Aguilar advierte de que sin libertad de prensa el resto de libertades se oxidan

Cursos de verano de la unia

El periodista cree que los medios de comunicación han desertado en aras del 'low cost'. En su opinión, el periodismo actual carece de "agua potable": contextualización y esclarecimiento.

El periodista Miguel Ángel Aguilar, durante la presentación del curso 'Mundo contemporáneo, cultura de paz y conflictos internacionales'.
El periodista Miguel Ángel Aguilar, durante la presentación del curso 'Mundo contemporáneo, cultura de paz y conflictos internacionales'.
Elena Llompart La Rábida

19 de julio 2016 - 01:00

Cincuenta y siete años han pasado desde que Miguel Ángel Aguilar pisó La Rábida por primera vez. Ayer volvió a hacerlo, junto a todos esos buenos recuerdos que atesora y que mantiene intactos. Regresó con el tono sosegado propio de la experiencia y, sin embargo, sin que su discurso, crítico y libre, haya perdido un ápice de pasión. De pasión y libertad, precisamente, habló el presidente editor del semanario Ahora y colaborador de la Cadena Ser antes de ofrecer una ponencia en un curso de verano de la UNIA dedicado al Mundo contemporáneo, cultura de paz y conflictos internacionales. Esta propuesta formativa se desarrolla hasta el próximo viernes bajo la dirección del catedrático de la Universidad de Córdoba Fernando López Mora.

El que fuera columnista de El País, medio al que estuvo vinculado durante la friolera de 35 años (fue cesado en diciembre, tras verter unas críticas sobre la prensa española en The New York Times) fue tajante a la hora de abundar en los retos del periodista actual. Estos son, a su juicio, "los de siempre". Porque, aunque la tecnología ha cambiado, no ha ocurrido lo mismo con el ser humano y, para muestra, un botón.

Basta leer, por ejemplo, a Horacio o a Shakespeare, dos autores que recomendó, para comprobar que las pasiones del ser humano no han cambiado en absoluto. "Se expresan de diferentes maneras, ahora hay otras herramientas, pero hay que contar las cosas para defender a quienes las padecen y permanecer en la indeclinable defensa de las libertades", señaló. Según destacó, la libertad de prensa es emblemática porque tiene la capacidad de generar, animar y promover el resto de las libertades. De este modo, "sin la libertad de prensa, las demás acaban padeciendo u oxidándose".

Tal y como reconoció, los periodistas atraviesan "una situación muy deprimida", dudan de sí mismos y desconocen si todavía les corresponde alguna tarea. En esta coyuntura, señaló que algunos profesionales usan las nuevas tecnologías -ese genio que ya no hay manera de encerrar de nuevo en la botella- para buscar una vía de escape, mientras que otros las maldicen. Para explicar cuál es la salida ante este panorama, recurrió a dos ejemplos: las aduanas y ETA. ¿Habría que recuperar las fronteras para que los aduaneros no pierdan su empleo? ¿Habría que mantener el terrorismo como un sistema de promoción de empleo para que los profesionales de la seguridad mantengan su trabajo? La respuesta cae por su propio peso. Lo que se impone es abordar "qué nuevos empleos, actividades o dedicaciones se pueden buscar" para todos ellos.

Si se extrapolan ambos casos al ámbito de los periodistas, Aguilar considera que lo que deben encontrar es "lo que justifique su existencia" en lugar de ampararse en la criminalización de las empresas o de las tecnologías: "¿Usted qué función está cumpliendo? Porque, como ocurre muchas veces en las grandes inundaciones físicas, en medio de la inundación informativa en la que vivimos también falta el agua potable", indicó. La ausencia de agua potable, bajo su punto de vista, no es otra cosa que la "improrrogable" carencia de verificación, contextualización y esclarecimiento.

"Está la gente con el agua al cuello, pero ese agua está contaminada y no se puede beber. Y sin agua, no se puede resistir. La gente no tiene la inteligibilidad de las cosas, está aturdida por impactos noticiosos a la velocidad de la luz y todo se resume en 14 palabras. Pero no se enteran y están aturdidos", manifestó. No en vano, todos conocen una noticia, pero ninguno se ha enterado en qué consiste. Clarificarlo, según apuntó, es el trabajo esencial del profesional de los medios.

Sin embargo, para Aguilar los medios de comunicación han desertado "en aras del low cost" y, en vez de ofrecer un periodismo más depurado y esclarecedor, creen que lo oportuno es recortar costes y medios. "Así, en lugar de disponer de una redacción de 1.400 personas, se trabaja con 200. O con un grupo de ujieres que tenga usted por ahí. Pues nada, corta y pegue", ironizó. Por ello, aunque sea recurrente aquello de que el público ha abandonado a los medios de comunicación, la realidad -en sus palabras- es que "mucho antes la prensa abandonó a los lectores al dejar de darles lo que querían y malinterpretar muchos síntomas sociales".

En este punto, valoró que los países son mejores con medios comprometidos y excelentes que sin ellos: "Vale más el Reino Unido con el Financial Times y el Economist; o Alemania con Die Zeit, Der Spiegel y el Frankfurter; o Francia con Le Monde o Le Figaro que sin ellos". En este sentido, remarcó que la degeneración de las cabeceras de referencia es un valor sustraído a la propia nación, al tiempo que apuntó que si se renuncia a la independencia, a la calidad y al trabajo en favor del entendimiento y el esclarecimiento "nos irá mal".

Aguilar sostuvo, por otra parte, que los medios de comunicación son como la energía nuclear. De uso pacífico, incluso terapéutico; o de uso brutal y aniquilador. Dicho con otras palabras: la prensa puede difundir la concordia, la convivencia y sacar de los ciudadanos lo mejor de sí mismos, o puede divulgar el encono o el antagonismo. En este último campo, apuntó que las guerras ya calientes "no se explican sin una preparación mediática previa".

En su opinión, de la misma manera que para que avance la infantería primero la artillería prepara el terreno y arrasa la resistencia que puedan encontrarse los infantes o igual que desde el aire se establece la superioridad con un bombardeo, en las sociedades democráticas, para llevar a cabo un compromiso bélico, "primero hay que preparar a la opinión pública, hay que lanzar a los periódicos a hacer el dibujo infernal del enemigo y a sumar adeptos a la causa".

En todo caso, suceda lo que suceda, nada permanece inalterable tras haber sido difundido como noticia y cualquier hecho extraído del nicho en que se ha producido y transformado en noticia "se altera y deriva efectos no calculados o previstos". No en vano, si antes los estímulos noticiosos provenían de un entorno mucho más limitado, su alcance era más acotado y "lo demás parecía que no nos afectaba o que nos iba a afectar a un plazo más largo", ahora todo esto ha cambiado.

"El dar cuenta mediáticamente de los acontecimientos modifica a esos acontecimientos. Lo acabamos de ver en Turquía. Al informar de lo que está pasando, se altera eso mismo que está pasando y se desencadenan unas reacciones que interfieren con el acontecimiento tal como está previsto o programado", concluyó.

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