José Antonio Vieira hace un alegato de la vigencia de las cofradías
El pregón estuvo marcado por el clasicismo en el planteamiento, la elegancia en las formas y la belleza de su poesía Sus palabras fueron una permanente exaltación a Huelva
Le premiaron su pregón en más de veinte ocasiones con fuertes aplausos, pero donde no le dejaron continuar, con un Gran Teatro entregado a sus palabras, fue en su defensa a las hermandades, su vigencia y actualidad, y enumeró, para quienes no lo quieren entender, todas sus virtudes, "que son muchas".
Era el pregón de un cofrade, pero sobre todo del cristiano y así lo reafirmó en este pasaje de fe que se convirtió ayer su pregón. Con un recorrido justo, basado en los cánones más clásicos de ir día por día, cofradía a cofradía. Lo marcó de la máxima actualidad, embarcando a todos en el Año de la Fe y en la profesión de fe del credo, poniendo sobre el final "a la Madre de Dios, Señora de la Esperanza". Volvió a emocionarse el pregonero como lo hizo cuando habló de Ella en el Miércoles Santo.
Este es el final apoteósico de un recorrido marcado por la sencillez y la medida justa, la palabra adecuada y el canto exaltando todo lo cofrade. Deshojó las páginas de su pregón con una declaración de amor a Huelva, dirigiendo el sentir de su alma al Conquero y una mirada de complicidad de fe y devoción sincera hacia la Virgen de la Cinta, allí donde cielo y ciudad se funden. "Al principio, siempre Tu, Madre de la Cinta, divina doncella de celestiales reflejos, de donde parten las naos de los sueños".
Se puso luego en la Puerta del Cielo que es estar junto a la Inmaculada en diciembre, para ir sintiendo las vísperas de una ciudad que espera su Semana Santa.
Muchos momentos hermosos tuvo su pregón en los que deleitaron a los cofrades con la poesía que llevó a todos los rincones de la Semana Santa, con piropos marianos como los que le dedico a la Virgen de los Ángeles: "Doncella linda de San Pedro".
No dejó José Antonio Vieira que la poesía y la belleza de los recursos utilizados taparan las palabras de profunda reflexión con las que fue enhebrado. Para quien no lo entendiera dijo que "sesudos teólogos y oportunistas opinadores arremeterán contra las hermandades pero tantos siglos, avalando nuestra idiosincrasia cofrade, no pueden desagradar a Dios. Ya lo dijo alguien: ser cofrade es la forma más bonita que tiene un andaluz de ser cristiano. Nuestra forma de actuar está movida por la fe y ya lo dijo San Pablo en su carta a los Hebreos, sin fe es imposible agradar a Dios. Y después de tantos siglos de cofradías movidos sólo por la fe, Dios no puede estar disgustado".
Se le notaron sus devociones, la del Cristo de los Estudiantes, con el que dijo aprendió a rezar el padre nuestro, o el Calvario del que reconoció haberlo encontrado tarde: "Soy calvarista, así lo confieso públicamente. No soy calvarista de los de siempre, sino de los de este ahora". Tuvo poesías exquisitas para ellos, lo mismo que para la Virgen de la Esperanza, eso sería el Miércoles Santo, entre reinas.
No olvidó espacios y lugares, San Pedro entre palmeras en el alboroto de querubines cofrades. De Plaza Niña dijo que era la permanente Primavera y de Madre Ana, el lugar donde se muestra la teología popular, la fe de un pueblo fundamentada en la salvación y a los pies de Señor de Pasión, que vive en el barrio más señero de Huelva. Las raíces más choqueras no las dejó a un lado y habló de cuando a la Virgen de la Estrella se le rezaba en su arco en la Calzada.
Rubricó el sentimiento mariano en el Miércoles Santo, al que llamó "El día de la Virgen". No le faltó emoción para cantarle a la Virgen de la Victoria y tuvo palabras especialmente hermosas con las que encontró la recompensa de aplausos agradecidos. Pero fue mucho más, con la emoción en los ojos, cuando habló de Ella, de la Esperanza, de la Virgen suya, la que después de los años dijo ni a soñar que pudiera pasearla otra vez por Huelva, ahora no bajo las trabajaderas, sino con la poesía rebozante de exquisitez.
Su pregón tuvo de nuevo un toque de esencias profundas, de fe que no debían desdibujarse por los muchos piropos y situaciones donde se exalta lo cofrade. El pregonero se adentró en el Triduo Pascual, describió con sus palabras toda su importancia a la vez que iba describiendo cada paso, cada mecía.
"Huelva aprendió a rezar diciendo tu nombre, Nazareno". Así, con toda la fuerza de su devoción se adentró en otra de sus hermandades para proclamar las grandezas del Señor de Huelva, desde que se marcan las cuatro de la madrugada y la conciencia colectiva se mueve entorno a Él. Vieira dijo que la Madrugada es un estado de ánimo, en el que están la Huelva del ayer y la nueva, y en medio, el Nazareno. Para no dejar dudas proclamó que "Huelva no tiene Madrugá, tiene al Nazareno". Con nuevos aplausos su pregón caminaba a un final con mucha fuerza, recorriendo otras devociones entrañables como la de la Soledad para llegar a un Cristo Resucitado en Verdeluz. Ahí, en ese momento reafirmó que "el Señor de los cofrades es un Dios vivo". "Confundido están los que piensen que los cofrades somos cristianos de una semana, yerran los que piensen que los cofrades sólo somos cristianos de una semana". Sus palabras, como en ningún momento del pregón tuvieron una respuesta tan aclamada, reafirmando lo que decía y afirmó que "los cofrades somos cristianos involucrados con el momento que nos toca vivir, comprometidos con la Iglesia, con la sociedad y con los hermanos".
Ofreció originalidad a su final, de nuevo la protestación de fe, el credo en el Año de la Fe, en la presencia de la Virgen de la Cinta, en su Hijo, Señor Nazareno. Rezó la salve a la Virgen del Rocío con el Espíritu Santo y en la Resurrección para cantarle a la Esperanza.
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