La Huelva más marinera
Las antiguas vías del tren, la industria y la pesca marcaron el desarrollo de un barrio ganado a las marismas Ahora mantiene actividad y se revela como zona ideal para vivir en la capital
Pegado a la antigua Vega Larga, zona con solera en la ciudad, se erige el Molino de la Vega. No hay otro barrio que haya vivido tan vinculado al mar en la capital. A la tradición pesquera y a las aguas de la ría del Odiel y sus marismas. Hubo un tiempo en el que las calles de hoy eran marismas a las que llegaban pequeñas embarcaciones con las capturas del día. En el primer tercio del siglo pasado era la actividad que daba de comer a la mayoría de su vecindario, casi el 90%, hasta que las industrias fueron ganando terreno y proporcionaron más actividad.
Un molino de mareas cerca de la actual avenida Costa de la Luz dio nombre al barrio. Hoy se lamentan sus vecinos de que no se hiciera nada por conservarlo. De que tantos vestigios del pasado hayan desaparecido con el paso de los años. No se cierran al progreso, que, de entrada, acabó con su aislamiento, más allá de las antiguas vías del tren. Pero apenas los recuerdos quedan ya de esa época en la que el Molino de la Vega era una de las zonas más dinámicas de la capital.
Las antiguas naves pesqueras y de efectos navales tuvieron su réplica en talleres de automoción y maquinaria industrial en los que trabajaban decenas de personas.
Antes había empezado a configurarse el barrio, más allá del actual Paseo de las Palmeras, con la llamada Primera Calle, ahora Santiago Apóstol, creciendo hacia el norte con Macías Belmonte, Trigueros y Fuenteheridos, calles Segunda, Tercera y Cuarta. Vinieron las construcciones de empresas como Fertiberia y Río Tinto para sus trabajadores. El vecindario crecía y la actividad iba a más, empezando a llegar el comercio y la hostelería.
Aún entonces, el barrio distaba mucho de lo que es hoy. El problema principal llegaba del mar, con las constantes inundaciones que ponían en estado de alerta al vecindario. "Teníamos que salir de casa con botas de agua puestas porque las calles parecían canales", recuerdan los veteranos del lugar. Todo cambió, aseguran, cuando se realizaron las canalizaciones subterráneas, acabando con el agua y el fango procedente de las marismas que deterioraban la imagen del barrio.
El otro punto de inflexión para el barrio fue la desaparición de las vías del tren que antes discurrían por la Avenida de las Palmeras hasta la antigua estación de Zafra. El Molino de la Vega quedaba aislado del resto de la ciudad y sólo tenía tres pasos a nivel para salvarlas.
"Había un muro que nos separaba de la ciudad y convertía el barrio en un gueto. Cada vez que el tren hacía maniobras de carga y descarga, todo se paralizaba y nadie podía entrar o salir", cuenta María Teresa Paús, presidenta de la Asociación de Vecinos Nuevo Molino y propietaria de una farmacia en el paseo, uno de los establecimientos más antiguos del barrio.
"Estábamos aislados y se notaba mucho rechazo al barrio. En Huelva se hablaba de forma despectiva del Molino y era por las condiciones con las que vivíamos", apunta otro vecino.
En los últimos 30 años, la historia ha sido diferente. Llegaron las dotaciones poco a poco; muchas de ellas por las reivindicaciones vecinales. De hecho, el barrio cuenta con una de las asociaciones más antiguas de la ciudad, pionera en la lucha social desde la clandestinidad. Mª Teresa Paús recuerda cómo se reunían en los primeros años 70 al margen de la ley para determinar las necesidades de la zona, hasta que en 1975 lograron constituirse como asociación de vecinos.
Por aquellas primeras reivindicaciones se consiguió acabar con las inundaciones o la prostitución callejera que lastraban la imagen y el desarrollo del barrio. Y comenzó a dinamizarse la vida interior a pesar del inicio del declive de los negocios industriales.
La mayoría de las industrias que se conservan hoy día se limitan al Polígono Pesquero Norte y a Astilleros. Pero hay dos centros comerciales, símbolos de un equipamiento renovado.
Los vecinos se felicitan por el desarrollo del Molino. Es gente "humilde, sencilla y muy trabajadora, que siempre ha sabido salir adelante y adaptarse". Ahora, aseguran, "es una de las mejores zonas para vivir en Huelva". A su favor, las dotaciones propias del barrio y sus alrededores, y la cercanía del centro de la ciudad.
"Faltan cosas por hacer", reconoce su representante vecinal, "pero en estos tiempos de crisis no se puede exigir demasiado".
Sí piden que no se descuide la imagen del barrio, en el que ahora preocupa más la limpieza. Reclaman más arreglos al poder municipal. Y también más civismo a los vecinos. Porque ser del Molino de la Vega se debe notar.
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