Lo peor está por llegar

Las Claves

Pese a que la corrupción y la falta de moralidad ha alcanzado un nivel nunca visto, Pedro Sánchez se aferra más al poder

Una protesta junto al Palacio de la Moncloa contra Pedro Sánchez.
Una protesta junto al Palacio de la Moncloa contra Pedro Sánchez. / Jesús Hellín / EP

Lo dijo Aznar esta semana: lo peor está por llegar. Pero el ex presidente añadió algo que inquietó más a su público: Pedro Sánchez resistirá, hará lo imposible por culminar la legislatura. Para Aznar, mucho tendrían que cambiar las cosas para que hubiera un cambio en La Moncloa. Parece inconcebible que se prolongue esta situación, cuando el nivel de corrupción y de falta de moralidad ha alcanzado un nivel nunca visto en España. Y es más inconcebible todavía cuando Sánchez se convirtió en presidente hace exactamente siete años a través de una moción de censura basada en la presunta corrupción del Gobierno de Rajoy.

Pero si el rechazo es masivo a la continuidad de Sánchez, sigue siendo mayor a Feijóo, porque en un sector importante de la opinión pública ha calado la idea de que el gallego es lo mismo que Vox o, en su versión más caritativa, no es lo mismo pero inevitablemente tendría que gobernar con Vox. Ni se les pasa por la cabeza que en unas futuras elecciones pueda el PP alcanzar los votos suficientes como para que gobierne sin necesidad de coaligarse con un partido de ultraderecha.

Esta semana ha sido la más dramática del sanchismo, políticamente hablando. Tanto, que Sánchez ha decidido refugiarse en el silencio, al punto de convocar a los periodistas para una comparecencia conjunta con el primer ministro de Eslovenia, pero sin preguntas. Sólo para expresar su apoyo a Gaza frente a los ataques de Israel y reiterar su propuesta de dos estados para resolver el problema de Oriente Próximo.

El silencio del presidente se debe a que ningún Gobierno ha vivido nunca una situación tan grave como la de estos días. Recoger los enunciados de las noticias obliga a reflexionar seriamente si el Ejecutivo cumple mínimamente los principios de la democracia.

La fontanera

Leire Díez, que es bastante más que una militante del PSOE, se ha hecho conocida con el apelativo de la Fontanera. Lo merece, por su insaciable actividad a favor del sanchismo. Ha ocupado cargos en empresas públicas gracias a sus conexiones con Santos Cerdán y Koldo García, y se mueve cerca del propio Sánchez. Que su nombre haya saltado a la opinión pública se debe a que ha capitaneado una operación para conseguir datos que desacrediten a cargos de la UCO. A cambio, prometía tratos de favor de la Fiscalía y la Abogacía del Estado a un empresario implicado en la trama corrupta de hidrocarburos que se refugia en Dubai.

Más: el líder socialista de Extremadura, Miguel Angel Gallardo, íntimo amigo del hermano de Sánchez. Está directamente implicado en la concesión de una plaza a David Sánchez sin cumplir los requisitos, lo que ha provocado la imputación del hermano y también de Gallardo. Esta situación se ha resuelto con una maniobra escandalosa que tiene todas las trazas de haber sido diseñada fuera de Extremadura. Gallardo obligó a dimitir a una parlamentaria de la Asamblea extremeña, a que renunciaran cuatro de los siguientes candidatos en la lista para ocupar ese escaño y lo firmaran ante notario... y en un par de días pasó de ser presidente de la Diputación a ocupar un escaño que suponía su aforamiento. El caso pasa a un tribunal superior, se retrasa sensiblemente... y se retrasa también para David Sánchez, ya que se encuentra en la misma causa que Gallardo.

Más: desde el entorno de Leire Díez se presiona a un fiscal anticorrupción –por no decir se chantajea–, José Grinda, con un presunto vídeo sexual, para que actúe con benevolencia en casos de corrupción relacionados con el partido socialista. Grinda informó inmediatamente a su superior, el fiscal Alejandro Luzón. Más: en plena ola de noticias alarmantes sobre corrupción, dimite el secretario de Estado de Seguridad, sin ningún tipo de explicación. Más: Sumar tarda cuatro días en reaccionar aunque las noticias sobre el PSOE y el equipo de Sánchez obligarían a posicionarse; sólo lo hace Yolanda Díaz, ante las declaraciones de dirigentes de IU que exigen a Sumar que se pronuncie. Los socios de Sánchez callan. Desde el PNV a Bildu pasando por los independentistas catalanes y el BNG. Callan. ¿Porque no se atreven a decir lo que piensan y perder las concesiones políticas y económicas del Gobierno a cambio de su apoyo parlamentario?

En Bruselas caen dos de las exigencias de Puigdemont para respaldar a Sánchez: una, que el catalán sea lengua oficial en la UE. Ni se vota, porque se conocía el resultado negativo. Dos, desde las instituciones europeas se advierte a Sánchez que oponerse a la opadel BBVA al Sabadell, que cuenta con el visto bueno de la CNMC, es contraria a la política actual de la UE de potenciar la creación de bancos grandes. Habrá que esperar la reacción de Puigdemont, pero se adivina que no debe estar contento con Sánchez, que le aseguró que pondría todo su empeño en lograr esas dos condiciones. Queda una tercera: que el TC se pronuncie a favor de aplicar ya la amnistía a los independentistas condenados y que afecte también de alguna manera a Puigdemont.

Se ha abierto la caja de Pandora y salen, como lava envenenada, casos de mayor o menor enjundia que engrosan el escándalo. Está bajo sospecha el número tres de Hacienda y colaborador de María Jesús Montero por posible cobro de dineros por tratos de favor.

El eterno victimismo

Los sanchistas no se inmutan, siguen con la estrategia de denunciar que son víctimas de una operación de acoso y derribo promovida por el PP. Sólo les falta llorar. Son víctimas de bulos, del fango, de un Feijóo que no es capaz de ser presidentey quiere desprestigiar al PSOE y a sus socios. Esa idea la han asumido los sanchistas y los medios que apoyan de forma incondicional al Gobierno. Pero empiezan a producirse grietas.

Page y Lambán son abanderados de las críticas a la situación de su partido, y no escatiman palabras duras para denunciar la corrupción. No se ponen de perfil, dan credibilidad a lo que se publica: sobre los hechos de corrupción en sí y sobre las maniobras para salvar de la Justicia a socialistas implicados en asuntos tan turbios. Ya no están solos. De momento, los que se suman a la crítica y confiesan su indignación, guardan silencio. Pero pueden dar el salto en cualquier momento.

Sánchez no sólo repite a los suyos que se mantendrá hasta el 2027, sino incluso más allá. Y desde su círculo adelantan acontecimientos: tampoco habrá Presupuestos en el 2026. Es más, ni siquiera piensan presentarlos. Para cumplir su objetivo de acabar la legislatura están decididos a seguir saltándose la ley. Lo que importa, lo único que importa, es mantener el poder.

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