Gente Inteligente

Cuatro indicios que atender para evitar que el miedo nos domine

  • Lo mejor para vigilar que el miedo no esté dejando de ser sano, es estar muy pendiente de las conductas, de las suyas y de las de la gente que quiere

Gente Inteligente: Cuatro indicios que atender para evitar que el miedo nos domine

Decir miedo ya asusta. Muchas personas, ante la pregunta de si tienen miedo a algo concreto, me dicen: "no es miedo, es respeto". Y es cierto, no siempre llegamos a ese miedo visceral que nos bloquea, pero miedo es. Desde el más liviano temor hasta el pánico, hay un amplio abanico de intensidades de miedo, y todas nos hacen un gran favor en nuestra existencia. Porque el miedo es una emoción sana casi siempre que, de hecho, ha traído a nuestra especie hasta nuestros días. Pero es por ese ‘casi siempre’ por lo que hoy quiero recordarle que es de gente inteligente revisar periódicamente su miedo, para tener la seguridad de que no le está dominado su vida.

En estas semanas en las que convivimos con una incidencia loca de contagios por Covid, puede que el miedo en alguna de sus intensidades ya haya modificado o empezado a modificar sus conductas. La incertidumbre de ir o no ir a ver a sus seres queridos; el respeto a entrar o no entrar en los lugares públicos; la reticencia a saludar a las personas que se encuentra; el número de veces que se echa gel hidroalcohólico… Puede que nada haya llegado a limitarle desmesuradamente, claro que no, pero debajo de muchas de sus conductas hay miedo. Póngale nombre claramente, ese es el primer paso para afianzar y sacar provecho de su inteligencia emocional.

Porque ya sabe que la inteligencia emocional es la que distingue a las personas que saben identificar lo que sienten, se permiten sentirlo, entienden el mensaje que cada emoción les trae, y hacen algo con esa información para conseguir lo que quieren conseguir. Así que, lo primero, es no tapar la emoción del miedo, no descafeinarlo, y menos bloquearse. Lo más importante es escuchar lo que le dice, para saber gestionarlo y ponerlo de su parte.

El miedo es una conducta que hay que saber tratar y aprovechar. El miedo es una conducta que hay que saber tratar y aprovechar.

El miedo es una conducta que hay que saber tratar y aprovechar.

El mensaje del miedo

Las emociones básicas son bastante claras en la información de base que dan. Después, desde su pensamiento, puede darle al mensaje inicial un amplio espectro de matices en función de su forma de ser, del contexto en el que la siente y de muchos otros factores que nadie mejor que usted puede entender. Pero lo que le dice el miedo, en esencia, es que cree que no tiene suficientes recursos para afrontar eso a lo que se enfrenta.

A partir de ahí, todo su organismo reacciona para garantizarle el éxito, para prepararle. Su cerebro le adapta fisiológicamente casi antes de que usted sea consciente de sentir el miedo. Ahí está el sistema nervioso simpático que le acelera el corazón y aumenta su presión sanguínea, para enviar rápido la sangre a los músculos, que se contraen, por si hay que atacar o salir corriendo. Se acelera su respiración y aumenta su percepción visual, para que nada le pille por sorpresa. También disminuye el número de enzimas en su estómago, para ahorrar energía, y por la misma razón su sistema inmunitario decae. No se queje, que su cuerpo lo hace por su bien.

Lo que pasa es que el miedo también puede llegar a ser un problema. Cuando lo hace, se denomina miedo disfuncional, es decir, el miedo que ya no nos sirve para adaptarnos, nos hace mal y nos limita. Lo puede hacer físicamente, con somatizaciones más o menos evidentes, y nos puede limitar desde el pensamiento, metiéndonos en valoraciones negativas o interpretaciones erróneas de la realidad como ‘esto va a peor’ o ‘me voy a morir’, etc.

Por supuesto que no siempre reaccionamos con la misma intensidad. El arousal fisiológico del pánico es paralizante, no tiene nada que ver con el del respeto o el simple temor. Pero ahí están las reacciones físicas que, según su nivel de miedo, y en mayor o menor medida, le pueden provocar hormigueos, temblores, calambres, náuseas, ahogos, sequedad ocular, zumbidos en los oídos o, lo peor -especialmente en esta situación de pandemia- hacerle más vulnerable a las infecciones. ¿Merece la pena o no atender nuestra emoción del miedo?

Conductas que hay que vigilar

Lo mejor para vigilar que el miedo no esté dejando de ser funcional o adaptativo es estar pendiente de las conductas, de las suyas y de las de la gente que quiere. Pero sobre todo de las suyas propias, porque ya sabe que nadie mejor que usted para entenderse…

El miedo es una conducta que hay que saber tratar y aprovechar. El miedo es una conducta que hay que saber tratar y aprovechar.

El miedo es una conducta que hay que saber tratar y aprovechar.

Querer hacerlo todo perfecto es una conducta de doble filo siempre, y ante el miedo más. Porque el perfeccionismo nos mete en procesos valorativos en los que corremos el riesgo de no llegar nunca a lo que esperamos de nosotras o nosotros, o de las situaciones, y eso ya es bastante incompatible con disfrutar de las cosas. Pero si el perfeccionismo está relacionado con el miedo, puede estar escondiendo el miedo al fracaso o al rechazo. Ojo con lo perfecto.

Procrastinar una y otra vez también puede estar escondiendo la sensación de incapacidad. Eso de postergar reiteradamente las cosas, ya sean obligaciones profesionales o planes personales, podría estar indicando que no quiere llegar a ese momento en el que se pone en marcha, ¿por miedo? Vigile lo que lleva retrasando tanto tiempo.

Buscar evitar cualquier tipo de riesgo, es otra conducta a vigilar de cerca. Es imposible evitar al cien por cien los riesgos de la vida. Con pretenderlo, lo único que consigue es reducir drásticamente el número de experiencias y limitar el poder disfrutarlas. Eso sí que da miedo.

La preocupación excesiva, la intranquilidad frecuente, la irritabilidad o la dificultad para concentrarse o conciliar el sueño, son algunas otras evidencias que bien merecen su atención.

Porque estamos de acuerdo, supongo, en que no hay que vivir a lo loco o de forma temeraria, pero sí hay que asumir que es imposible controlarlo absolutamente todo, que por cierto es otra conducta, la de querer controlarlo todo, que podría estar avisándole de que el miedo está gobernando su vida más allá de lo que usted desearía. No baje la guardia, pero viva.

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