BebÉs robados

"Creo que fui una recién nacida robada a una familia de Calañas"

JUANA S.A. -que prefiere no identificarse para no alterar a algunos miembros de su familia- ha vivido la mayor parte de su vida con conocimiento de ser una niña adoptada, pero sus padres mantuvieron hasta la muerte que ellos eran sus progenitores. En su partida de nacimiento consta que fue alumbrada el 18 de junio de 1951 en el hospital provincial de La Merced y que sus padres, ya fallecidos, son los biológicos.

Sin embargo, cuando apenas era una niña el adjetivo adoptada comenzó a retumbar en sus oídos. Cada vez con más fuerza. A los once años, recuerda, la madre de uno de los niños de su entorno "me lo soltó y fui corriendo a preguntarle a mis padres". Volvieron a negárselo.

Conoció a su marido con 14 años. Él mismo parecía manejar más información que ella. El rumor estaba en la calle y su esposo ya tenía claro que había sido adoptada.

Recuerda un episodio curioso que aconteció por aquel entonces: "Estaba jugando en la calle a veces y mi madre me obligaba a entrar en casa corriendo; al principio no sabía por qué, luego vi que desde la esquina me miraba una señora rubia con el pelo recogido en una trenza gruesa, y ahí se me empezó a remover todo dentro".

La onubense asegura que "el cariño de mis padres nunca me ha faltado, pero se han muerto y no han consentido decirme la verdad". Pese a todo, hace 14 años decidió empezar a moverse para tratar de conseguir más datos acerca de su origen, siempre a espaldas de sus progenitores.

En el caso de Juana confluyen diversos factores singulares: es hija única, está inscrita dos veces en el registro y su entorno guarda un hermético silencio. Cuando se propuso investigar por su cuenta consiguió acceder a su partida de nacimiento, en la que Juan S. e Isabel A. figuran como sus padres biológicos. Ni rastro de la adopción.

Pero lo curioso es que a través de contactos judiciales logró obtener una segunda partida de nacimiento suya que aún permanece en el Registro Civil: "También aparecían ellos como mis padres biológicos y el día y el mes de nacimiento eran los mismos, pero no el año; en lugar de 1951 rezaba que había nacido en 1965". Catorce años después. Es decir, coincidiendo con aquellos episodios grabados a fuego en su memoria en que una señora rubia la observaba desde la esquina de su calle de Fuentepiña.

Juana sospecha que su padre, temiendo que la inscripción original no se hubiera realizado correctamente, "me registró otra vez por si acaso no estaban bien arreglados los papeles, aunque fuera 14 años más tarde".

A lo largo de los años la pesada losa de la adopción iba aumentando su inquietud, sus ganas de saber la verdad. "Hablando con personas mayores del barrio me dijeron que yo era originaria de Nerva, otros que era de Valverde, pero creo que soy de Calañas".

Los testimonios recabados por Juana que apuntan a esta opción son los más numerosos. "Hablé con una chica que me dijo que en Calañas había una señora que se murió con la pena porque le habían robado a su hija en el hospital de La Merced; me dijo que fue en la parte trasera del centro hospitalario donde me entregaron a mi nueva familia, pero no sé si le dijeron que había muerto o si fue por dinero".

Ni siquiera sus tíos adoptivos sueltan prenda a día de hoy, es más, le ponen trabas para que no se descubra la verdad. Otras personas "me han dicho que allí hay gente que se parece mucho a mí".

A sus 60 años, "me gustaría saber si tengo hermanos o sobrinos, que conozcan a mis hijos y saber qué pasó para que mi madre me entregara o si realmente me robaron", indica Juana. Su marido y sus hijos la apoyan en esta cruzada que vive con ilusión, aunque a veces la presión del entorno de sus padres adoptivos la hacen dar un paso atrás en sus iniciativas.

No obstante, está dispuesta a someterse a las pruebas de ADN, no descarta visitar en el futuro la localidad de Calañas para certificar si en efecto allí reside su familia biológica y esta semana denunciará su caso en los juzgados para que se abra una investigación profesional que la ayude a despejar la incógnita.

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