La Lotería le salvó de quedarse sin casa y en la calle en Huelva

Huelva de ayer a hoy

Una crónica de Luisa Carnés, periodista de la Generación del 27, de un matrimonio que el sorteo le salvó de la miseria

El matrimonio Joaquín Guerero y Josefa Canales en su barco junto al muelle de la Riotinto.
El matrimonio Joaquín Guerero y Josefa Canales en su barco junto al muelle de la Riotinto. / Foto Calle · Archivo Sugrañes

El sorteo de la Lotería de Navidad trae todos los años historias entrañables, en las que no solo se evoca un tiempo de compartir sino de una necesidad recaudadora que tiene el Estado, dentro de sus Loterías y Apuestas.

Los últimos años el anuncio de la Lotería de Navidad le ha quitado el puesto al ‘Vuelve a casa por Navidad’ de Nescafé o al de ‘Las muñecas de Famosas se dirigen al portal’.

Tiene hasta día de estreno en todas las cadenas de televisión a la misma hora y llegan a los espacios informativos. Es todo un acontecimiento que se ha conseguido gracias a una buena campaña publicitaria. Son historias sacadas de la vida cotidiana y recreadas en este tiempo en el que parece que somos más sensibles a lo cercano, a lo inmediato, a la familia. Lo cierto que eso lo hemos aprendido en este tiempo de la pandemia, que lo importante es lo que tenemos en casa, nuestra familia y los amigos. Aunque aquí lo revestimo de un premio metálico porque don dinero siempre ayuda, aunque todos sabemos que no es lo fundamental.

Josefa Canales con una de sus hijas en la casa donde estaba trabajando en el servicio doméstico.
Josefa Canales con una de sus hijas en la casa donde estaba trabajando en el servicio doméstico. / Foto Calle · Archivo Sugrañes

Hay historias entrañables entorno a la Lotería, una de ellas ocurrió en Huelva en el verano de 1935, cuando a un matrimonio que iba a ser desahuciado por su casero consigue un segundo premio del sorteo de la lotería. Así que de la noche a la mañana se encuentran con 3.500 pesetas cuando el esposo estaba parado y la mujer se dedicaba a las labores domésticas en un caserón y le habían dicho que tenían que dejar el habitáculo donde estaban recogidos.

Lo consiguió con un décimo de una peseta que ni ella misma tenía para pagar, pero fue una de sus compañeras del mismo servicio doméstico la que le animó. Le auguraba que le iba a tocar, que ya le pagaría aquella peseta que le empresaba. Se arriesgó y tuvo todo él éxito.

Aquella historia trajo hasta Huelva a la periodista Luisa Carnés (1905-1904). En la casa donde nació en Madrid hay una placa que la recuerda como innovadora, escritora y periodista de la Generación del 27, que la Guerra Civil la llevó al exilio en México donde llegó con lo puesto.

La periodista Luisa Carnés autora del artículo publciado en Estampa en el verano de 1935.
La periodista Luisa Carnés autora del artículo publciado en Estampa en el verano de 1935. / M. G.

Para este reportaje vino de Madrid en un tren que tardaba como se lamentaba dieciséis horas. Sacó el lado humano de aquella historia de la Lotería y ponía de relieve en su lectura lo difícil que era vivir en aquel tiempo, cuando la vida no venía bien a un marinero que una mala racha le llevó a dejar en tierra su barco.

Una historia entrañable

“Me tocó la Lotería cuando más falta me hacía”. Así respondía Joaquín Guerrero a la periodista Luisa Carnés, que nos hace un relato literario y emocionado de aquella familia a la que le había tocado la lotería.

Josefa Canales Mojica, era la esposa de Joaquín, la afortunada que había comprado el décimo premiado. ‘El casero los desahucia y la Lotería los hace propietario’, ese es el subtítulo que abría el reportaje de tres páginas con unas muy artísticas fotografías del afamado fotógrafo Diego Calle. Consiguieron casa en El Polvorín, de esas también humildes, de techos de hojalata, por donde pasaba el ganado y los toros bravos hacia el Matadero, pero los tres hijos del matrimonio tendrían un techo, donde acogía también a la familia de su hermano.

Les costó 55 duros y pudo arreglar la barca que Joaquín tenía en tierra después de una mala racha en la pesca de la caballa. Ahora se podía echar de nuevo a la mar y guardar en la Caja Postal 2.000 pesetas, para tiempos malos. La vida les sonreía de nuevo.

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