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Ignacio Palacios, capitán en tierra para la gente de la mar de Huelva

  • El ex delegado episcopal del Apostolado del Mar recibe este sábado, un año después de su fallecimiento, un homenaje convertido en despedida de la que consideró su tierra adoptiva

  • Director del Stella Maris y fundador de la Escuela Náutico-Pesquera, alentó las reivindicaciones laborales y sociales de los marineros onubenses mientras ejerció como sacerdote en la provincia

Ignacio Palacios Esteban (1938-2020), en una imagen de los últimos años, junto a una estatua a los marineros.

Ignacio Palacios Esteban (1938-2020), en una imagen de los últimos años, junto a una estatua a los marineros. / Familia Palacios

Pocos hombres han hecho tanto por los marineros de Huelva como Ignacio Palacios Esteban en su puesto de delegado episcopal para el Apostolado del Mar en la diócesis onubense, a la que pidió unirse desde que se ordenara sacerdote en Santander. Eran los primeros años 60 y desde entonces dirigió el centro de acogida Stella Maris, fundó la Escuela Náutico-Pesquera, creó las primeras escuelas infantiles para las familias de pescadores y estuvo siempre al lado de ellos en toda la provincia, con sus reivindicaciones, atendiendo sus necesidades, promoviendo y alentándoles en la protección de sus derechos. También tras secularizarse, cuando pasó a trabajar en la Administración andaluza dedicado al sector pesquero hasta su jubilación en 2005. El año pasado falleció Ignacio, en octubre, y ahora, este sábado, se le despide en Huelva, pequeño homenaje para que no quede en el olvido su trabajo y su legado.

Una embarcación partirá a las 12:00 del Muelle de Levante con excompañeros, amigos y familiares a bordo, en dirección a la barra y a Punta Umbría. En aguas de marismas, en esa travesía a las puertas del Atlántico, se recordará su entrega por “las gentes de la mar”, como a él gustaba decir. Intervendrán los dos únicos compañeros de la época que sobreviven, José López Boza y Francisco Cruz Beltrán, y se proyectará un vídeo que el propio Ignacio, consciente de su final, grabó como despedida de su gente y de Huelva, a la que quedó unida para siempre.

Ignacio Palacios era burgalés de cuna, nacido el 1 de abril de 1938, cuarto de ocho hermanos. Con 5 años se trasladó la familia a Santander y al cabo de los años ingresó en el Seminario Menor de Comillas, con los jesuitas, por voluntad propia, como él después contaría. Estudió Humanidades, y Filosofía y Teología en la contigua Pontificia. Y un tiempo después, en Sevilla, añadió una tercera licenciatura, en Filosofía y Letras.

Su primer acercamiento a los trabajadores del mar, en Cantabria, fue con sólo 19 años, cuando con un grupo de compañeros quiso abordar sus problemas. En los últimos años de carrera sacerdotal, en el puerto de Comillas, hizo amistad con algunos pescadores. Uno de ellos le marcó, tras asistirle en su lecho de muerte, entre el recuerdo y el orgullo de la vida pasada en el mar y sus frustraciones y desencantos. “Me impactó para siempre”, confesaba hace cuatro años, comprobando ya lo que él mismo refería de Joseph Conrad: “No hay nada más seductor y esclavizante que la vida humana en el mar”. Lo tuvo presente y a ello se dedicó.

Cuando se ordenó sacerdote en 1962, Ignacio Palacios pidió al obispo Pedro Cantero Cuadrado ir a Huelva para dedicarse a la gente del mar. Fue nombrado enseguida delegado episcopal del Apostolado del Mar. Ésta es, como él mismo explicaba, una organización de la Iglesia creada para la atención a los marinos que, tras largas estancias navegando, recalan en puertos de todo el mundo, donde son acogidos en los centros Stella Maris. “En ellos se practica el mensaje evangélico de la hospitalidad con los que viven lejos de sus hogares”, decía.

Imagen de una de las movilizaciones de marineros de Huelva apoyadas por Ignacio Palacios. Imagen de una de las movilizaciones de marineros de Huelva apoyadas por Ignacio Palacios.

Imagen de una de las movilizaciones de marineros de Huelva apoyadas por Ignacio Palacios. / Familia Palacios

En esos años sesenta, al amparo de los movimientos de renovación tras el Concilio Vaticano II, se abría “una ruta más comprometida con la dura problemática del mundo del mar”. Cuenta que hubo dos estrategias pastorales enfrentadas: una más volcada en tareas benéfico-asistenciales, y otra que apostaba por la dignificación de las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores, con gran implantación en España. Huelva fue “paradigma de conciliación entre ambas estrategias”.

Refugio en la clandestinidad

Su Stella Maris fue punto de encuentro también para pescadores de toda la provincia y sus aspiraciones. Y dio cobijo a militantes de sindicatos y partidos políticos en la clandestinidad, en su lucha por la democracia. Dio pie, además, a que en 1967 se creara la Escuela Náutico-Pesquera de Formación Profesional, con el objeto de dotar a la flota onubense de profesionales más cualificados y mejor preparados en materia de seguridad, en un tiempo en el que Huelva tenía el índice más elevado de España en siniestros y mortalidad en el mar.

Ignacio Palacios contaba de esos años: “Hablé poco pero escuché, observé y aprendí mucho”, y los marineros fueron “mis principales maestros”. Le dio para conocer en profundidad el sector en la provincia, con sus continuas visitas a los puertos, a los muelles y cubiertas, a las lonjas, a las oficinas de los prácticos... embarcando en pesqueros y mercantes hasta Senegal.

Ignacio Palacios, en el centro, en una imagen de su época como sacerdote en Huelva. Ignacio Palacios, en el centro, en una imagen de su época como sacerdote en Huelva.

Ignacio Palacios, en el centro, en una imagen de su época como sacerdote en Huelva. / Familia Palacios

Pero también vivió la parte más dura, recogiendo los cuerpos de los marineros muertos que aparecían en las costas del Golfo de Cádiz y el Algarve, informando a las familias de su fallecimiento, acompañándoles en los funerales... Pasó por aquello todo el equipo del Apostolado del Mar, que completaban José López Boza, Urbano Velaz Arrizabaleta, Carlos Acitores Balbás, Joaquín Brito, Fernando Mota y Francisco Cruz Beltrán, recordaba Palacios.

En la Transición: un testigo de la revuelta de los pescadores de Huelva es el artículo de Ignacio Palacios publicado en 2017 en la Revista Internacional de Pensamiento Político. En él cuenta, sobre todo, ese periodo entre 1970 y 1982 en el que floreció el asociacionismo entre pescadores y marinos onubenses, con el empuje proporcionado desde el Apostolado del Mar de Huelva ante el desencanto de los trabajadores con el Sindicato Vertical y las cofradías de pescadores, y una creciente conflictividad laboral.

Encierros y manifestaciones en Huelva

Uno de los episodios más importantes vino de la negociación del segundo convenio colectivo de la flota congeladora industrial, con el encierro de más de 80 marineros en la Iglesia del Rocío en Huelva el 8 de abril de 1973, y la huelga de las tripulaciones de diez barcos en el puerto de Dakar. A aquellos marineros trataron de procesarles por sedición pero el embajador de España en Senegal se negó a repatriarles por entender que ejercían sus derechos laborales.

También el 8 de abril, en 1976, una improvisada manifestación, “espontánea y pacífica”, en Isla Cristina, acabó con una dura represión policial y la detención de seis personas, entre ellos el propio Ignacio Palacios.

Ignacio Palacios, con el entonces obispo de Huelva José María García Lahiguera, a bordo de una embarcación con su tripulación. Ignacio Palacios, con el entonces obispo de Huelva José María García Lahiguera, a bordo de una embarcación con su tripulación.

Ignacio Palacios, con el entonces obispo de Huelva José María García Lahiguera, a bordo de una embarcación con su tripulación. / Familia Palacios

Ayamonte vivió su mayor manifestación en octubre de 1978, tras una larga parada de la flota, y en marzo de 1979 se abrió expediente por sedición a 56 marineros en Huelva. Más movilizaciones a lo largo de los años, con Ignacio Palacios en primera fila, haciéndose eco la revista El Camarón, que editaba mensualmente el Apostolado del Mar, siempre al lado de los trabajadores.

Posteriormente, “yo, como otros compañeros, no encontraba anclaje en la nueva deriva”. “Por una parte soltábamos amarras, dejando la mar libre para que los ciudadanos hicieran la ruta de la democracia, y por otra, nos alejábamos de una Iglesia que cambiaba de rumbo”. Era el año 1983. Ignacio Palacios lo tenía claro: “Terminaba así la etapa de Huelva que me ha dado los mejores años de mi vida”. 

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