Desde Huelva con todo amor

La niña de La Palma del Condado Ana María Rodríguez fue recibida con aplausos y tomó su primera comunión en una jornada especial para las hermanas de la Cruz

La niña Ana María Rodríguez, junto a las hermanas de la Cruz, en el cesped del Estadio de la Cartuja.
La niña Ana María Rodríguez, junto a las hermanas de la Cruz, en el cesped del Estadio de la Cartuja.
Eduardo J. Sugrañes / Sevilla

19 de septiembre 2010 - 01:00

Huelva se unió ayer en Sevilla a la beatificación de Madre María de la Purísima de la Cruz, a la que tantos y en tan diversas ocasiones vieron en sus conventos y sus calles. Una santa de hoy para el mundo de hoy. Allí estaban muchos de los que la conocieron y junto a ellos vibraron miles de personas.

La mañana empezó pronto para los que desde numerosas localidades marchaban al encuentro de Madre María de la Purísima, y con ello pronto también comenzó el gozo. Muy temprano pero no para las hermanas de la Cruz, que cada jornada del año cuando el día aún no ha abierto ya han puesto en marcha el latir de la ciudad. Atentas a los distintos grupos en los diferentes autocares, exclamaban "¡vamos a vivir un día muy bonito!", con una alegría en su rostro que delataba la satisfacción de compartir con todos estos momentos.

A la llegada, en los alrededores del estadio-catedral, desde los numerosos autocares ya de todos los sitios las hermanas de la Cruz, sangre viva de Dios por las calles, iban diseminadas entre tantos grupos. Niños, jóvenes, mayores, personas a las que atienden con su generosidad, todos dispuestos en la mejor compañía, con pañoletas azul-celeste como el cielo de Huelva en las que iba impresa la imagen de la nueva beata.

Un estadio-catedral donde los cantos y rezos tenían una melodía especial. Desde el voladizo, casi en el cielo de Sevilla, seguro que la gente de Huelva compartía la misma mirada que desde el cielo tenía en esta mañana Madre María de la Purísima.

Muchas cosas unían a toda Huelva con este acto, aunque especialmente por la niña de La Palma del Condado Ana María Rodríguez Casado, sobre la que obró el milagro Madre María de la Purísima. Se acercó hasta el altar con sus padres en las ofrendas y recibió el aplauso de todos, lo mismo que al tomar la primera comunión.

Un día gozoso y tras la fiesta, el retorno a la sencillez de las casas de las hermanas de la Cruz que quedaron vacías por unas horas. Volvieron a traspasar sus puertas para continuar abriéndolas a los pobres. Porque en estas casas siempre anida el amor.

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