Industrialización: ¿Deseo o necesidad?

opinión | huelva ante el reto industrial

El presidente de los empresarios reclama apoyo político al sector industrial Reivindica una apuesta por la minería y las empresas existentes e impulso a los centros tecnológicos y el CEUS

10 de enero 2016 - 01:00

NO se sale de la crisis sólo con sacrificios, hay que reindustrializar". Esta frase del vicepresidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, quien fuera también presidente de la Comisión de Industria de la Unión Europea, fue un gran titular en su momento en numerosos medios de información y muchos países fueron capaces de reaccionar a tiempo ante esa llamada de atención dada por el gobernante europeo, que supo sintetizar en pocas palabras el valor de la industria para cualquier territorio.

La FOE ha sido siempre consciente de esta necesidad hasta tal punto que los pronunciamientos reiterativos de nuestros órganos de gobierno vienen a coincidir con las indicaciones que dan voces autorizadas desde distintos organismos e instituciones, que mantienen que el valor de la industria debe ser entorno al 20% del PIB para garantizar una correlación idónea entre industrializa y empleo. Esta cifra, superada por los países del norte de Europa que han entendido desde hace tiempo lo que aún nosotros no hemos asimilado, se convierte en un objetivo primordial que ayudará a buen seguro para evitar el alto grado de las situaciones económicas y sociales padecidas en los últimos años.

Todo ello, desde el convencimiento de que las sociedades más prósperas son aquellas que cuentan con un sector industrial dinámico y presto a adaptarse a los avances que la investigación les propicie y que sean necesarios para alcanzar un mayor ratio de desarrollo. A la vista de todos queda que las naciones más ricas del mundo son aquellas que poseen los sectores industriales más potentes, permitiéndoles sortear con más garantía y fortaleza las crisis coyunturales que pueden azotar dichas economías.

La política industrial de la UE está específicamente encaminada a cuatro objetivos básicos con los que tenemos que implicarnos: acelerar la adaptación de la industria a los cambios estructurales; fomentar un entorno favorable a la iniciativa y al desarrollo de las empresas en el conjunto de la Unión y, en particular, de las pequeñas y medianas empresas; promover un entorno favorable a la cooperación entre empresas y favorecer un mejor aprovechamiento del potencial industrial de las políticas de innovación, de investigación y de desarrollo tecnológico.

Durante muchos años, la investigación europea fue principalmente cultural, mientras que los países asiáticos más relevantes en este sentido aprovecharon dicha innovación para sus industrias. Europa no ha hecho nada en favor de su uso en la industria y esto nos obliga a cambiarlo, de ahí la estrategia antes aludida.

El objetivo es responder a los retos actuales a los que se enfrenta el sector industrial europeo, fomentando su recuperación y garantizando la sostenibilidad y la competitividad del mismo. A este respecto, también hay que trabajar en prioridades como fomentar la inversión en nuevas tecnologías y promover el uso de fuentes energéticas eficientes; facilitar el acceso al mercado único de bienes y al mercado internacional; favorecer la financiación de las empresas, sobre todo de las pymes; y aumentar la inversión en capital humano.

En cualquier caso, se trata de una actitud responsable, siempre y cuando esa política industrial europea se traduzca, con carácter efectivo y eficiente, en una mejora de las condiciones y del entorno en el que se desarrolla la actividad industrial, de forma que la recuperación del sector industrial se plantea como uno de los pilares necesarios para el crecimiento económico y la generación de empleo en nuestro ámbito más próximo.

Sin embargo, España choca con dos frentes recurrentemente: por un lado, la visión de nuestras autoridades de que hay que basar la economía en el sector servicios y, por otro, la falta de desarrollo de las sucesivas políticas industriales que han venido diseñándose.

Una marco que debe contemplar la articulación de medidas que lleven a un espacio regulador más eficiente, flexible, simple y claro que contribuya a mejorar la competitividad y la seguridad jurídica.

A escala europea, las empresas del sector han sido sometidas a una ingente carga reguladora que ha limitado frecuentemente su capacidad de competir -desde 1990 las empresas del sector industrial deben asumir una nueva normativa ¡¡¡cada cuatro días!!!- algo que en el caso de España se agrava por la multiplicidad legislativa originada por nuestra organización administrativa, lo cual genera una importante distorsión del mercado.

Puede parecer una obviedad afirmar que la innovación empresarial juega un papel fundamental como elemento impulsor de la competitividad, pero toma más importancia cuando jugamos en un mercado globalizado al que concurren múltiples participantes, debiendo tener presente que este factor es fundamental y que debe impulsarse tanto desde la actividad de las propias empresas como de las políticas públicas que deben estar orientadas a fomentarlo.

Para ello, hay que recurrir a la transferencia tecnológica y promover clústers de innovación multisectorial, basados en las acciones conjuntas de las empresas tendentes a la introducción de nuevos productos y servicios.

Desde la propia Comisión Europea se viene invitando a España a hacer uso de los fondos estructurales que aún no se ha utilizado. "Existen todavía recursos porque España no los ha malgastado, pero es necesario utilizarlos ahora con más inteligencia, destinarlos a sectores estratégicos", afirman desde la UE.

A la espera de que lo que ocurra a nivel nacional, los empresarios de Huelva no queremos perder más tiempo en la responsabilidad que junto al resto de agentes sociales de nuestra provincia -los sindicatos UGT y CCOO- nos corresponde y hemos trabajado conjuntamente en una propuesta tendente a conseguir el desarrollo industrial de Huelva, con la seguridad de que ayudará a recomponer nuestra economía. Una economía malherida como consecuencia de la pérdida de tejido industrial, materializada en el cierre de industrias emblemáticas y motivado por muy diversas circunstancias, a lo que se viene a sumar el irrelevante número de empresas con marcado carácter industrial que se han asentado en Huelva, exceptuando el resurgir de la actividad minera y, en menor medida, la agraria.

Para ello, resulta prioritario desarrollar estrategias inteligentes, como las nacidas en el acuerdo antes aludido, con el fin de conseguir un escenario que, lejos del dogmatismo que unos quieren implantar, sea capaz de apoyar a un sector imprescindible de nuestra economía: la industria, en todas sus variantes y a lo largo y ancho de nuestra provincia, facilitando un proceso de diversificación al que están llamadas a integrarse las empresas auxiliares como actividad complementaria.

Aunque la voluntad pueda ser mucha, poco podemos hacer empresarios y sindicatos para crear la necesaria conciencia social que fomente de las actividades industriales en la provincia de Huelva si no contamos con un posicionamiento político claro y definitivo que impulse con eficacia actuaciones concretas que garanticen la continuidad de las existentes y los posibles nuevos establecimientos.

Estas medidas deben compatibilizar el mantenimiento y fomento de la industria agroalimentaria, tradicional y manufacturera de la provincia con la creación de industrias ligadas a la producción primaria local, que produzcan productos de nueva generación; la consolidación y diversificación de la actividad del sector de la industria química, básica y energética, así como el fomento de inversiones para la integración vertical de las actividades del sector; además de propiciar la creación y asentamiento de industria de base tecnológica, optimizando y dotando a los Parques Científicos y Centros Tecnológicos, sitos en nuestra provincia, de los instrumentos económicos, financieros y técnicos necesarios para el cumplimiento de los fines para los que fueron creados.

El auge del sector minero es un filón muy destacable, a cuyo amparo debe nacer también un plan específico de industrialización y diversificación económica, que permitirá reforzar el tejido de las pymes industriales y auxiliares a dicha actividad.

Es evidente que la Universidad tendrá mucho que decir a todo este respecto, ya que de ella dependerá la focalización de esfuerzos para ofrecer titulaciones universitarias atractivas a la demanda de la actividad industrial que se desarrolle, como asimismo la Formación Profesional está llamada a diseñar sus estudios con la vista puesta en esas mismas necesidades.

Un gran pacto que tiene que responder de forma inmediata, sin mayor dilación, a una gran inversión que está en juego: el proyecto CEUS, que podría traer consigo de su mano el asentamiento del sector de la industria aeronáutica, cerrando Huelva el triángulo Sevilla-Cádiz, donde actualmente se está desarrollando grandes proyectos de compañías líderes a nivel mundial.

Es esencial lograr que se articule esa política industrial efectiva que hemos reclamado a nivel local, provincial y regional, en la que se impulse la mejora de todos los factores de competitividad del sector y activar una hoja de ruta para generar inversiones productivas. No se trata de otorgar subvenciones, sino poder competir en las mismas condiciones, de forma que el sector se acomode definitivamente entre nosotros y propicie una cultura industrial de la que nos sintamos todos orgullosos.

De igual manera, hay que resaltar la vital importancia que supone la carencia de infraestructuras e inversiones públicas en nuestra provincia, lo cual resulta ser un lastre al desarrollo de la actividad empresarial. Necesitamos las interconexiones rápidas y modernas que el inversor valora especialmente hoy más que nunca, por lo que puede favorecer a la penetración de sus bienes y servicios en mercados exteriores.

En la FOE y en sus asociaciones empresariales integradas, somos plenamente conscientes que solo a través de la unidad de acción, por medio de la necesaria implantación de la conciencia de grupo, con la voluntad de compartir y acordar estrategias comunes, seremos capaces de garantizar un futuro sostenible -en el más amplio sentido de este concepto-, si generamos cada día mejores productos y tecnologías, que aporten riqueza y empleo a la sociedad que apueste hoy por nuestra industria del mañana.

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