Los monstruos marinos de nuestra costa
historias del verano
Desde el siglo XVII se habla de las grandes criaturas encontradas fosilizadas en los cabezos que surcaban nuestro litoral como hoy

Fray Pedro de San Cecilio, cronista de la Merced Descalza, ya hablaba en 1669 de aquellos "disformes gigantes" encontrados en los cabezos que respaldaban la huerta del convento de la Merced. Anduvo mucho hacia atrás y no dudó en hablar del Diluvio Universal y de otros hombres que habitaban esta zona y asegura haber visto "huesos de algunos de ellos" de "increíble grandeza" y deja constancia de que personas ancianas habían hallado allí una calavera descomunal. En este deseo de enmarcar a Huelva en el Diluvio Universal, Juan Agustín de Mora en 1762, en su libro Huelva Ilustrada vuelve a hablar de gigantes y sitúa a algunos esqueletos en un desprendimiento de cabezo en la calle Puerto. Esqueletos, sin duda, de ballenas como el que reconoce que también se había encontrado en la ribera de Huelva. De manera más científica el primer trabajo en el que se menciona de forma expresa el rico patrimonio paleontológico de Huelva es el llevado a cabo por Gonzalo Tarín en 1878. Con el tiempo la ciudad ha ido comprobando cómo afloran estos restos fósiles de los cetáceos y así, por ejemplo, Francisco Montero Escalera, en su Aires de Bacuta, da a conocer al hablar de estos monstruos marineros varados en las entrañas mismas de los cabezos de El Conquero que había quienes tenían la curiosidad de guardarlo a modo de su particular museo, como era el caso de José Muñoz, vecino de Las Colonias, que los había hallado en las canteras de arcilla de su fábrica de ladrillos. Fósiles que han ido llamando la atención a los onubenses y que en tiempo cuando la ciudad contaba con más cabezos y estos sin encontrarse protegidos por muros, era fácil observar en las riadas los fósiles de grandes almejas que iban arrastrando.
Aquellos grandes monstruos marinos se fueron desenterrando y aún hoy aparecen en nuestros cabezos, que cubren las margas del plioceno y nos vienen a contar que todo esto se encontraba cubierto de agua, llegando incluso hasta la zona de Niebla. Desde donde es fácil ver la entrada del mar por el río Tinto, que se expande en las marismas que llegan hasta Lucena y San Juan, las dos localidades con sus puertos en antaño.
El descubrimiento más mediático fue el que se produjo en el cabezo Colombo, donde hoy se ubica la Plaza de la Capitalidad. El hallazgo se produjo en el desmonte del cabezo y hasta Huelva se desplazaron, por indicación de la Delegación de Cultura, especialistas del Instituto Cabanillas de la Universidad de Valencia, quienes hablaron que estábamos ante una ballena de 15 toneladas y de entre 12 y 14 metros de tamaño. Encontrada a unos 10 metros desde la cota máxima del cabezo antes de iniciar el desmonte, quedó varada en lo que fue una playa. Con ello es fácil pensar que esa playa estaría al nivel de lo que hoy es la calle Jesús de la Pasión, donde aparecieron otros ejemplares.
El hallazgo de la ballena habría que situarlo en el plioceno inferior, entre 3 y 4 millones de años trás, la mucha información ofrecida por los buenos restos arqueológicos la sitúan en la familia de la balaenoptera.
Aquel gran hallazgo de 2001 acabó en el Museo Provincial de Huelva, donde hoy se guarda en algunas cajas, lejos de contemplarse un proyecto de exposición ni de esta ni de otros ejemplares hallados. Lo que sí se ha visto alguna que otra vez es una gran vértebra procedente de otro hallazgo anterior en nuestra Ría.
De aquellas ballenas también son los restos óseos que se encuentran muy diseminados en la playa de El Portil, que fruto del combate del mar con el cabezo han ido aflorando y es fácil encontrar en la misma orilla hasta no hace mucho tiempo. Ahora sería más difícil, por el trasvase de arena debido a los cambios en la playa por los temporales. Queda como reflejo de aquellas ballenas la entrega que realizaron varios jóvenes al Museo de Huelva.
La verdad que la paleontología no ha tenido mucha suerte en nuestra provincia. Así que lejos queda el proyecto de centro de interpretación del patrimonio paleontológico de la provincia de Huelva que se iba a poner en marcha en Lepe, tras la firma de un convenio firmado en 2006.
Lo triste es que el Museo del Mundo Marino que tenía vocación también para mostrar estos de grandes ejemplares, hasta donde fue desplazado algunos esqueletos de ballenas, se encuentre en la actualidad abandonado a su suerte y con las piezas reubicadas en otros sitios, incluso fuera de nuestra provincia.
Atractivos turísticos que se van perdiendo, pero igualmente no hay que dejar de reconocer el valor científico de nuestra provincia en cuestión de paleontología que es atractivo científico y, desde luego, para conformar un Museo del que mucho se podía hablar.
Al igual que aquellas ballenas que quedaban varadas en las orillas de las playas del plioceno, hoy se pueden ver en nuestras costas, la última hace escaso unos meses. Provocan la curiosidad y el asombro para la mayoría encontrarse en alguna una ballena varada en las playas de nuestras costas.
De la misma forma que sorprendieron a los onubenses que en 1912 se encontraron un gigantesco ejemplar, objeto de la publicación con fotografía incluida en las páginas de Ciencia y curiosidades de la edición a nivel nacional de Mundo Gráfico. El pie que acompañaba a la fotografía realizada por Garrido señalaba lo siguiente, destacando su gran tamaño: "Curioso ejemplar de pez Júpiter, de diez y ocho metros y medio de largo y tres de diámetro, aparecido en la costa de Huelva, y que está siendo objeto de general curiosidad".
La verdad que sí, por el aspecto que presentaba rodeado de numerosas personas, algunas de pie o sentadas en el cetáceo.
Se trata esta de la más antigua referencia que tenemos de un ejemplar de ballena de gran tamaño aparecido en nuestras costas. Otro ejemplo curioso es el gran Moby Dick que apareció el 12 de mayo de 1952 en la playa de Matalascañas conocida como Torre Carbonera, "concretamente en el punto en el que el mar forma linde con el coto de Doñana", señalaba la crónica de la época. Esta vez cayó por un arpón, se trataba de un ejemplar de 27 metros de largo y con más de 20 toneladas de peso.
A lo largo del tiempo fueron apareciendo otros muchos ejemplares, lo que da una idea de lo que entrañan las aguas oceánicas de nuestras costas.
En este tiempo se tuvieron casos especialmente curiosos, como es la cría de ballena que apareció el 26 de febrero de 2004 en la playa de la Bota y que pudo ser liberada gracias a la participación de técnicos del Seprona y de Medio Ambiente. Era de la especie rolcual aliblanco, de tres metros de larga.
Más complicado fue liberar a una ballena yubarta de unos ocho metros que había quedado atrapada en el puerto deportivo de Mazagón. Los Bomberos la llevaron hacia mar adentro pero al final volvió a la playa, lo que creó una gran expectación ya que estábamos en pleno verano, a finales de julio de 2007. Llegaron técnicos del Centro de Recuperación de Especies Marinas de Málaga para comprobar el estado de la ballena. Pudieron observar que tenía la mandíbula rota, una aleta desencajada y estaba cubierta de parásitos, por lo que habría llegado a la orilla para morir, algo que se esperaba durante esa misma jornada de vuelta a la orilla.
A finales de noviembre de 2008 hay una ballena yubartat o jorobada que sí consigue volver al mar una vez que había quedado varada en la playa de Doñana, en Torre Carboneras, después de permanecer atrapada en una red de pesca. Fueron casi ocho horas en la playa en las que fue hidratada hasta que subiera la marea, gracias a las labores de la Estación Biológica de Doñana, Egmasa y la Guardia Civil. Se trataba de un ejemplar joven, de dos años, de unos siete metros de longitud.
En años posteriores tuvieron menos suerte otros ejemplares que llegaron a las playas de nuestras costas. En pleno mes de agosto apareció para la curiosidad de todos una ballena de diez metros de longitud en la zona de Playa Chicago de Mazagón, donde falleció sin que pudiera ser devuelta al mar. En el cuerpo del cetáceo se pudieron observar varias heridas, aunque se desconocían las causas de la muerte.
Sorprendente también fue la llegada de una ballena rorcual de diez metros de longitud hasta la misma Ría de Huelva, que quedó varada en las inmediaciones de la avenida Francisco Montenegro. La ballena fue encontrada a finales de marzo de 2014 con vida, pero fallecería al poco tiempo. Fue trasladada hasta uno de los tinglados en el Muelle de Levante para analizarla e intentar averiguar las causas de la muerte, que se describió como parásitos por nematodos -unos gusanos que parasitan el estómago de una gran variedad de mamíferos marinos-. Esta infección había afectado a órganos como los riñones y al aparato circulatorio y bloqueó los vasos sanguíneos, por lo que estimaron que llegó a la ría moribunda.
Al poco tiempo, en el mes de mayo, volvía aparecer otra ballena muerta en la playa de El Portil. Era la tercera encontrada desde el mes de abril, cuando se halló un cetáceo de unos diez metros y de unas ocho toneladas de peso, que apareció muerto en una playa de Matalascañas. La necropsia señalaba que el animal podría haber muerto al tener costillas fracturadas y varias hemorragias internas.
En el mes de mayo de 2016 aparecen dos ballenas, una de ellas de nueve metros en la zona costera de El Asperillo, se trataba de una yubarta o ballena jorobada. La otra se encontró en la playa de Punta del Moral, era una cría que se devolvió al mar pero que al final apareció muerta en la playa del Espigón. Dos casos que según los técnicos no tenían nada que ver entre ellos. Aquella ballena de Punta del Moral promovió la creación de la asociación ayamontina AmorAlMar que hoy limpiará su playa.
En julio de ese mismo año en la playa de los Enebrales de Punta Umbría vuelve la curiosidad de los bañistas al aparecer el cadáver de un cachalote de unos tres metros de largo.
En lo que va de año aparecieron dos ballenas, una de ellas el pasado 11 de enero, se trataba de una ballena jorobada de unos 7 metros de longitud, en la zona entre Mazagón y Matalascañas. Es el quinto varamiento en la zona de Doñana desde que la estación biológica tiene registros, aparecieron otros cuatro anteriores en 2007, 2008, 2011 y 2016.
Esos monstruos marinos, como los describían en las antiguas crónicas, siguen provocando la curiosidad y llenando las pantallas. En estos meses el cine ha hecho revivir a dos grandes criaturas del terror prehistórico, como fueron el tiranosaurio de Jurassic World 2 y el tiburón prehistórico de Megalodón.
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