García Lahiguera, el obispo que forjó el alma de la Diócesis

Estuvo en Huelva como obispo desde 1964 a 1969, pasando al arzobispado de Valencia · Su vida quedó marcada por la labor en el Seminario y en la creación de las Madres Oblatas de Cristo Sacerdote

El obispo García Lahiguera, en su primer 8 de septiembre en la Cinta, recién llegado a Huelva.
El obispo García Lahiguera, en su primer 8 de septiembre en la Cinta, recién llegado a Huelva.
Eduardo J. Sugrañes / Huelva

03 de julio 2011 - 01:00

La joven Diócesis de Huelva estaba necesitada en 1964 de mantener el ritmo de su nacimiento y crear al mismo tiempo un nuevo impulso, pero para forjarse en lo espiritual. Pedro Cantero Cuadrado, el primer obispo, había llevado hacia adelante durante algo más de una década una importante labor, como era la construcción en sí de la propia Diócesis como estructura eclesial, pero también en lo material. Cantero Cuadrado realizó importantes obras, materializó grandes proyectos e ilusiones de la ciudad, con nuevas parroquias, colegios e inclusos centros de formación. Se había creado una conciencia de Diócesis, se había estructurado aún más la provincia que venía a coincidir con el mismo mapa diocesano. Pedro Cantero también había hecho realidad el Seminario, una gran obra necesitada de puesta en marcha para que diera los frutos esperados. En este tiempo de su labor episcopal en Huelva había posibilitado también la llegada de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, el lugar no pudo estar mejor elegido, en El Conquero, junto al santuario de Nuestra Señora de la Cinta. Pedro Cantero quería que oraran por los sacerdotes de Cristo, quería que ellas fueran el aliento espiritual en este inicio de la Diócesis. Una comunidad creada en 1936 por el obispo auxiliar de Madrid-Alcalá, José María García Lahiguera, empeñado desde su juventud en la formación seminarista. Había ingresado en el de Tudela a los diez años y después de su ordenación sacerdotal a los 23 años, continuó residiendo en el seminario, primero como profesor y prefecto de externos y, sucesivamente, como director espiritual de menores y de mayores. Tuvo una gran dedicación, salió del seminario camino del obispado, en 1949. Durante 35 años vivió día y noche en el seminario y aseguraba que "los años de seminarista dejaron huella en mi ser; fueron la forja que al calor del espíritu y constante trabajo, moldearon la figura del futuro sacerdote".

Con el tiempo se convirtió en la figura necesaria en esta joven Diócesis que tan especialmente iba marcando Pedro Cantero Cuadrado. Así José María García Lahiguera se convierte en el obispo necesario en el momento que vivía la Diócesis en 1964. Nombrado obispo de Huelva el 7 de julio de ese año, con su sencillez y sentido mariano se ganó enseguida a todos. Lo primero que se propuso fue conocer y darse a conocer, sobre todo a sus sacerdotes y para ello, organizó tandas de ejercicios dirigidas por él mismo, en las que los fue conociendo y tratando, dando paso a la confianza filial que él esperaba. Antes de que tuviera lugar la clausura del Concilio Vaticano II procedió a la estructuración pastoral de la curia y de la Diócesis tal como la asamblea ecuménica propiciaba y en 1967 convoca la constitución del Consejo Presbiteral Diocesano.

Su obra más querida fue el seminario, el obispo Cantero había construido el edificio e iniciado su marcha, pero fue José María García Lahiguera quien le dio forma seleccionando y escogiendo un buen equipo de formadores a los que les dio plena responsabilidad y confianza en su hacer, estudiando y compartiendo con ellos como rector del seminario todos sus problemas, incluso en casos personales frecuentes en aquellos años en que empezaba la agitación del posconcilio.

Su vida pastoral llegó a todos los rincones de la Diócesis, incluidas las minas de Tharsis y Río Tinto, y los pescadores, con los que se embarcó en dos ocasiones y navegó hasta Dakar y Terranova para compartir con ellos su propia vida en alta mar. Buen conocedor de este sector de la población hizo nacer y apoyó constantemente la obra del Apostolado del Mar y la Conferencia Episcopal Española le nombró obispo promotor de la misma.

Confirió por primera vez las ordenes sagradas en Huelva en septiembre de 1964.

Conoció y se dejó conocer por los onubenses en los cinco años de intenso ministerio pastoral en que logró hacer con su pueblo una auténtica familia. Se dio a todos, siempre y sin reservas, porque su gran tesoro, como se le reconoció, fue su corazón.

En Huelva se mantiene hoy el convento de las Madres Oblatas Santa María de la Cinta y la parroquia de Cristo Sacerdote, entre otras muchas obras suyas. Un grato recuerdo de su paso por la Diócesis es su nombre en los jardines del santuario de la Cinta, donde hay un azulejo suyo. Igualmente los jardines en el lateral del convento de las Madres Oblatas se llaman Obispo José María García Lahiguera.

Estuvo muy vinculado con la Patrona de Huelva, se había elegido para la entrada del nuevo obispo en la Catedral la fiesta de la Virgen de la Cinta y el 8 de septiembre presidió la solemne función y, por la tarde, la solemne procesión. En su homilía al hablar a los sacerdotes dijo que en su escudo episcopal campea una leyenda: Pro eis sanctifico meipsum (Por ellos me ofrezco víctima) y dijo "esos 'ellos' sois vosotros y ese ofrecimiento es mi vida". Tuvo palabras de cercanía con el clero al decirles que "sin el obispo nada debéis hacer, pero el obispo sin vosotros nada quiere hacer". Adelantaba ya que cuando viniera el Concilio, "sus normas nosotros a convertirlas en orientaciones de la vida espiritual de nuestra Diócesis"; fue también padre conciliar. Se ofreció, igualmente, a los onubenses y é invitó a los seglares a contar con su trabajo.

La Virgen de la Cinta también estuvo en su despedida, presidiendo el altar instalado en la plaza de la Merced, fue entonces cuando José María García Lahiguera se despidió con un beso y un saludo de adiós subido en el mismo paso de la Virgen Chiquita. Lo trasladaron a Valencia y de ahí vino el tercer obispo, Rafael González Morajelo y más tarde llegará el actual, José Vilaplana Blasco, ordenado presbíterio por el propio García Lahiguera.

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