"Doñana siempre ha sido un símbolo y siempre ha estado amenazada"
El autor publica 'Doñana. Todo era nuevo y salvaje', un relato novelado sobre la historia de la Reserva de la Biosfera · Cree que las crisis económicas generan malos tiempos y se reeditará el desarrollismo
El periodista y escritor Jorge Molina (Cumbres Mayores, 1964) acaba de publicar el libro Doñana. Todo era nuevo y salvaje (Fundación José Manuel Lara). Un relato novelado que navega por la historia del Parque Nacional entre 1940 y 1970.
-¿Qué tiene de diferente este libro respecto a los otros cientos que existen sobre la Reserva de la Biosfera?
-Lo fundamental es que se trata de una novela. Rigurosa, histórica, con personajes, hechos y diálogos reales en su gran mayoría, pero una novela-reportaje, para ser exacto, con el fin de divulgar mejor dos auténticas epopeyas.
-¿Cuáles?
-Las ocurridas entre 1939 y 1969 en territorios vecinos. La conversión de un suelo habitado sólo por el paludismo y el vacío -una vez que los ingleses dejaron el intento de cultivarlo en los años 20- en el mayor arrozal de Europa, merced a la intervención 'manu militari' de Queipo de Llano, y con mano dura del terrateniente Rafael Beca; y la salvaguarda de Doñana de su futuro como finca de cultivo forestal gracias a los primeros biólogos, con Valverde a la cabeza, y a la alianza internacional que fraguó.
-Dice que su obra ofrece un punto de vista nuevo. Qué ha descubierto de novedoso.
-En el sentido estricto no hay descubrimientos históricos. Mi planteamiento es que la historia la escriben muchas personas, día a día. En este relato coral intervienen más de 100 personajes reales. Y a todos los trato por igual, mi visión es a ras de suelo. Desde los guardas y jornaleros, a generales o príncipes. Hay algunos que descollan, y en particular José Antonio Valverde, persona clave, un joven vallisoletano que sin estudios, sin dinero y desahuciado por tuberculoso, convence a los dueños del coto de caza para que le vendan suelo con el peregrino fin de proteger a las alimañas, por cuya muerte se pagaba. En el caso del lince, por ejemplo, a 12 pesetas el ejemplar abatido.
-¿Ha probado introducir la palabra Doñana en el Google. Qué opina de lo que ve y lee?
-Vaya, no he probado, no. Pero sí sé, he sido periodista de El Correo quince años y jefe de prensa de la Consejería de Medio Ambiente siete, y por tanto he visto de todo en ambas trincheras, que la palabra Doñana es un neón siempre parpadeante al que todos se acercan en los momentos que necesitan luminaria.
-Por qué cree que se habla tanto de Doñana?
-Porque siempre ha sido un símbolo, y porque siempre ha estado amenazada. La República quiso cultivarla, como la dictadura. Y además tiene al lado un arrozal que usó pesticidas devastadores durante años; y una playa tentadora para ser urbanizada. Y es el punto y final de toda una gran cuenca, la del Guadalquivir. Y para protegerla hubo que acudir a personalidades europeas de primerísimo nivel. El mismo Times publicó un editorial solicitando que fuese zona protegida. Digamos que nació con los flashes de los fotógrafos esperándola, y así ha seguido. Tiene una presión que no conocen otros parques nacionales españoles.
-¿Qué provincia debería tener la capitalidad de Doñana, o qué pueblo, mas bien?
-Este es uno de esos temas que hace brillar el neón de Doñana que citaba. No tengo ni idea, y mejor que de la capital de Doñana, propongo humildemente hablar más del capital que supone Doñana. Pero las crisis económicas generan malos tiempos para los mensajes ecológicos. Me temo que volverán a resucitar viejos fantasmas desarrollistas alrededor de este rincón virgen.
-¿Quién debería gobernar Doñana, el Estado o la Junta de Andalucía?
-Doñana ha sido gestionada por duques (Medina Sidonia, Tarifa), por marqueses (Borghetto), por bodegueros jerezanos y onubenses (Gordon, Noguera), por el Estado y por la Junta. Pero en mi opinión Doñana tiene sentido en función de un factor que no brilla: la capacidad de gestión científica. Si Doñana genera conocimiento, si genera soluciones a problemas ambientales (desde la reproducción del lince al cambio climático), si genera prestigio internacional, y con ello una marca que suma valor añadido económico, lo demás es mucho más fácil: desde evitar carreteras como dogales al uso a escondidas del agua. A Doñana hay que permitirle sacar la cabeza por encima de la melé. Pero reconozco, apesadumbrado, que estas ideas nunca he conseguido hacérselas ver ni al redactor jefe de mi periódico al principio de mi carrera, ni a los redactores jefes de otros periódicos después.
-¿Por cierto, se ha recorrido el Parque para hacer el libro o ha sido un trabajo de oficina?
-Claro que lo he recorrido, durante décadas. Desde que a los 8 años mi familia se mudó a La Puebla del Río, y desde allí empecé mi conocimiento de Doñana. Esta comarca es muy grande. Lo fue muchísimo más, cuando las zonas cultivadas no presionaban tanto, pero incluso ahora es muy grande. Tanto que abarca tres provincias en un sentido administrativo y cultural, y dos continentes en el biológico. Este libro nace de 38 años de vinculación a Doñana de una forma u otra. Del niño que corría por los pinares que la circundan, al hombre que de repente se vio obligado a narrar las dos aventuras que citaba. El parque ha generado miles de publicaciones, pero poca literatura, y esto es una de las originalidades de Todo era nuevo y salvaje. Y menos literatura aún ha motivado el flanco sevillano, esas decenas de miles de hectáreas que eran marisma virgen, y donde se produjo una historia por completo desconocida, dramática, con gente que moría a manojos de paludismo y hambre, hasta someter a ese suelo al imperio del arrozal.
-¿Si tuviera que elegir a uno de esos 140 personajes que influyen en Doñana, con quién se quedaría?
-Si es solo uno, sería Valverde, un tipo para la leyenda, quien por cierto pronunció la frase que da título al libro, cuando recordaba sus tiempos mozos en el Parque. Pero prefiero resaltar al grupo de personas, bastante desconocidas, muchas de ellas sin una mala biografía publicada, y que tienen historias memorables, y muy vinculadas a la comarca. Rafael Beca, de Alcalá de Guadaíra, dueño de todo el arrozal; Mauricio González Gordon, una personalidad repleta de facetas; Salvador Noguera, de La Palma...
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