Diego Garrido 'El Pipa', un fandanguero

Historia menuda

Diego Garrido nació en 1914 en una familia humilde l Un teniente coronel descubrió su voz tras ser herido durante la Guerra Civil l Destacaba en el cante por malagueña y en los fandangos

24 de enero 2011 - 01:00

HOY traemos a este proscenio de la entrañable historia de Huelva a un hombre con un buen corazón, tan buena persona que le daba tres y raya en bondad al lucero del alba. Pero, si era buena persona, su bondad se quedaba corta si la comparábamos con su forma de decir el cante. Nos referimos a Diego Garrido 'El Pipa'.

Diego Garrido Vázquez, 'El Pipa', remoquete que recibió en herencia de su padre ya que éste fumaba en tan singular artefacto, vio la luz primera en la cervantina y huelvana plaza de la Merced el día 26 de marzo de 1914, en el seno de una humilde familia compuesta por Diego Garrido Quintero, de oficio estibador, y Carmen Vázquez Llopis.

La Plaza de la Merced era, en los años mozos de Diego Garrido, un patio de vecindad amplio, claro y oreado, un auténtico teatro de los más alegres y suntuosos festejos de los que pueden citarse la Semana Mayor de Huelva: la Velada y Feria de la Cinta y casi a diario, los vecinos humildes que la habitaban y los invitados selectos que se daban una vueltecita por la fiesta o por saborear tanto tipismo como en ella había.

En ella estaba el Hospital Provincial y su Capilla (iglesia de la Merced), la casa de Ramón Pardo, a través de cuyas ventanas se veía el Simpecado del Lirio de la Marisma en los días que precedían a la célebre Romería, y no muy lejos, la de José Mora Valencia 'El Marinero', popularísimo personaje. Plaza que estaba poseída, en las noches de verano, de embriagadores perfumes de vino, flores y mujeres, y en la que se observaban varios bares y tabernas en los que no nos podemos detener y en los que, a buen seguro, el niño Diego descubrió el flamenco a través de fandanguillos y, sobre todo, en su casa donde cantaban muy requetebién su padre y su hermano Antonio, de oficio carpintero, que se trasladó a residir a Barcelona y allí murió.

Tras vivir en la Plaza de la Merced, más tarde hizo lo propio en la llamada Casa Grande (frente a la Plaza de Toros de la Merced) y, años después, en la mismísima Plaza de Toros, frente a la Comandancia de la Guardia Civil. En 1954 contrae matrimonio con Juana Pérez Maestre, de cuya unión nacieron Diego y Juan Manuel, socios de la Peña Flamenca de Huelva desde su fundación, y el matrimonio se traslada a la calle La Palma. En 1973, Diego y Juana pasan a vivir a la calle Licinio de la Fuente (Pasaje de El Greco), y el día 20 de diciembre de 1996 a la calle San Juan, hogar en el que las Parcas sólo le van a permitir que viva nueve días. Pero, prosigamos: Suenan las trompetas de guerra en 1936 y tiene que ir al frente de batalla situado en Pinos Puente, donde fue herido. Su convalecencia la efectúa en Granada, donde un teniente coronel, entusiasta del Flamenco, advierte su voz y, a partir de aquel instante, el oficial lo llevó a cantar de fiesta en fiesta. Fue una etapa inolvidable para Diego Garrido.

Y Diego Garrido vio aparecer nuevos y nuevos días que no pasaban en vano, ya que con el tiempo perfeccionó su técnica de mecánico ajustador lo que le permitió trabajar con los Gabrieles durante muchos años.

Pronto advirtieron que tenía una voz magnífica y era invitado a aquellas reuniones a las que asistían letrados, jornaleros, periodistas y todo aficionado al arte de Sanz Urbano, y en las que el centro de reunión eran el guitarrista y el cantaor. Pero, acerquémonos a una de ellas, la de la típica Venta de Cardeñas. Las mesas del espacioso salón están repletas de tertulianos deseosos de escuchar cante bueno. En el epicentro del hemiciclo, Rafael Rofa y Diego Garrido 'El Pipa' se disponen a llenar la sala de duendes y arpegios flamencos. Mientras el gran guitarrista prepara el fandango, El Pipa pone en condiciones el instrumento de su voz con toses suaves, carraspeos y algún que otro toque de manzanilla que siempre suaviza la garganta y añade el toque de la genialidad. De pronto, la guitarra inicia su plegaria sonora, llena de romanticismo y de lágrimas. Y a Diego El Pipa se le cierran los ojos y se le ensancha el corazón en su sentir por Huelva., mientras los oyentes contienen su emoción para no estorbar al que canta… ¡Inolvidables noches de las ventas Cardeñas, La Pava e Isla Chica!... Diego El Pipa tuvo una legión de amigos. Así lo fueron El Rubio de los Talleres, Manuel González Lora 'El Cojo de Huelva', Luis García 'El del Son', Rafael Rofa, que era su guitarrista habitual; el exportador de mariscos apodado El Canalla, que se lo llevaba finalizando los años cuarenta y en la década siguiente a cantar a Sevilla…

Diego Garrido destacaba en el cante por malagueña, en los fandangos y fue un gran saetero con muchas intervenciones en la Semana Santa de Huelva en las décadas de los años cuarenta y cincuenta.

Tenemos que hacer hincapié que una de las facetas flamencas en las que destacó El Pipa fue la saeta. Así, las calles y plazas de Huelva se convertían en auténticas Ágoras atenienses, en lugar de reunión mientras los fieles esperaban la llegada de los penitentes que antecedían a los "pasos"…

El redoble del tambor/ Sonaba triste, atormentando,/ Avisando que el Salvador/ Venía en la Cruz agonizando.

Se escuchaba al Pipa inundar los aires al paso de cada una de las advocaciones desde el balcón del Centro de Instrucción Comercial o del Hotel Granada, donde la fantasía de poetas y de investigadores hizo forjas de inverosímiles historias orientales…

El representante artístico de El Pipa fue Rafael Nogales 'Altamira', hombre que llevó las riendas de numerosísimos cantaores. Recordemos algunos y que esta recordación se constituya en un homenaje al gran organizador de espectáculos: a Manolo Caracol, a Pepe Marchena, a Pepe Pinto y su mujer La Niña de los Peines, con quienes le unía una gran amistad; a Manolo el Malagueño, cuando estaba en el cenit de su carrera artística; a El Sevillano, La Paquera de Jerez, con quien estuvo un mes seguido haciendo la ruta por la provincia de Jaén; a Rafael Farina, a Paco Isidro, excelente artista y un auténtico caballero; a Rengel, a Paco Maestre, Peque de la Isla, El Cañitas, El Muela, El Niño de Barbate, Carnicerito de Huelva, La Niña de Huelva, Perla de Huelva, Mariló, Paco Márquez, Pablo Márquez, Pepita Cruz, una gran voz flamenca; Maria de la Luz del Puerto, Tomás Castillo, Isabelita Núñez, Paco y Matilde, Marujita Gracia, un prodigio en el buen bailar; Maruja Flores, Consuelo de Triana, Carmelita Vélez, Pilarín Tavira, Maruja Flores, los hermanos Salao, sobre todo ella, Carmen, que puso en pie muchos patios de butaca extranjeros exclamando ¡Viva España! cuando recorría las Américas con el ballet de José Greco

En este sentido, Altamira organizó, el miércoles 1 de marzo de 1944, a las 21:45, a beneficio del Rubio de los Talleres, un magnífico espectáculo de ópera flamenca en el coliseo de la calle Vázquez López en el que intervinieron los siguientes cantaores: Peque de la Isla, Niño Azuaga, Diego El Pipa, Chiquito de Huelva, Niña de Huelva, Carlitos Amaya, Niño Fregenal, Curro León y Manolo Limón, El Muela, Manolo Moreno 'El Caracol de Huelva'. Actuó de bailaor el niño de cinco años Ramoncín de Fregenal. Al toque estuvieron Rafael Rofa, Miguel Gómez.

El miércoles 18 de julio de 1945, se trajo a un grupo de excelentes cantaores para darles un homenaje a los productores en la Fiesta del 18 de Julio. Actuaron en este festival, Manolo Caracol, Diego El Pipa, Carlos Amaya, El Niño del Coria, Carnicerito de Huelva y Lolita Cortés.

Todos los expertos coinciden en la bondad del cante de El Pipa. Por su parte, el flamencólogo José Calero Calero le dedica a él y a otros artistas de Huelva, recogiendo las palabras de Azuaga, las siguientes letras en las páginas del diario Odiel:

"… Azuaga fue un gran admirador de Pepe Marchena, cantor de estilo clásico y jondo y de Manuel Torre, de Manuel Vallejo, de La Niña de los Peines, El Gloria, de Antonio Mairena y Mazaco. Por fandangos naturales se entusiasmaba con la voz de El Carbonerillo, Niño de la Calzada y Manolo Fregenal. Siempre hacía alusiones ponderando mucho a los artistas de fandangos de Huelva, Pérez de Guzmán, Antonio Rengel, Paco Isidro, Carnicerito de Huelva, Pepe Rebollo, Sanz, El Cano o Niño del Parque. Como fandangueros clasificaba los hermanos Pipa en el grupo de los mejores, porque tenían un estilo propio.

En 1974 alcanzó Diego la jubilación. A partir de aquella fecha el cantaor salía, como dice el refrán, hecho un cromo, esto es, vestía muy bien, con un elegante traje de color azul y una vistosa corbata que le hacía juego. Fueron fechas en las que se le escuchó cantar en algunas tabernas y reuniones de Huelva.

Las hojas del calendario fueron pasando y Diego disfrutó del aprecio de sus paisanos y de la admiración que a éstos les irradiaba su cante. En este sentido, la Tertulia Flamenca de Las Colonias le dio un homenaje muy emotivo, compartido con El Coria, el 15 de marzo de 1990.

En los últimos años de su vida, El Pipa fue asiduo de una reunión de magníficos aficionados que se reunían en el bar El Rinconcito, sito en la calle Marina, entre los que, con perdón por las omisiones, recordamos a Paco Toronjo, Manolo Cabeza, Onofre López, que acudía en ocasiones; Paco Garrido, Pirfo (padre), José Calero Calero y Eduardo Hernández Garrocho.

Con la muerte de Diego Garrido Vázquez 'El Pipa', acaecida el 29 de diciembre de 1996, se cerró una áurea página de ese grueso e imperecedero volumen llamado Historia del Flamenco en Huelva.

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