Harold Pinter y el cine
En una fecha tan señalada como el día de Nochebuena fallecía en Londres el prestigioso dramaturgo, Premio Nóbel de Literatura en 2005, Harold Pinter. En estos días, y concretamente al siguiente de su muerte, el día de Navidad, muchos periódicos nos ilustraban con largas crónicas sobre la obra teatral del escritor británico, que cultivó con éxito todos los géneros literarios. Sin embargo no se ha insistido demasiado en su actividad como guionista cinematográfico, una faceta a la que dedicó buena parte de su trabajo, con excepcionales resultados y con una aportación al Séptimo Arte que debe brillar a la altura de su fama como autor de obras teatrales. Es por ello que hoy, con la brevedad que nos impone este espacio, pretendo destacar sus guiones más notables y celebrados.
Más de que veinte guiones, cuatro de ellos basados en obras propias, escribió Harold Pinter para la gran pantalla, demostrando, tanto en la obra original, como en la adaptación, una magnífica intuición cinematográfica. Se ha distinguido siempre y es justo reconocerlo así, su gran colaboración con el director Joseph Losey, considerado el más europeo de los realizadores norteamericanos, exiliado en Europa, víctima de la caza de brujas desatada en Estados Unidos por el nefasto senador McCarthy, que inició en 1963, con la película El sirviente, adaptación de la novela de Robin Maugham; siguió con Accidente (1967), adaptación de la novela de Nicholas Mosley y con El mensajero (1971), sobre guión propio, un magnífico drama romántico protagonizado por Julie Christie y Alan Bates. Para mí uno de sus mejores guiones.
Pero en este tiempo también había escrito El guardián, basado en su obra teatral, dirigida por Clive Donner en 1964; coincidiendo con la dorada época del teatro británico protagonizada por los llamados angry young men, los rebeldes jóvenes renovadores de la escena inglesa, que continuaron en el cine los artífices del free cinema. Así surgen Birthday party (1968), de William Friedkin; The homecoming (1973), de Peter Hall y ya con el cine norteamericano El último magnate (1976), de Elia Kazan, basada en la novela de Scott Fitzgerald, considerado portavoz de la lost generation, la denominada generación perdida que dio una serie de importantes autores estadounidenses galardonados con el Premio Nóbel. Pero uno de los títulos que consagró su fama como guionista fue la película La mujer del teniente francés (1981), de Karel Reisz, nominada el Oscar al mejor guión adaptado, con las espléndidas interpretaciones de Meryl Streep y Jeremy Irons y la estupenda fotografía de Freddie Francis; sin olvidar Betrayed o El riesgo de la traición (1983), de David Jones, a partir de su propia obra teatral y El cuento de la doncella (1990), de Volker Schlöndorff, adaptación de la novela futurista y distópica de Margaret Atwood.
En los últimos tiempos la adaptación más destacada de Harold Pinter ha sido la nueva versión de La huella (2007), del actor y director británico Kenneth Branagh, protagonizada por Jude Law y Michael Caine, remake de la realizada en 1972 por Joseph Leo Mankiewicz, con el propio Caine, mucho más joven, y Lawrence Olivier como protagonistas, según el guión de Anthony Shaffer, que no tuvo inconveniente en firmarlo junto a Pinter en este revisión de la obra original. Pero el escritor tuvo incluso apariciones episódicas en películas como Mansfield Park (1999), de Patricia Rozema y El sastre de Panamá (2001), de John Boorman. Hemos perdido a un gran dramaturgo pero también a un extraordinario guionista cinematográfico.
No hay comentarios