José Pablo Ferrándiz, Investigador Principal de Metroscopia

Casado, presidente (del PP)

LOS datos del sondeo de urgencia de Metroscopia muestran la buena acogida que ha tenido la elección de Pablo Casado como nuevo presidente del partido entre el electorado del PP: el 70% cree que ha sido una decisión acertada, el 68% piensa que el partido sale unido de este proceso de primarias y el 53% que el PP está ahora en mejores condiciones que antes de ganar unas elecciones generales.

Tras su victoria, Casado parece, así, haber conseguido convencer a una parte de los votantes populares que antes de su elección se mostraban, cuanto menos, escépticos con su candidatura. En efecto, según datos de Metroscopia, antes de la votación del sábado Casado se situaba por detrás de su rival, Soraya Sáenz de Santamaría, en las preferencias de este electorado. Mientras que la candidatura de la ex vicepresidenta era considerada adecuada para presidir el partido por el 72% de sus votantes, la de Casado lo era para el 49% (23 puntos menos). Y si el 54% de los votantes del PP pensaban antes de la elección que con Sáenz de Santamaría al frente el partido lograría un mejor resultado electoral, solo pensaba eso mismo el 38% si era Casado era el ganador (once puntos de diferencia).

Ganar unas elecciones, cualquier elección, siempre confiere un atractivo instantáneo. Lo difícil es mantenerlo en el tiempo. El líder de un partido que pretenda ganar unas elecciones debe ser capaz de cumplir, al menos, dos objetivos. Por un lado, debe tener la capacidad de retener a los votantes que apoyaron a su partido en las últimas elecciones y, por tanto, ser capaz de reducir al máximo las fugas de votos hacia otros partidos. Por otro lado, debe intentar ampliar su base electoral lo máximo posible atrayendo a electores procedentes de otras opciones políticas.

De momento, Casado parece haber conseguido lo primero: fidelizar y taponar las fugas de los votantes de 2016. Para conseguir lo segundo, atraer a electorados ajenos (y evitar que se vayan algunos de los actuales), cuenta, hoy por hoy, con dos inconvenientes. El primero, la mayoría de los votantes de otros partidos consideran que el PP es ahora un partido desunido (así lo piensan el 57% de los votantes de Ciudadanos, el 66% de los del PSOE y el 72% de los de Unidos Podemos). Y los electores tienden a huir de los partidos que perciben "descosidos". El segundo hándicap es que la mayoría de los españoles (incluyendo a los votantes del PP) piensan que con la elección de Casado el PP se ha escorado a la derecha. La disputa electoral en España está hoy, como casi siempre ha estado, en el centro. No por una cuestión ideológica sino numérica: casi el 70% de la población española se sitúa en las posiciones más centradas de la escala 0-10 (concretamente, en los puntos 4, 5 y 6). La inclinación hacia posiciones más alejadas del centro sociológico parece haber permitido a Casado ganar la Presidencia de su partido. Pero para ganar la Presidencia del Gobierno puede ser contraproducente.

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