Gente Inteligente

Este año, mucha atención a la trampa del entusiasmo

  • En estos días solemos tener en mente muchos propósitos y buenas intenciones, algo que está genial sobre todo si fijamos nuestras nuevas metas con mucha inteligencia emocional

Gente Inteligente: Este año, mucha atención a la trampa del entusiasmo

Comienza un nuevo año y otra vez la misma cantinela. Propósitos, propósitos, propósitos… Es como si con cuando cae el último dígito del año fuera posible cambiarlo todo por el arte de birlibirloque. Estamos en 2022 y ya vamos a dejar de fumar, a hacer ejercicio, a sacar el carnet, a comer más sano, a terminar de arreglar la casa o a comenzar eso que tiene en mente. Es muy habitual entrar en el año con muchas y muy loables sanas intenciones. ¿Cuáles son las suyas?

Por supuesto que no vengo a quitarle a nadie las ganas. Todo lo contrario. Sea cual sea la excusa, es formidable que de vez en cuando nos propongamos objetivos para mejorar nuestras vidas y ser quienes queremos ser. Así que, si a usted lo que le motiva es el imaginario borrón y cuenta nueva del comienzo de año, estupendo. Pero sí me gustaría poner el dedo en la llaga un momento… ¿Recuerda los propósitos que se hizo usted el año pasado cuando estrenábamos 2021? Porque si no los recuerda, malo. Y si los recuerda y sabe desde hace tiempo que no los cumplió, malo también.

Bueno, no seamos catastrofistas. Seguro que hay mucha gente que sí ha hecho realidad sus propósitos. Aunque posiblemente todas esas personas tuvieron algo en común: no cayeron en la trampa del entusiasmo.

Objetivos con corazón y con cabeza

El entusiasmo es una gran chispa de arranque. La motivación inicial que nace de ese buen corazón que ponemos a nuestros deseos es una perfecta forma de empezar. Pero la motivación es el impulso interior que pone en marcha, detiene o mantiene nuestras conductas, y es necesario mantenerla más allá del entusiasmo inicial.

Ahí es donde entra la inteligencia emocional, paradójicamente es un ejercicio muy racional, para proponernos metas con corazón, sí, pero también con cabeza. ¿Sus propósitos son mesurados? ¿Son alcanzables? ¿Ha medido bien sus circunstancias y sus recursos? ¿Se ha planteado con serenidad los apoyos que necesita?, ¿sabe a quién y cómo pedirlos? ¿Se ha propuesto demasiadas cosas?

Podemos caer en la trampa del entusiasmo cuando no nos hacemos ninguna de estas preguntas y creemos que tenemos superpoderes, o que la magia del año nuevo va a ser suficiente. Lo siento, pero nada cambió cuando sonaron las campanadas. El cambio lo provoca usted.

Elementos del cambio

Todos los cambios conllevan un coste. Por eso, cuando quiera provocar uno, le sugiero que piense primero en el coste que deberá asumir. De hecho, su probabilidad de éxito depende, sobre todo al principio, de cómo de alto perciba ese coste inevitable y de cómo de grande sea su insatisfacción o incomodidad actual con eso que quiere cambiar. A estos elementos del cambio les vamos a llamar ‘CC’, el coste de cambiar, e ‘i’, su incomodidad.

El coste y la incomodidad son elementos clave, pero no los únicos. Hay otros tres factores que influyen de forma decisiva en cómo afronta y hace realidad o no cualquier cambio.

Está su historia personal, todas sus experiencias vitales, sus creencias, su forma de ver la vida, lo que valora y lo que no, sus prioridades... Vamos a llamar a este factor el elemento ‘H’, así con mayúsculas, porque es realmente decisivo en un cambio.

También está su flexibilidad o su capacidad más o menos desarrollada para integrar los cambios. Es algo que depende mucho de cuántos cambios haya integrado ya usted en su vida. A este factor le llamaremos ‘f’, y no va a estar en mayúsculas porque, aun siendo importante, no lo es más que su historia personal o que el último factor a tener en cuenta: su voluntad.

La voluntad o la actitud con la que se pone usted en marcha hacia el cambio, como la ‘H’, es otro elemento decisivo, así que otra vez mírelo en mayúsculas, será la ‘V’ de la particular fórmula que estamos construyendo.

Llevado todo esto a una fórmula matemática con la que orientarnos para saber cómo se relacionan los elementos, qué teclas tocar primero y cómo prepararnos para un cambio, quedaría algo así: C = H (i + V + f) > CC. Esto quiere decir que el cambio se produce cuando la suma de su inquietud por cambiar, más su voluntad y más su flexibilidad, todo ello multiplicado por su historia personal, es mayor que el coste de cambiar. ¿Le he liado más?

Mire la fórmula. Sólo obsérvela. Usted se conoce. ¿En qué elemento cree que debe empezar a actuar para conseguir el cambio que persigue?

Los propósitos de año nuevo

Cada vez que se propone algo en año nuevo, que seguro que implica cambios, está formulando un deseo al que le pone fecha. Así lo convierte en un objetivo, y también en un compromiso. Al menos ya está usted comprometido consigo misma o consigo mismo. Si además lo ha compartido con su entorno, el compromiso es aún mayor.

Por eso es tan importante hacerlo bien, porque, como ya hemos compartido otras veces, nada le quita más energía que incumplir sus compromisos, incluidos los que son sólo con usted, pero nada le da más energía que cumplirlos. No se lo ponga demasiado difícil.

Cuídese. Detecte si ya tiene encendida la ‘i’ de su incomodidad; ejercite su ‘f’ llevando a cabo pequeños cambios que le den cada vez más flexibilidad; identifique en la ‘V’ qué conductas y actitudes deberá empezar a entrenar, y póngale toda su voluntad; pero sobre todo revise si realmente lo desea desde su ‘H’, y encuentre en su historia personal las experiencias y aprendizajes que mejor pueden ayudarle en este nuevo año de cambios. Usted puede.

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