José Isidoro Morales: un bicentenario

tribuna de opinión

José Isidoro Morales: un bicentenario
José Isidoro Morales: un bicentenario
Manuel José De Lara Ródenas
- Profesor de la Universidad de Huelva

29 de octubre 2018 - 01:38

El 29 de octubre de 1818, a las seis de la mañana, en la casa número 13 bis de la Rue de Grammont de París, murió José Isidoro Morales. Probablemente se hallaba junto a su cama, además de algunos otros españoles en el exilio, el exministro Gonzalo O'Farrill, que era su albacea testamentario y que, a la muerte de su amigo, recogió sus papeles y documentos, preparó su funeral y compró su sepultura. Terminaba así la vida de uno de los intelectuales onubenses más relevantes de todos los tiempos.

Hoy se cumple el bicentenario de su muerte. Se llega a él después de décadas de olvido, en las que su vida y su obra no han contado con el reconocimiento pleno que sin duda merecen y en las que ni siquiera su población natal le ha concedido, salvo excepciones, la pequeña o gran existencia póstuma que supone el recuerdo. Porque Morales nació en Huelva en la calle de Ricos (así se llamaba en realidad, pese a la errónea rotulación que ahora tiene), en el lugar que actualmente ocupa la vivienda señalada con el número 14. En la casa que allí se levantaba nació José Isidoro Morales el 4 de abril de 1758.

Es reconocido en la actualidad como el padre de la libertad de prensa en España

Hace diez años, coincidiendo con el 250 aniversario de su nacimiento, la Universidad de Huelva aprobó, a propuesta de su rectorado, otorgar el nombre de José Isidoro Morales a su nuevo aulario del Campus de El Carmen. Un gran rótulo con tal denominación y una placa que resume su trayectoria junto a la puerta del edificio son los únicos elementos que le recuerdan físicamente en Huelva. Afortunadamente, el Ayuntamiento aprobó hace casi dos años rotular con su nombre una de las calles de la ciudad y dentro de algunos días se colocará un recordatorio en la fachada de la casa levantada sobre el lugar donde nació, si la propietaria lo permite, o inmediatamente delante. Creo que la construcción de una ciudad es un proceso que incluye la conformación de su memoria: patrimonio invisible que la dota de identidad y profundidad histórica y compromiso cultural que ha de ser asumido sin pereza ni indiferencia.

Porque José Isidoro Morales, un hombre que asistió de cerca a los acontecimientos que marcaron el inicio del mundo contemporáneo, constituye el punto más alto de la Ilustración onubense y posee una proyección internacional que, en las áreas de la ciencia, la educación y la política de su tiempo, le ha convertido ya en una figura singular de la que no podemos prescindir. De hecho, con ocho obras impresas y dos inéditas, Morales es reconocido en la actualidad como el padre de la libertad de prensa en España, como pionero de la matemática electoral en Europa y, entre otras cosas, como uno de los primeros defensores de la educación de las mujeres.

Morales fue director de matemáticas de los pajes del rey Carlos IV en Madrid y canónigo de la Catedral de Sevilla. Intervino en el proyecto de medición del mundo y el establecimiento del metro como patrón universal de pesos y medidas y estaba destinado a ser una de las voces más significativas del liberalismo español. Sin embargo, su adhesión al gobierno de José Bonaparte en la Guerra de la Independencia y su consideración de que el cambio de dinastía iba a ser beneficioso para la reforma del país provocaron finalmente su destierro en París, donde vivió en la pobreza y pasó los últimos seis años de su vida. Pero en España y en Francia, antes de que eso sucediera, se codeó con los mayores nombres de la ciencia y la política ilustradas y participó en cuantas aventuras intelectuales -y fueron muchas- tuvieron lugar en su época y estuvieron a su alcance. Amigo de Jovellanos y elogiado por Humboldt, entre otros, Morales fue el redactor del proyecto de ley en el que se basaron las Cortes de Cádiz para conceder por primera vez en España la libertad de imprimir sin censura. En su artículo primero, cuyo original se conserva en el archivo del Congreso de los Diputados, José Isidoro Morales escribió: "La imprenta se declara libre de toda previa licencia, revisión o aprobación de cualquier autoridad, sin excepción".

Hoy, cuando se cumplen exactamente los doscientos años de su muerte en París, sigue siendo necesario -primero en Huelva, luego en todas partes- la recuperación del recuerdo de José Isidoro Morales. En la sobria estela colocada en el cementerio del Père-Lachaise sobre el lugar donde reposan sus restos, sus amigos refugiados grabaron en latín una inscripción, probablemente redactada por Moratín, cuya traducción incluye estas palabras: "Aquí yace José Isidoro Morales, español, canónigo en la Iglesia metropolitana y patriarcal de Sevilla: de sobresaliente ingenio; quien empleó su vida en tareas útiles y continuas, cultivando con suceso las ciencias sublimes y las bellas letras, y enseñando con la mayor perfección las matemáticas. Verdaderamente sabio".

Es emocionante estar frente a la tumba de José Isidoro Morales, situada a casi dos mil kilómetros del lugar donde nació. Es una piedra gris, desgastada por los siglos, casi ilegible ya, que en esta época se alza sobre el lecho de hojas de castaño que el otoño deposita en la tierra donde yace. Hasta allí lo llevaron las convulsas circunstancias políticas de su tiempo y las amargas vicisitudes que le tocó vivir. En nuestros días, cuando aún se sigue discutiendo en el Congreso cuál es el modelo matemático más justo para decidir los resultados de las elecciones, y cuando la defensa de la libertad de prensa continúa revelándose como una lucha absolutamente necesaria, la figura de José Isidoro Morales se proyecta hacia nosotros en toda su dimensión y vigencia. En cierto modo, está en la historia de nuestra democracia.

Ojalá este bicentenario no pase desapercibido y los doscientos años que han transcurrido desde su muerte no hayan pasado en vano.

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