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La devoción mariana de La Cinta, entre Colón y San Juan Pablo II

  • El santuario es de estilo gótico-mudéjar, del siglo XV, declarado BIC en 1993 La Virgen procesiona en un paso de plata que le regaló la ciudad en suscripción popular en 1940

En el cabezo más alto, dominando las Marismas del Odiel, como faro que ilumina a Huelva, se encuentra el santuario de Nuestra Señora de La Cinta a quien los hijos de esta ciudad veneran por su especial Patrona y Abogada de los marineros. Aquí es donde empieza la vida para el onubense, en el regazo de su manto protector que le acompañará un día a alcanzar el Cielo azul de El Conquero eterno.

La tradición popular traslada a un santuario de época visigoda, destruido durante el asentamiento musulmán, que es cuando se esconde la imagen de Nuestra Señora de La Cinta. Tras la reconquista cristiana se descubre la pintura de la Virgen, construyéndose un santuario en uno de los cabezos frente al río.

La cinta, en la iconografía mariana, es símbolo de consuelo, remedio y especial protección. La tradición recuerda la cinta o correa que la Virgen María dejó a Santo Tomás apóstol, a Santa Mónica, a un sacerdote de Tortosa y al zapatero onubense Juan Antonio.

La Virgen de La Cinta muestra en su mano izquierda una granada de oro, símbolo de las virtudes de María. El Niño, desnudo, a la derecha de la Virgen, calza zapatos y entre sus manos porta la cinta que le da nombre.

De la antigüedad de la icona mural hay quienes en la tradición la sitúan en la época visigoda, de los siglos V al VIII. Restaurado o pintado en parte, nada hay que se oponga a aceptar esta pintura como obra del siglo XV; presenta características de la pintura tardogótica, siguiendo modelos iconográficos de tradición bizantina, como es la Virgen Majestad. Sobre el sustrato bizantino se superponen elementos que denotan la asimilación ecléctica de influencias foráneas, como es la franco-gótica, en ese aire de elegancia y aristocrático; y la italiana, sobre todo sienesa en el rostro delicado. El actual santuario es de estilo gótico-mudéjar, del siglo XV, declarado Bien de Interés Cultural en 1993.

La dotación de la fiesta en el siglo XVIII lleva a la realización de una imagen procesional, una composición que reproduce literalmente la silueta de la efigie representada en la pintura mural de la ermita, obra del círculo de Benito Hita del Castillo.

La historia de la Virgen de La Cinta remonta su antigüedad al año 400. En Huelva vivía un zapatero llamado Juan Antonio que junto a su mujer, Lucía, acostumbraban a recoger a pobres y a regalar zapatos a los niños necesitados en la fiesta de la Natividad del Señor. Un día, de vuelta de Gibraleón, Juan Antonio sintió un fuerte dolor en el costado que le impedía continuar y que le obligó a bajar de su montura. En el suelo invocó a la Virgen de la Natividad, al extender el brazo encontró una cinta y ciñéndosela le desapareció el malestar. De vuelta a casa le contó lo sucedido a su mujer y en agradecimiento a la Virgen levantó una pequeña ermita donde su amigo el pintor Pedro Pablo dibujó a la Señora. La representó sentada, con el Niño desnudo en sus brazos, calzado y con una cinta en las manos, coronada de ángeles. Preguntado a Pedro Pablo por qué había pintado al Niño desnudo y con zapatos, respondió que por los que Juan Antonio y Lucía regalaban en el día de su santísimo nacimiento. A la Virgen, la representó con una granada por sus virtudes y coronada, lo que denota cómo la Santísima Trinidad la corona de todas sus virtudes y de todo lo creado. Y al Niño sujetando una cinta por el milagro que la Virgen María hizo con su devoto.

La invasión musulmana llevó consigo la ocultación de la imagen y el derribo de la ermita. Así permaneció hasta el año 1400, cuando Francisco Pedro, que conducía unas reses vacunas, fue acosado por un toro y encomendándose a la Virgen agarró unas matas altas junto a una heredad, con la pujanza que lo hizo derribó tierra y algunas piedras a la vez que descubría la milagrosa imagen. En ese momento acabó el toro arrodillado ante la Virgen de La Cinta. Francisco Pedro llamó a voces a la población que acudió al lugar. Agradecidos recortaron la pintura mural que llevaron hasta el sitio más alto, donde hoy está su ermita y dejaron señal junto al camino y para memoria del sitio.

La leyenda reafirma la invocación mariana y la permanente ayuda de la Virgen en esta costa al sufrir los ataques de los piratas berberiscos. Recuerda que la fe en María Santísima de La Cinta libera de todo cautiverio, como relatan las vidrieras del santuario, al referir la historia de la redención de un cautivo y de la conversión al cristianismo de la persona que lo retenía. Es la llamada Leyenda del moro.

La crónica colombina da cuenta de la invocación de Cristóbal Colón a esta Virgen marinera, el 3 de marzo de 1493, al ser sorprendido por una gran tempestad cuando regresaba del descubrimiento del Nuevo Mundo en La Niña. En acción de gracias el almirante acudió ante la Virgen de La Cinta, como cada año se recuerda en la renovación de este voto por la Hermandad de La Cinta y la Real Sociedad Colombina Onubense.

La devoción a la Virgen de La Cinta llevó, en 1602, a dotar los cultos de la Fiesta de la Natividad, por deseos de Francisco de Leiva y, en 1756, a fomentar su fiesta con procesión por la fundación de Francisco Martín Olivares.

El rostro de la Virgen y del Niño de la icona mural fueron destrozados en el asalto al santuario el 21 de julio de 1936, al inicio de la Guerra Civil. Una reproducción del artista Juan Padilla mostró a la Patrona de Huelva hasta su gozosa restauración y vuelta al culto el 18 de agosto de 1989.

Una devoción extendida en la población tan importante que por bula de León X, de 1516, su ermita fue provista de sacerdote. Un culto mantenido ininterrumpidamente hasta la actualidad.

Ese amor a la Virgen hizo que naciera su hermandad, cuyas reglas más antiguas son de 1567. Es el Gremio de Mareantes quien sostuvo sus cultos a lo largo de la historia, capitalizando la advocación de La Cinta el patronazgo marinero de los onubenses, tal como hoy se le sigue invocando.

La Virgen de La Cinta caló en la devoción de los onubenses, que al menos desde 1586 el cabildo secular la invocaba como Patrona. Lo que se refrendó canónicamente en 1964 por bula de Pablo VI. Ese amor le llevó a que fuese coronada canónicamente por el cardenal Eduardo Martínez Somalo y el obispo de Huelva, Rafael González Moralejo, el 26 de septiembre de 1992, en la clausura de los Congresos Mariano y Mariológico, por bula del Papa San Juan Pablo II.

El momento más importante de la devoción se vivió el 14 de junio de 1993 cuando el papa San Juan Pablo II se arrodilló agarrado al paso para rezar a la Virgen de la Cinta, que presidió la eucaristía celebrada por el obispo de Roma en su peregrinar en Huelva para clausurar el V Centenario del Descubrimiento de América.

Uno de los homenajes del pueblo de Huelva es el nombramiento de alcaldesa perpetua de la ciudad, por acuerdo de su Ayuntamiento de 29 de agosto de 1956, concediéndole la medalla de oro, reconocimiento que se renovó en 1992, cuando se le ofrece de nuevo la medalla de la ciudad.

En 1940, el pueblo de Huelva le regaló por suscripción popular su paso de plata, obra de Manuel Seco; enriquecido por Jesús Domínguez, en 1963.

El Ayuntamiento celebra desde 1863 la Feria de Nuestra Señora de La Cinta, declarada en 2005 de Interés Turístico Nacional.

3 Para saber más

Historia de la devoción y culto a Nuestra Señora de La Cinta, Patrona de Huelva. Diego Díaz Hierro. 1967.

Escultura Mariana Onubense. Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza. 1981.

Proceso de restauración de la pintura mural de la Virgen de La Cinta. Mauricio J. López Madroñero y María Luisa Gómez Pérez. 1992.

La Cinta, Santuario de fe y amor onubense. Eduardo J Sugrañes Gómez. 1997.

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