todos se conocían, compartían carencias y se ayudaban en lo que podían.

Uno de los distritos más humildes de Huelva que poco a poco y gracias a la convivencia y el esfuerzo de sus vecinos se fue convirtiendo en una una zona privilegiada. Calló el "muro de Berlín" como algunos lo llamaban y el barrio se abrió a a la ciudad. Cada vez llegaban más personas a vivir donde antes no quería vivir nadie y la unión hizo la fuerza. Se creó la Asociación de Vecinos y comenzaron a tener más voz. El rumor se tornó estruendo y ya era imposible no oír sus exigencias.

Parroquia de Santiago Apóstol Parroquia de Santiago Apóstol

Parroquia de Santiago Apóstol / Clara Carrasco (Huelva)

Se pueden contar las décadas de una lucha que comenzó en torno a los años 80, sin embargo sería imposible contabilizar los logros. Centro de Salud, colegio, viviendas, comercios y todo tipo de instalaciones. Es así como pasó de ser un barrio sin nada a convertirse en una pequeña ciudad. De ser "un gueto" a convertirse en una zona de clase media muy revalorizada. Puede que por el camino, con los años y el desarrollo, se perdiera parte de la familiaridad más estrecha que lo caracterizó antaño. Sin embargo esa idiosincrasia se intenta mantener en la zona central, germen de un barrio que ha seguido creciendo y expandiéndose más allá de la Avenida Costa de la Luz, lindando con la Barriada de la Navidad.

Hoy en día son los negocios de toda la vida, pero también los recién llegados, los que mantienen el pulso en unas calles que transitan los hijos y los nietos de los que las fundaron. En el descansa un pedazo de historia de la Semana Santa onubense, pues la pequeña Parroquia de Santiago Apóstol vio nacer a la Hermandad de la Santa Cruz. Madre Coraje y el Comedor Social Virgen de la Cinta también son instituciones referentes en un barrio que ha hecho de la generosidad y la solidaridad otra de sus banderas.

Comercios del Molino de la Vega Comercios del Molino de la Vega

Comercios del Molino de la Vega / Clara Carrasco (Huelva)

El Molino está hecho de gente de toda la vida que nunca es capaz de irse, pero también de los que no han podido evitar volver y de los que llegan tarde y deciden quedarse. Genera un sentimiento de pertenencia entre sus vecinos que se contagia y te invita a participar, aún sin quererlo. Lo sabe cualquiera que se haya tomado una cerveza en La Canalla, o en alguno de los bares de la recientemente peatonalizada Calle Adriano. Allí las mediodías de los sábados se eternizan mientras el sol se cuela entre las hojas de los naranjos y los niños descansan de sus padres jugando en 'la Don Miguel'. Lo sabe quien ha probado las torrijas del Villar y lucha incansablemente en contra de su estacionalidad. Lo sabe quien ha desayunado churros en el Patrón después de salir del Centro de Salud y quien ha sentido el orgullo de pasar del 'cole amarillo' al 'cole verde'. Lo sabe quien lo ha visto crecer y aún hoy sigue batallando hacerlo mejor. Cuesta trabajo aparcar, sí. Pero es tan bonito ser del Molino que al que tiene esa suerte ya ni le molesta. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios