Fatídica anticipación
Ya no sorprende a nadie que el seguimiento de estas películas de ciencia-ficción nos lleven casi siempre a una fatídica anticipación. Es decir a una predicción de futuro que nos llene de inquietudes, sobresaltos, preocupaciones y paranoias. Bueno, hay que admitir, que tal clase de relatos tiene muchos adeptos y por eso se hacen. Sin embargo siempre son posibles toda clase de expectativas ante un realizador como Alex Proyas de fuerte impacto visual, si citamos, por ejemplo, El cuervo (1994), que se recuerda porque en su rodaje perdió la vida Brandon Lee, hijo del inolvidable Bruce Lee, y sobre todo, Dark City (1998), cuyo argumento pertenecía a este mismo género aunque con planteamientos muy diferentes, si bien cercanos al terror como algunas de las secuencias de "Señales del futuro".
Estamos ante la clásica intriga o "thriller", en la que el imprescindible e incombustible Nicolas Cage, encarna a John, un astrofísico que trata de impeder el fin del mundo. Es una incertidumbre que se le presenta cuando en el colegio de su hijo abren una cápsula del tiempo que fue enterrada cincuenta años atrás por los antiguos alumnos de este centro docente con objetos propios de su tiempo. Uno de ellos es un papel en el que figuran números, que, según John, contienen un mensaje cifrado que establece con rigurosa exactitud las catástrofes ocurridas en el curso de ese medio siglo. El futuro amenaza con la destrucción del planeta.
Volvemos a esos planteamientos apocalípticos tan propios de esta especialidad cinematográfica fantástica, tan pródiga en calamidades, catástrofes y hecatombs diversas. Con un guión no muy consistente, Alex Proyas, apuesta por esos aspectos entre demoledores y pretendidamente místicos, apoyando con cierta franqueza y sinceridad las consecuencias lógicas de un relato de cuestionamientos absolutamente fantásticos. En todo caso sus mejores aciertos consisten en mantener una trama de creciente incertidumbre, ansiedad, zozobra y desasosiego, que en muchos momentos se apodera del espectador. En ese aspecto el director se muestra hábil al disimular así otras limitaciones sobre todo en la evidente penuria de los efectos digitales y de algunas secuencias que desmerecen de la espectacularidad que se pretendía. Eso sí, acierta plenamente en los pasajes absolutamente terroríficos.
No se puede hablar de Señales del futuro sin referirse a su protagonista el tan activo y prolífico Nicolas Cage, actor tan solicitado en películas de este tipo y que se reitera compulsivamente a fuerza de asumir un personaje recurrente. Decididamente se repite demasiado. Por lo demás sobra un final excesivamente alargado y complejo y algunas concesiones para el espectador más complaciente que, realmente, no eran necesarias. Pero como relato de intriga funciona y gustará a los amantes de estas aventuras fantásticas de destinos apocalípticos.
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