Inteligencia emocional para la RSC
El autoconocimiento, la autorregulación, la empatía y las habilidades sociales son imprescindibles para las empresas que busquen ser efectivas y responsables en esta sociedad
Escribo este artículo desde un precioso enclave turístico de Béjar, en Salamanca. He venido aquí a terminar el máster en Inteligencia Emocional con el que me propuse seguir avanzando en mi formación. Y si mi propósito profesional es impulsar el equilibrio social a través de las empresas, ustedes dirán: ¿qué tiene que ver en eso la inteligencia emocional? Pues absolutamente todo. Las empresas y las instituciones que se ejercitan en las habilidades fundamentales de la Inteligencia Emocional son más eficaces, más coherentes y estables, tienen equipos más comprometidos, mejor reputación y objetivos más claros.
Empresas y personas emocionalmente inteligentes
Más allá de la obviedad de que una empresa está hecha de personas, y es como son sus personas, es interesante que recordemos juntos qué es la Inteligencia Emocional.
Ya hemos compartido en alguna otra ocasión el profundo significado de la palabra inteligencia, especialmente desde su etimología. Inteligencia proviene de intelligentia, que es una derivación de inteligere, a su vez una palabra compuesta por otras dos, intus y legere: leer en el interior.
La inteligencia es por tanto saber leer en el interior de uno mismo y de las demás personas, algo que nos reconcilia con nuestra esencia más básica, la emoción. Y la emoción, también desde su etimología (e-motion) es la que viene a ponernos en marcha. Por eso las personas que saben lo que sienten y por qué lo sienten, son capaces de identificar e interpretar las emociones en los demás, y además hacen algo con todo eso, son personas emocionalmente inteligentes. Todo empieza en el autoconocimiento, en el nivel de conciencia.
A las empresas les pasa lo mismo. Las emocionalmente inteligentes saben lo que ocurre en su interior, se paran a reconocerlo, lo aceptan y lo usan para mejorar. A mayores, sus relaciones con las demás empresas y con el propio mercado se basa en la ética, la transparencia, la colaboración y la competencia que genera crecimiento a todas las partes.
Pasa que las personas emocionalmente inteligentes construyen empresas emocionalmente inteligentes y viceversa. Y todo empieza en el autoconocimiento.
La clave es saber observar y actuar
Cuando las personas tienen un alto grado de autoconocimiento, reconocen las emociones que tienen y saben interpretarlas para hacer algo productivo con ellas. Eso está muy relacionado con saber qué queremos, cuáles son nuestras prioridades y cuál es nuestro para qué en la vida.
En las empresas, esto se relaciona directamente con lo que siente la organización como colectivo, o sea, el clima laboral. Es inevitable que ese clima esté influido por lo claro que tenga o no la compañía su propósito empresarial, esto es: su Misión, su Visión y sus Valores. Así que cuanto más claros y compartidos por los trabajadores estén, mejor será el clima laboral y la motivación de la plantilla.
Por otro lado, las personas con un alto grado de autoconocimiento son precisas en la expresión de las emociones y la asertividad les es más fácil porque se respetan y respetan a los demás. Esto ayuda a expresar claramente lo que sentimos y a que los demás nos entiendan y por tanto nos convertimos en personas efectivas en las relaciones personales que generan confianza porque dan seguridad.
Y en las empresas funciona igual. Comunicar claramente lo que se hace y lo que se quiere hacer, hacia dentro y hacia fuera, ofrece la imprescindible seguridad que genera la valiosa confianza de los públicos de interés principales, mejora las relaciones y la reputación.
Además, las personas con alto grado de autoconocimiento se dan cuenta de la relación que hay entre sus sentimientos, sus pensamientos, sus palabras y sus acciones. Esto nos permite darnos cuenta de cuándo somos coherentes y cuándo no, y decidir en consecuencia qué hacer.
En empresas, la coherencia, la estabilidad en los planes de empresa, los objetivos claros, son un preciado activo que influye directamente en la estabilidad del negocio empresarial, en la productividad de los equipos, en la fidelidad de los clientes, de los proveedores, de todos.
Así que ya podemos extraer algunas de las características más importantes de una empresa emocionalmente inteligente: tienen claro su propósito de empresa; se comunican de forma transparente hacia dentro y hacia fuera; son coherentes y cuidan una sólida vinculación social. Eso es Responsabilidad Social Corporativa.
Una definición de Inteligencia Emocional con sentido
Dice Daniel Goleman que la Inteligencia Emocional es la "capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones para dirigir nuestras conductas a objetivos deseados, lograrlos y compartirlos con los demás".
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