Santos Cerdán, caza mayor
¿Conocía Sánchez esa trama? ¿Estaba relacionada con una presunta financiación ilegal del PSOE? Enigmas a resolver

No es un dirigente cualquiera, ni siquiera es –o lo era, tras su dimisión el jueves– un secretario de Organización más. Santos Cerdán era un hombre fuerte del PSOE, como lo fue José Luis Ábalos cuando ocupó el cargo, aunque no todos los secretarios de Organización socialista gozaron de la confianza absoluta del secretario general, como es el caso de estos dos últimos.
Cerdán no iba para político, aunque su familia tenía gran tradición socialista. A finales de los 90 se afilió en el PSOE y fue concejal de Milagros (Navarra), donde nació, vivió y sigue teniendo su casa. Se movía bien entre sus vecinos, y como la mayoría de ellos tenía en la agricultura su medio de vida. Estudió una Formación Profesional técnica por su buena mano para los tractores y automóviles, con buenos dotes para la mecánica... y fue a través de la mecánica como llegó hasta Ábalos, después a Pedro Sánchez y con el tiempo se convirtió en número tres del PSOE.
Su relación con Ábalos le cambió la vida. Hasta que se conocieron, Cerdán centraba toda su actividad política en Navarra, donde fue diputado foral. En el 2014, Sánchez fue elegido secretario general del partido, impulsado por un José Blanco que era el hombre que encabezaba todas las operaciones exitosas del PSOE.
Tras una peripecia que provocó su expulsión de la Secretaría General del PSOE, en 2017 Sánchez decidió presentarse a las primarias y recuperar el mando. Fue la oportunidad que puso a Cerdán en la línea de salida para formar parte del equipo de poder de la nueva formación. El PSOE sanchista, el más polémico y cuestionado de la historia, por la pérdida de sus esencias. En ese PSOE el navarro Cerdán tuvo papel protagonista, sobre todo tras la defenestración de Ábalos de la Secretaría de Organización.
Para ganar aquellas primarias de 2017, Sánchez emprendió un recorrido por toda España en su viejo Peugeot en compañía de Ábalos y Cerdán, recogiendo avales y pidiendo el voto. Necesitaban un conductor, y Cerdán –hombre de plena confianza de Ábalos, con el que trabajaba codo a codo–. recomendó a Koldo García, al que conocía de los tiempos en que éste había ejercido como guardia se seguridad en un club navarro. Aquellos cuatro hombres no sólo lograron que Sánchez ganara esas primarias sino que un año más tarde se convirtió en presidente del Gobierno al presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy, al que acusó de corrupción.
Contaba Sánchez con Ábalos en la Secretaría de Organización del partido, con Cerdán como segundo y Koldo como para hombre para todo de Ábalos y del propio Cerdán. Amigos inseparables los tres, formaban parte del círculo político-personal de Sánchez.
El negociador
La historia es conocida: Ábalos se convirtió en un poderosísimo hombre en el partido, más incluso que el propio Sánchez, obligado a dedicar gran parte de su tiempo a las labores del gobierno. Un presidente de gobierno que, obligado a formar una coalición con los partidos de extrema izquierda por no ganar las elecciones generales y contar con una minoría de escaños que a cualquier candidato habría asustado, procedió a una transformación profunda que rompió el partido. No formalmente, pero sí socialmente.
El PSOE perdió crédito y votos, y Sánchez se convirtió en el presidente con mayor rechazo social de la democracia. Pero ha resistido a todos los embates. Por fallos de la oposición, por supuesto, pero también porque ese círculo poderosísimo y de lealtad absoluta, incondicional, a Sánchez, promovió un sanchismo que levantó, por igual, pasiones y rechazo visceral.
En ese escenario, el trío Ábalos, Koldo y Cerdán vieron posibilidad no sólo de influencia y de poder, que era inconmensurable, sino también de hacer negocio, sobre todo cuando Ábalos se vio al frente del Ministerio de Transportes, el de mayor presupuesto del Gobierno.
Si los rumores sobre presuntas fechorías de Ábalos y Koldo no tardaron en producirse –hasta el punto de que Sánchez se vio obligado a pedir la dimisión a su poderosísimo colaborador y hombre fuerte del PSOE–, Cerdán sin embargo era considerado un importante trabajador del partido, un diputado serio, un hombre contenido frente a un Ábalos del que se empezaban a conocer episodios de su vida personal que provocaban escándalo. Por su eso su actual caída no es una más; hasta hace dos días era un personaje clave. Caza mayor.
Cuando sustituyó a Ábalos al frente de la Secretaría de Organización, Sánchez le fue dando cada vez más cancha, más papel, más confianza. Hasta el punto de encargarle las negociaciones con un personaje fundamental para garantizar la continuidad de Pedro Sánchez en el Ejecutivo: Carles Puigdemont.
El primer encuentro que mantuvieron en Bruselas provocó que Cerdán se presentara ante la opinión pública, y sobre todo el partido, como un hombre en el que más se apoyaba el jefe del Ejecutivo, el más fiable, el encargado de llevar adelante las operaciones más delicadas no sólo del partido sino del Gobierno. Un hombre serio, de pocas palabras, con una cabeza ordenada y buena memoria para saber cómo respiraba la gente del PSOE en las distintas federaciones.
Una vez al mes se reunía con Puigdemont, en Bruselas o en Suiza, y nunca transmitió a nadie, aparte de Sánchez, lo que se hablaba en aquellas reuniones. Las filtraciones que hubo, que fueron pocas, procedían siempre de Puigdemont y de sus colaboradores de Junts. Con el tiempo, Cerdán se convirtió en una figura no sólo poderosa sino el hombre al que se veía como el mejor representante del PSOE que se preocupaba por la gente, por la militancia, por apagar los fuegos que se producían en las federaciones.
"Nunca debimos confiar en él"
El hombre que, desde la segunda fila, sin levantar la voz ni buscar presencia pública, desde Ferraz movía todas las teclas del poder. El hombre al que nadie cuestionaba porque era efectivamente el que cumplía con todo lo que se esperaba de un buen secretario de organización. Tuvo además la inteligencia no enfrentarse con Ábalos, fuera ya del partido por presunta corrupción y por causar escándalo cuando se empezaron a conocer aspectos de su vida personal, en la que cabían relaciones con prostitutas a las que "enchufó" en empresas públicas para recibir un sueldo sin acudir al trabajo, o que acompañaban al ministro en algunos de sus viajes oficiales cobrando una cantidad diaria fijada previamente.
Cerdán nunca pronunció una frase contra su antiguo jefe y amigo, contra el hombre al que debía su carrera política, pero a nadie sorprendió que no lo hiciera, porque era el hombre prudente en un escenario muy inquietante para el PSOE porque varios medios publicaban casi a diario historias de presunta corrupción de Ábalos. La Justicia empezaba ya a actuar porque las noticias provocaban denuncias que obligaban a que la Policía Judicial, la UCO, se pusiera a tarea de investigar no sólo a Ábalos sino a personas de su entorno. El silencio de Cerdán se interpretaba como signo de su habitual prudencia, no quería echar leña al fuego, sino poner sosiego en un PSOE convulsionado por noticias que causaban sobresalto, decepción y escándalo por igual. La UCO, sin embargo, ya tenía a Cerdán en su punto de mira. Y en los últimos dos o tres meses su nombre empezó a ser habitual en las informaciones periodísticas que estaban al tanto de las investigaciones de la UCO.
Con un dato significativo: el PSOE tenía en tanta consideración a Cerdán como hombre honrado que la simple aparición de su nombre en un medio era suficiente como para que automáticamente se descartase la credibilidad de esa exclusiva. Hasta que se revelaron las primeras filtraciones del informe que pronto recibirían los jueces: ahí empezó el declive de la imagen de Cerdán, cuando salieron cifras, nombres de empresas, conversaciones entre Cerdán, Koldo, Ábalos y destacados cargos del Ministerio de Transportes de los tiempos de Ábalos, más empresarios y comisionistas. Fuera caretas. Hasta que el jueves, cuando se publicó el informe, a muchos socialistas les costó asumir que Cerdán formaba parte de la trama.
Él mismo, ese jueves, cuando entró por la mañana en el Congreso, respondía a los periodista que podría explicarlo todo, que no era corrupto. Algunos periodistas, que mantenían una relación fluida, de confianza, y de mucho tiempo atrás con Cerdán, llegaron a dudar de que fuera cierto lo que se publicaba sobre su papel en la trama corrupta.
¿Conocía Sánchez esa trama? ¿Estaba relacionada con una presunta financiación ilegal del partido? Son las preguntas que se hace el mundo político desde el pasado jueves. Hay una sola certeza: Cerdán conoce perfectamente las dos respuestas. Con seguridad no le ha gustado la frase que pronunció Sánchez cuando compareció ante los periodistas: "Pido perdón a los ciudadanos. Nunca debimos confiar en él". En Cerdán.
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