Almenaras: Torres vigías en la Costa de Huelva
Hoy se mantienen de forma desigual, algunas se pierden como Zalabar en Doñana
Fondos para recuperar la del Catalán y actos vandálicos en la de Canela
Desde que Felipe II accedió al trono concibió la idea de fortificar la costa de las actuales provincias de Cádiz y Huelva, desde Gibraltar hasta la desembocadura del Guadiana, mediante la construcción de unas cuarenta torres almenara de nueva planta, en lo que viene a ser el primer ejemplo de una intervención estatal en esta materia dotada de una cierta escala territorial. Y es que estas costas, casi despobladas y desguarnecidas, se veían expuestas, principalmente desde primavera a otoño, al desembarco de los corsarios turco-berberiscos, los cuales saqueaban los escasos poblados existentes y se llevaban cautivos a sus habitantes, a los pescadores de bajura que faenaban por esta aguas o a las personas que transitaban por los caminos próximos al litoral.
La orilla suratlántica comprendida entre las desembocaduras del Guadalquivir y del Guadiana, marcada por un clima casi permanente de violencia e inestabilidad y dotada por tanto de verdaderos rasgos fronterizos, se caracterizaba por una ausencia casi absoluta de estructuras defensivas, pues los castillos urbanos de Huelva, Cartaya, Lepe o Ayamonte quedaban bastante retirados de la línea de costa, así como por un bajísimo nivel de poblamiento.
En este marco tuvo lugar la elaboración del referido plan defensivo. La misión de estas torres era la de transmitir señales por medio de fuegos encendidos sobre sus cubiertas y así comunicarse y avisar de las situaciones de peligro que se presentasen a otras almenaras cercanas y a las poblaciones del interior. Aunque fueron dotadas de artillería, de poco hubo de servir esta medida, excepto en la entrada de los ríos y en las proximidades de lugares habitados, pues, situadas dichas torres a más que considerable distancia unas de otras, dejaban mucho terreno sin batir.
El encargado de la elaboración y seguimiento de este plan de fortificación del litoral andaluz fue de Luis Bravo de Lagunas, comendador de la Orden de Alcántara y comisionado por el rey para tal efecto, quien entre marzo y agosto de 1577 recorrió la costa onubense realizando gestiones encaminadas a la materialización del plan previsto. La resistencia inicial de los habitantes y de autoridades concejiles y señoriales de la zona a hacerse cargo de la edificación de las torres proyectadas tuvo como consecuencia una notable demora en la ejecución de sus fábricas, cuyas obras no comenzaron hasta 1586 y no fueron terminadas hasta 1638, y no la de todas, puesto que algunas de las torres propuestas nunca llegaron a realizarse. Unas torres especialmente historiadas por Luis de Mora Figueroa en su libro ‘Torres de almenara de la costa de Huelva’.
En la actualidad las torres tienen desigual conservación y algunas de ellas han desaparecidos, según nuevas aportaciones históricas en las que hablan de tres torres más que se unirían a las que conocemos en la actualidad y de las que sí existen vestigios arquitectónico.
La Torre Arenilla también se conserva bastante bien y tiene un recinto que la protege y permite su perfecta visión, aunque se encuentra rodeada de tanques industriales que parecen competir con su gran volumetría.
Una de las actuaciones más interesantes realizadas en el entorno de una de las torres de almenara se llevó a cabo en Torre Canela en 2001, donde se invirtieron 10 millones de pesetas de los fondos Feder. Una rehabilitación en la que se recuperó las partes deterioradas y se reconstruyeron accesos para que los visitantes puedan acceder al interior. Estos trabajos llevaban aparejados la recuperación y el adecentamiento de la parcela sobre la que se asienta, con área de esparcimiento. Sin embargo, a día de hoy el deterioro es más que evidente al haber sido objeto del vandalismo, en bancos, instalaciones eléctrica y en la jardinería.
Igualmente hay que destacar que la Torre del Catalán o Torre de Sierra Bermeja, en La Antilla, pasó a manos del Ayuntamiento de Lepe en una subasta pública en a que se sacó este BIC por su propietario que tenía una deuda con la Agencia Tributaria, con lo que pretendía reducir la misma. Así el consistorio lepero consiguió hacerse con ella por 39.000 euros, ahora hay prevista una inversión de 440.000 euros, dentro de una actuación del programa Edusi Lepe 2020. Se procederá a la restauración de la torre y la adecuación del acceso a la misma y su entorno y la construcción de un centro de interpretación. En este proyecto se contará con la colaboración de Endesa que pondrá a disposición del ayuntamiento los terrenos del entorno de la torre.
La Torre Umbría se encuentra en un espacio restaurado y son de las que también se conservan en buen estado, aunque el mayor problema llega con la plaza que está convertida en aparcamiento público. Mientras, el consistorio que adecentó la misma se encuentra ahora en pleito con el Estado por la titularidad de la finca, un procedimiento que inició en 2015 cuando Patrimonio del Estado la quiso inscribir a su favor. El Consistorio consiguió entonces que se le reconociera judicialmente le pleno dominio de esta parcela. Un conflicto que llegado al Tribunal Supremo se le ha atribuido al Estado la propiedad de la finca al no admitir la reclamación del Consistorio.
Las torres de Doñana siguen una conservación desigual, levantadas en la playa de Castilla la de Carbonera y San Jacinto, sin embargo la de Zalabar de la que se conservaba la mitad de ella hoy está casi perdida.
Es lo que le ocurre a la de la Higuera de la que se conserva solo la zapata de la misma, convertida en un hito en la playa. La de Torre del Río del Oro se mantiene un pequeño trozo, mientras que la del Asperillo está prácticamente engullida por el mar.
A lo largo de los siglos de vigilancia y tras el abandono que sufrieron cuando ya no tenían funcionalidad algunas desaparecieron. Es lo que aportan los investigadores Antonio Mira Toscano, Juan Villegas Marín y Juan Luis Carriazo, quienes señalan la existencia de tres torres más, en interesantes trabajos históricos. La de el Terrón, a parte de la del Catalán, en Lepe; la de Marijata, en Nuevo Portil; y la de Morla, entre la de Arenilla y Río del Oro, en el término de Palos de la Frontera.
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