Sur l'Adamant | Festival de cine de Sevilla

La nave de los locos

Uno de los singulares pacientes y visitantes de L'Adamant.

Uno de los singulares pacientes y visitantes de L'Adamant.

Nicolas Philibert (La ciudad Louvre, El país de los sordos, Ser y tener) se suma ahora a otros maestros del documental como Frederick Wiseman (Titicut follies) o Raymond Depardon (San Clemente, Urgences, 12 jours) en su acercamiento a la enfermedad mental y los centros psiquiátricos en este Sur l’Adamant con el que ganó el Oso de Oro en la pasada Berlinale.

A diferencia de sus colegas, lo hace desde la fe en un sistema sanitario público, objeto también de su anterior trabajo, En todo momento, que aún puede permitirse un experimento excepcional como el que viven pacientes y personal médico en el centro de día flotante atracado en el Sena llamado Adamant, un proyecto que, desde 2010 y dependiente del Hospital de Saint-Maurice, acoge a enfermos mentales de varios distritos parisinos para realizar con y junto a ellos una serie de actividades terapéuticas que pasan por el fomento de la creatividad a través de distintos talleres de pintura, escritura, danza o incluso un cineclub donde se proyectan películas de Fellini, Truffaut o Kiarostami.

Philibert se sitúa como observador discreto, a veces interpelando a los pacientes de esta particular y extraordinaria nave de los locos, para retratar el día a día y las dinámicas del centro, pero sobre todo para escuchar y conocer hasta donde es posible a estos pacientes voluntarios que han encontrado en el Adamant una suerte de refugio y una particular familia lejos de las disciplinas de la psiquiatría convencional.

Un innegable espíritu humanista y empático atraviesa un filme que espiga testimonios y traza esbozos de retratos con respeto y cercanía, buscando evitar el paternalismo o la condescendencia aunque sin una estructura narrativa clara. En el proceso de acompañamiento, que coincide además con los días de la pandemia, emergen personajes singulares, fascinantes y lúcidos, hijos perdidos del 68, músicos y poetas, también tipos autoconscientes de su condición que desafían el recelo y afirman su voz única, más o menos creativa, más o menos distante de la confortable normalidad y que, de paso, porque de eso se trata, justifican la existencia y la imperiosa necesidad de espacios de interacción como éste.