Huelva

Julio Iglesias, el truhán solidario

  • El cantante Julio Iglesias colaboró con la obra social de la Hermandad Matriz y dio un concierto a beneficio de un orfanato para 60 niños en el Congo.

Julio Iglesias pisó tierras marismeñas en 1995 para grabar su videoclip Agua Dulce, Agua Sala, incluido en su álbum La Carretera, éxito que volvió a encumbrar al artista madrileño en lo más alto de las listas de éxitos de todo el mundo.

Catorce años después de aquel desembarco nuestro artista más internacional volvía a la aldea almonteña. El matiz vino protagonizado por el hecho de que este reencuentro se produjo sobre las tablas de un escenario, concretamente las del Rocío Arena, y frente a la mirada de miles de almas que se deleitaron con su música. Unas 5.000 personas acudieron al concierto.

El precio de las entradas, que oscilaban entre los 45 y los 120 euros, no amedrentó a las miles de personas que consideraron justo el desembolso por ver y escuchar en directo a una leyenda viva de la música, interpretando temas míticos e himnos que forman parte de la historia personal de aquellos que le siguen desde que en 1969 debutase en formato de vinilo con su LP Yo canto. Fue este álbum el que recogió su primer éxito La vida sigue igual y el precursor de que un buen puñado de personas comenzasen a tenerle como un referente de la canción melódica.

Entre el público se encontraban personas que le han seguido desde aquellos inicios. Pero, independientemente del factor nostálgico, Julio volvió a demostrar por qué es uno de los artistas más internacionales, poniendo sobre las tablas del Rocío Arena gran parte de su arsenal de canciones y su sello a la hora de trasmitirlas al público. El artista, afincado en Miami, fue hilvanando temas desde los clásicos como Manuela, Me olvidé de vivir, ¡Hey! y Quijote a los de más reciente factura como La Carretera, Baila Morena o Tangos como A Media Luz.

Un crisol de estilos que contentó a sus más selectos seguidores. Rara vez un Iglesias defrauda sobre un escenario y menos aún cuando se trata del propio patriarca, quien ayer volvió a estar arropado de músicos de autentico relumbrón, genios en su gremio que mostraron su talento a la hora de extraer notas a sus instrumentos para que éstas abrazasen cada verso interpretado por el cantante y en ocasiones tarareados por el público. Y es que esa fusión y sintonía entre el respetable y el cantante es un proceso alquímico que sólo se produce cuando las letras que sobre un escenario se interpretan forman parte de toda una vida de recuerdos.

Sin duda, tras el concierto los recursos económicos que de forma denodada persigue la Hermandad Matriz para hacer realidad el orfanato de Kasai Oriental, en la República Democrática del Congo, se encuentran más cercanos. Más aún después de que, tal como informara la Matriz, Julio Iglesias "renunciara a los honorarios que le corresponderían por el concierto", un gesto del que bien podrían haber aprendido otros artistas con menos renombre internacional y que, a la postre, han demostrado menor solidaridad.

El concierto de Julio Iglesias pasará a convertirse en uno de esos eventos tatuados a fuego en la retina de sus ciudadanos por la categoría de un cartel, en la que el cantautor madrileño dio lo mejor de sí, y por la faceta solidaria del artista.

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