Ficolumé, la historia de una familia salazonera
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Se trata de una empresa familiar que lleva por bandera la tradición, el producto de calidad y la esencia de Isla Cristina

LOS cimientos de esta familia salazonera ya vienen marcados por sus abuelos, Fidel Columé García y Manuel Hernández Rubio, dos salazoneros isleños, uno a su vez, armador de barcos dedicados a la pesca de sardinas para la salazón.
Siguiendo con la tradición familiar, Fidel Columé Millán, ya desde temprana edad, comienza su andadura en el mundo de los negocios, principalmente el de la salazón.
Entre 1950 y 1970 empieza a curtirse en mil batallas como hombre de negocios, entre lo más destacado, dueño de explotaciones salineras, propietario de barcos de bajura dedicados a la pesca de la sardina y el boquerón, presidente de la “almadraba nueva umbria” , propietario de explotaciones agrícolas y siempre entre fabricas de conservas y salazones hasta crear, a finales de estos años, la actual pescatún isleña (ficolumé).

De la década de los 90’ hasta la actualidad, su experiencia, la de un auténtico salazonero, junto con la fuerza de las nuevas generaciones de hijos y posteriormente de nietos, lleva a consolidar a esta empresa familiar como un referente en el sector de la salazón, gracias especialmente a su producto estrella, la mojama de atún, que lo hizo llegar a las más importantes cadenas de supermercados a nivel nacional e incluso internacional.

Esta última y actual etapa después de tres décadas de vida, ha ido creciendo siempre de la mano de la apuesta por la innovación, cuestión por la que ha recibido recientemente varios reconocimientos por la selección minuciosa de las materias primas y un exhaustivo control de los procesos. Gracias a ello, a día de hoy mantiene esta bella tradición salazonera, casi desaparecida, de la cual nació un pueblo, Isla Cristina.
Esta tradición que aprendieron de sus antepasados, al igual que sus memorias y sus recuerdos, llevan como escudo grabado en el pecho el orgullo de una familia que, de abuelos a padres, ha mantenido una tradición centenaria, una tradición por la que dan infinitas gracias de esta manera:
“Porque en tu casa ya se respiraba el salado aroma de unos zapatos blanquecinos del abuelo impregnados en salmuera. De casta le viene al galgo. Salazonero de cuna, nadie lo puede dudar porque tu primer juguete fue una sardina estiba”.

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