La Casa de la Chanca de Huelva (y II)

Historia menuda

La Casa de la Chanca de Huelva (y II)
La Casa de la Chanca de Huelva (y II)

15 de agosto 2011 - 01:00

TENEMOS que hacer hincapié en las relaciones de los nobles con los empresarios de almadrabas, que se situaban en un cierto plano de igualdad. Así, en el libro inédito titulado La tradición marinera de Huelva, del historiador Antonio José Martínez Navarro, podemos leer:

"… El Duque está obligado a no conceder autorización para la instalación de otra almadraba de buche desde la barra de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda hasta la de Ayamonte, ni tampoco almadraba de tiro desde el río del Loro (?) hasta la mismísima barra de Ayamonte".

Los capitanes o inspectores que supervisaban todas las operaciones de la almadraba tenían que ser propuestos por la Compañía, dándoles luego el visto bueno y concediéndoles el correspondiente título el Sr. Duque. Los salarios de estos encargados corrían por cuenta de la Compañía.

Las ganancias o pérdidas que pudieran surgir en los ocho años de arriendo de la almadraba se distribuían de la forma siguiente: un veinte por ciento iba a la faltriquera del Sr. Duque, y el resto, esto es, el 80%, iba destinado a los integrantes de la Compañía, acordes las partes con lo que hubiera aportado a la sociedad económica constituida.

A través de la documentación investigada hemos observado que la utilización de una almadraba estaba asentada sobre un contrato ante notario en el que ambas partes (dueño de la almadraba y arrendador) se comprometían a cumplir una serie de condiciones vertidas en él. Pero, ¿qué ocurría cuando una parte, o las dos, no cumplían con absoluto rigor las condiciones estipuladas?

Como buen paradigma tenemos el incumplimiento del contrato celebrado en 1835 (1) entre el Sr. Marqués de Villafranca y don Juan Domínguez. Al marqués le embargaron todos sus bienes, y Juan Domínguez, el arrendatario, falleció al segundo año de iniciarse el acuerdo. Pues bien, como no era cuestión de perder los beneficios que la almadraba Tuta, sita en Isla Cristina, podía proporcionar, se firmó un contrato entre la Caja de Amortización de Sevilla y don José Milá, de Isla Cristina.

Como cuando acaeció el incumplimiento habían transcurrido sólo dos años de los diez convenidos, la Caja de Amortización (no sabemos si depositaria de los bienes del noble castellano, aunque más bien nos parece que embargadora de los mismos y, por lo tanto, propietaria) cede todos los enseres "incluso los almacenes contiguos a el Palacio de Huelva y los de Isla Cristina, en la cantidad anual de 10.000 reales de vellón, que es la misma en la que se arrendaron al Domínguez...", gastos que se deducirían de la venta del atún. Pero, ¡para qué seguir...! si, en definitiva, el contrato siguió cumpliéndose puntualmente entre las dos nuevas partes, y que, en líneas generales, siguen otros ejemplos antes aportados. Como datos de interés añadamos que don José Milá ofrece como garantía de su solvencia "una casa principal, y es la de su habitación calle del Berdigón de esta población. Otra casa en el Callejón denominado del Agua... y una Casa Lonja en la Calzada".

Ya hemos visto la gran tradición almadrabera de Isla Cristina, con chancas y fábricas, que tuvo lotas o lonjas de venta de atunes para elaborar la pesca de su almadraba. También Pascual Madoz, en su obra titulada Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar. Huelva, nos aserta esta opinión:

"... la mayor parte de los moradores de esta isla [Isla Cristina, apuntamos nosotros] se ocupan en la pesca, cuyo ejercicio constituye el principal ramo de su riqueza, el cual lo hacen en tres almadrabas de atún, cuyos aprestos consisten en unas 200 anclas de hierro de varios tamaños, multitud de cables de esparto y cáñamo y piezas de red de las mismas materias, que se prolongan alguna más de 1/4 de legua, en cada una de estas almadrabas se ocupan sobre 125 hombres. Otra de la pesca de más consideración es la de la sardina, que se hacen con varias barcas, jabegas, con sus competentes redes de cáñamo y cuerdas. La mayor parte del pescado que se saca, se sala y elabora en más de 30 fábricas que hay al efecto y después conservadas, prensadas y embotadas, se embarcan para diversos puntos del Mediterráneo en buques de 50, 60 o más toneladas...".

En la actualidad, esta explotación se sigue practicando en la bella Isla Cristina, y sus marineros siguen disfrutando de una de las viñetas más grandiosas que acontece en las relaciones del hombre con el mar, porque una levantada de atunes de 150 ó 200 kilos de peso y de 400 ó 500 ejemplares es un espectáculo sorprendente, de una luminosidad reverberante, escena de vitalidad y de absoluto dominio de los elementos de la Naturaleza, conseguida por la inteligencia del hombre, aun con los estertores aparatosos que a la pesca le ofrece la muerte.

Pero, continuemos con la historia de la Casa de la Chanca. Ésta debió quedar bastante dañada, como la mayoría de las edificaciones que se levantaban en Huelva, por el terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755. Tras las reparaciones necesarias para continuar con el fin a que se le destinaba, continuó la Casa de la Chanca desarrollando un papel importante en la economía de la villa del Tinto y del Odiel.

Inma Gallego publicaba en el diario Huelva Información del lunes, 18 de julio de 2011, un interesante artículo del que tomamos lo que sigue:

"… Era la única almadraba de buche que calaba la Casa Ducal, que mantuvo el monopolio de explotación de las almadrabas hasta el año 1817, cuando el Marqués de Villafranca, heredero del Ducado, pierde dicho privilegio, no obstante, asociados con empresarios de Huelva, Isla Cristina y Ayamonte, siguió explotando esta almadraba hasta la década de 1850, pero ya entonces, desaparecidos los señoríos, los atunes se comercializaban y salaban en la Higuerita y en el Terrón.

Cuando el negocio salazonero se desplazó a Isla Cristina, tenía poco sentido seguir manteniendo en Huelva la Casa de la Chanca, por lo que el 5 de junio de 1860, a través de su apoderado, Francisco García Goyena -jurista que impulsó la redacción del primer Código Civil y que era funcionario en Huelva- vendió, como consta en el Archivo Histórico, "una casa en la calle de Las Bocas de esta villa llamada La Chanca". El destinatario fue Rafael Hernández, y la transacción se formalizó ante el escribano Manuel Sánchez Levanti. Dicha vivienda, como figura en los registros de la desaparecida Contaduría de Hipotecas de Huelva, se encontraba situada en la esquina de la calle de Las Bocas con los Barridos, y tenía impuesto un censo desde 1790…".

Los días de la Casa de La Chanca estaban contados. Así, poco después es derribada. En 1864 (2), según reza en un documento perteneciente al Archivo Histórico Provincial de Huelva, se levanta la bonita construcción actual por orden de la firma huelvana Hijos de Vázquez López y Compañía, lindando esta finca urbana por la derecha con casa de Francisco de la Corte, calle Duque de la Victoria y, al fondo, la calle Barcelona, teniendo una superficie de 1.161, 80 metros cuadrados (superficie construida, 616 metros cuadrados).

En el mismo documento y teniendo las sedes de sus comercios en el edificio que historiamos, fechado en 1966 y ubicado en la entonces calle General Sanjurjo (actual calle Bocas) número 5, figuraban como contribuyentes urbanos prestigiosos industriales como Abelardo Arcos Arenas (Comercial Arcos), Manuel Martínez Baena (Bar Central), Aquilino Vidal Gómez (Casa Aquilino), J. Rivero Nogales (Casa Rivero), Francisco Gómez Ruiz, María Muñoz Sánchez, Esperanza Domínguez, Saturnino Prieto…

Por todo lo anteriormente expuesto, queda claro que la edificación actual no es la Casa de la Chanca que utilizaban los nobles, pero todos sentiríamos, si fuese derribada, que perderíamos algo nuestro. En este sentido, esta vivienda tiene un valor sentimental para los ciudadanos onubenses.

El derribo de este edificio, que, por cierto, no desentona con el entorno y que alcanzaría más belleza si se pintase de color blanco, pasaría desapercibido en otras ciudades que se vanaglorian de poseer un rico patrimonio histórico-artístico. En Huelva, sentiríamos su desaparición, ya que nuestra capital necesita la supervivencia de lo antiguo. Es más, Huelva tiene que compararse consigo misma en estas cuestiones del Patrimonio y lo que para otras ciudades no les merecería la pena, para nosotros es fundamental. En definitiva, creo que la, llamémosle así, "segunda Casa de la Chanca", por el valor sentimental que tiene para los onubenses, debe continuar en la calle de las Bocas para darle ese tipismo y belleza a la calle y para deleite de las futuras generaciones.

stats