La Concepción, en su adaptación entre la restauración y el culto diario
Un nuevo aniversario del regreso del exilio muestra un templo vivo que recupera toda la vida parroquial · La vuelta de los retablos continúa parada mientras sigue la crítica a la actuación de la techumbre
La parroquia de la Concepción ha celebrado, un año más, la reapertura del templo. Ahora, entre el día de la Presentación de María y la fiesta de la Inmaculada Concepción, puede que ser un momento adecuado para repasar este tiempo que ha pasado desde su reapertura, lleno de luces pero con algunas sombras que siguen siendo alargadas. Un análisis mirando a la celebración de los 500 años de la creación del templo, en 2015. Será ocasión para un estudio de su historia, con etapas tan difíciles como su cierre por las obras del edificio de Méndez Núñez, el deterioro producido, lo realizado y reclamado por el daño causado; una lacra que se siente a día de hoy.
El templo es el mismo, nadie podrá decir lo contrario. La belleza externa salta a la vista. Blanco inmaculado, hermoso, con los azulejos en su fachada. ¡Que no falte ninguno! Recuperado hasta el candelabro farola. Ladrillo a ladrillo se recompuso el retablo barroco de su puerta principal. Lástima de la luminaria del suelo destrozada.
Otra cosa es el interior. Nada tiene que ver el templo con el que se dejó tras su marcha al exilio. La iglesia barroca recuperada de la destrucción de la Guerra Civil sufrió el tsunami que bajo sus cimientos le produjo el cambio del recorrido freático del subsuelo en las obras de un aparcamiento.
Una vez dentro parece que el techo se desploma sobre uno, como objetos cortantes de aristas sin sentidos, que quiere dejar a la vista los antiguos arcos mudéjar. Es una actuación decepcionante que no ha funcionado artísticamente y sólo resta a la actuación global, necesaria de una revisión por parte de la Consejería de Cultura como culpable de esta actuación. Nadie se percata de los arcos que se quieren dejar visto en las naves laterales, pero sí de lo horroroso que quedan y de cómo se ve el interior de la armadura. En la central se optó por una bóveda de cañón flotante, que no permite pasar la luz de las linternas. La madera en su color también es discutida.
Se ha ido recomponiendo el templo en sus altares y capillas, la mayoría de las veces con más voluntad que acierto. Sólo se recuperaron dos de sus altares -el de Nuestra Señora del Carmen y el de la Virgen del Perpetuo Socorro-, con ayuda externa de la parroquia. No corrieron la misma suerte otros retablos, más bien fue la oportunidad para buscar la opción más fácil de desprenderse de ellos o dejarlos en un limbo donde al final acabarán perdidos. A San José se le ubico en una hornacina vacía, donde se le cambiaron sus columnas salomónicas por unos destartalados floreros. Las únicas actuaciones han llevado a la Virgen en su Soledad a un altar de dudoso gusto artístico, mientras la Buena Muerte reclamó el que aquí se encontraba, del que ahora nada se sabe. El Nazareno ha hecho una actuación sobria en mármol, con pérdida de los trabajos en madera, aunque aquí los problemas vienen siendo las humedades. En el altar mayor destaca la lampara donada por la Caja Rural del Sur; acoge en una repisa, entre columnas, a la Inmaculada Concepción. Aquí desaparecieron las vidrieras y no acaba de cuajar la alternativa de cuadros y repisitas, estas últimas de escaso acierto artístico. En la capilla de la Vera Cruz lo único que se ha hecho es incorporar el Cristo, mientras se opta por diseccionar el retablo y reemplazarlo por algo moderno. Los retablitos, sustituidos por repisas de marcos de cuadros.
Nada en consonancia con el empaque de este templo. Hoy, por la crisis, es difícil afrontar alguna restauración importante. No hay que olvidar que se debieron acometer antes y exigir responsabilidades, la parroquia entonces no actuó de la mejor manera ni sus asesores tampoco. El que la crisis ahora nos ahogue no debe ser la excusa para actuaciones mediocres como se están viendo. Es preferible esperar tiempos mejores.
Lo más importante de la parroquia de la Concepción es que se recuperó como epicentro cultural de la Iglesia local, punto neurálgico para los cristianos de Huelva. Eso es lo más relevante. Después de tanto sufrimiento por el templo y del deterioro que pudo sufrir la vida parroquial por el exilio, se escucha el latir diario. La parroquia de la Concepción es el nexo de unión de los creyentes, con ejemplos tan claros como la estación de penitencia de las cofradías de Semana Santa, en el Rocío, el Corpus, la novena de la Cinta y otras celebraciones, entre ellas la propia de la Inmaculada, con una nueva imagen y procesión solemne. Una iglesia abierta durante casi todo el día, con un acierto muy especial, la exposición diaria del Santísimo. La iglesia de la Concepción mantiene su esencia que es dar culto a Dios. Feligreses, cofrades y devotos deben procurar mantener la belleza artística de un templo que pronto cumplirá 500 años. Esto sí es una seña de identidad de Huelva.
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