Las Colonias: Los colores de un barrio histórico

Huelva barrio a barrio

Un paseo por la historia, los recuerdos, y el presente de la barriada

Una ruta costumbrista por las calles de la barriada, sus negocios emblemáticos y sus protagonistas

Galería gráfica

Imagen general de Las Colonias desde El Conquero.
Imagen general de Las Colonias desde El Conquero. / Rafa Del Barrio

¿Hasta dónde abarca Las Colonias? Depende quien conteste a la cuestión se referirá a una prolongación diferente. La Plaza de Toros de la Merced, la gasolinera Cepsa o la portada de la barriada de la Navidad. Es la única duda que puede surgir de esta ciudad dentro de una ciudad. Como dicen. Este microclima social que fue puerta de entrada a la capital desde Gibraleón y que sirvió como bienvenida vecinal a trabajadores de otros municipios que se afincaron en casa-puertas que hoy siguen existiendo como una lengua de color a los pies de la ladera del Conquero. Ha cambiado mucho, sí. También, más abajo, cuando la pendiente dice basta tienen los cimientos bloques de viviendas que se levantan y permanecen con el calor de la familias.

Las Colonias ha visto tanto que mantiene viva su historia gracias a generaciones que no salen de los límites que marcaron la felicidad de la adolescencia. La Avenida Cristóbal Colón es ese primer trazo de una obra de arte. Es la arteria que vertebra todo. Incluso la nostalgia. La que siempre se agarra a la memoria. Por mucho que a veces duela.

Como cada mañana. Ayer y hoy. Y mañana. El sol es un río de luz que baña una acera de la calle. Lorenzo ilumina la vida cotidiana. La que siempre está, aunque para muchos ya se haya ido esa magia de décadas que solo conviven con el recuerdo. Esa esencia simplemente se transforma. Tiene otros colores. La mujer que anda abrigada con su bata y monedero a la vista en el agarre de su mano; la de la vecina y su padre, ya mayor, en la cola del banco; la del amigo, o conocido seguramente, de ese hombre que viste su mejor chándal para caminar en un mediodía que se empieza a reflejar en las ventanas y balcones.

Ahora en Navidad hay dos vertientes en Las Colonias. Los niños, de vacaciones, que ahora juegan más allá de Pérez Galdós, emulando a sus padres y enfrascando recuerdos aunque no lo sepan. Y por otro, los adultos, que marcan su itinerario de mandaos diarios para cumplir con los quehaceres que apuntaron en su memoria la noche anterior. Una de esas paradas trata de la visita a Pepe El Pelao. Allí lleva 23 años detrás del mostrador de su frutería. Lleva más pero era otro punto del barrio. "Al lado teníamos una carnicería, una churrería, una pescadería y una tienda de ultramarinos". Ninguna está ya. "Los que quedamos somos ya una reliquia". Pocas personas han visto la vida de la barriada pasar con tanta claridad como él. Señala que "la esencia del barrio se va perdiendo". Evoca así a la primera frutería El Pelao, mote que "viene de mi bisabuelo", que se abrió en 1963, época en la que los "domingos nos poníamos a vender rábanos", que después acababan en vasos de vino blanco. "Ha visto uno aquí lo más grande".

Si la ruta no acaba con una cerveza en el Bar Leonardo algo se está haciendo mal. Si las paredes de este establecimiento hablaran, se podría descubrir otro continente. La casa, como originariamente era, data de principios del Siglo XX y se levantó como bar, a la vez que casa, desde el 1930. "Mis padres llegaron aquí en el 60", explica Manuel Jesús García, quien regenta ahora el negocio con su hermano, y que tiene la voz con más autoridad del mundo para hablar de este templo hostelero onubense por haber nacido, literalmente, en él.

La clientela, habitual, es de "muchos, muchos años". Se va perdiendo, eso sí, hasta que la vida dice hasta aquí, pero "ahora vienen hijos" incluso "nietos". Una vez que la antigua fábrica de harinas, imagen histórica de la barriada, desapareció, comenzó la zona a poblarse de bloques de viviendas sustituyendo a casa de vecinos. "Nos fuimos enfrente en el año 74", adonde llegaron 216 familias más, y arrancó el auge del entorno.

Los caracoles, cabrillas, habas enzapatás y revoltillos. Tanto en tan poco espacio. Son los manjares que salen de la cocina de este emblemático bar en el que todavía suenan las fichas de dominó en el patio interior o el rasgueo de las cartas cuando el mus protagoniza el popular campeonato. Es en ese patio, donde los mismo clientes recuerdan cuando era de arena y se "jugaba a las colás".

Huelva era una ciudad de tabernas, regentadas la mayoría por vecinos de Bonares, que se afincaron en la capital tras el boom del vino de la zona del Condado. El Tinajón, Casa Pepe, Paco Habichuela, Los amarillos, o El Lagar ya no están. Ahora esas conversaciones de bar se dan cita en el propio Bar Leonardo, en la Tertulia Cultural Flamenca Las Colonias, La Perdiz o Los Pitufos, por nombrar algunos.

No todo queda ahí. Aquellos niños, que ya son adultos, pero siguen siendo niños en su corazón, se acuerdan de la tienda de Pepa, la de Juliana, o la de Lucía, donde se compraban los dulces para el recreo del colegio. Y como un guardián de fe, la parroquia, que ya ha cumplido su cincuentenario y desde donde la Virgen de los Dolores ampara una barriada llena de devoción. A su alrededor, las casas bajas evocan un pasado con sabor añejo y feliz. Entresijos de un barrio donde todavía resuenan esos juegos de niños y esas carreras hacia los sueños.

Las Colonias es como una ciudad dentro de la capital. Un ecosistema propio. De colores. Que amanece en oro y atardece en un algodón de azúcar. Y de valores. De la generosidad de antaño como una única gran familia. De la de todos juntos para crecer. De la de hacer las cosas poniendo siempre el corazón. De la de convivir, para que la vida de ayer sea la de siempre. Una eterna nostalgia. Y que se pueda palpar con lágrimas en los ojos.

Entonces, ¿Hasta dónde abarca Las Colonias? Hasta donde cada uno quiera.

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