"Parece mentira que lugar tan pobre y tan humilde haya sido cuna del más grande acontecimiento que registra la historia".
Estas son palabras de Vicente Blasco Ibáñez refiriéndose al convento franciscano de La Rábida pronunciadas hace ahora cien años. Las reproducimos en este largo puente colombino del 12 de octubre que nos vuelve a unir con América.
Blasco Ibáñez se presenta aquí como esos otros muchos viajeros que recuerdan épocas decimonónicas, pero que en todo momento se quedaron fascinados del lugar y la importancia del encuentro con nuevas tierras y culturas allende el océano.
Andaba el escritor valenciano en una nueva producción literaria sobre los lugares olvidados y llegó a uno que nunca olvidado por quienes formamos esta provincia pero sí huérfanos de ese calor internacional que debería ser más intenso y comprometido, lejos de discursos en efemérides que se desvanecen a las semanas posteriores.
La visita de Blasco Ibáñez, el 19 de julio, tuvo repercusión más allá de los medios locales.
Acompañado por el artista sevillano Juanito Lafita, venía de la capital hispalense recorriendo Moguer, Palos y La Rábida, tomando “apuntes para las obras que prepara”, dice La Provincia. Las mismas “serán de evocación del pasado, no de reconstitución histórica”.
Blasco Ibáñez recorría en esos días los lugares que habrían de servir de escenarios a los libros que preparaba sobre la España olvidada. Desde Sevilla marcharía a Extremadura.
En Huelva almorzó en el Hotel Internacional. Llegó en coche y estuvo poco tiempo por lo que prometió volver.
Blasco Ibáñez alerta de que “España pasa actualmente olvidada para el mundo, no desconocida, pero sí olvidada con un olvido tan absoluto que aterra”.
Para sacarla de ahí se propone “una serie de novelas”, llevándolas a los lugares histórico con una primera titulada A los pies de Venus. “Recogeré los momentos culminantes del Renacimiento” y habla, además, del “asombro universal ante la noticia de que tres barquitos que salieron del puerto de Palos a recorrer el Imperio de la China habían vuelto después de descubrir un nuevo continente”.
Adelanta Blasco Ibáñez otras novelas como la que luego publica en 1929 En busca del Gran Kan (Cristóbal Colón). Aquella visita le sirvió de mucho para sentir el espíritu colombino.
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