“Judicializar un caso de eutanasia es invalidar un proceso legislado”

Gina Montaner | Periodista

Gina Montaner.
Gina Montaner. / Javier Ocaña
Fátima Sigüenza

30 de julio 2025 - 10:48

Gina Montaner (La Habana, 1960) se instaló en Madrid con su familia cuando era niña. Se licenció en Literatura Iberoamericana en Nueva York y desde hace décadas publica una columna semanal en El Nuevo Herald. Hija del escritor y político cubano Carlos Alberto Montaner, su última obra, Deséenme un buen viaje (Planeta), es un testimonio personal sobre la eutanasia.

–‘Deséenme un buen viaje’ narra el proceso tras la petición de su padre de ayudarle para solicitar la eutanasia. ¿Qué le supone como hija recibir este encargo?

–Él me lo pide en 2022. Entonces vivíamos en EEUU por asuntos laborales. A mi padre le habían diagnosticado Parkinson, que luego resultó ser una variante más severa, y el deterioro iba cada vez más rápido. Un día que fuimos a pasear, me lo planteó: lo había meditado, quería volver a España para solicitar la eutanasia y me pidió que lo ayudara. Fue muy duro, pero no me sorprendió porque había defendido el derecho a la eutanasia. Fue coherente con su manera de pensar.

–Asegura que en su hogar siempre se había defendido la eutanasia. ¿Cómo se pasa del pensamiento al hecho?

–Mi padre no tuvo ninguna duda. Una vez que vio que la enfermedad avanzaba y que no quería acabar postrado en una cama, perder la parte cognitiva, para él fue sencillo. Para nosotros fue más duro aceptarlo y ayudarle, sobre todo para mi madre. Pero como familia lo entendimos y siempre tuvimos muy claro que su voluntad primaba sobre nuestros sentimientos.

–¿Por qué la elección de España?

–Mi padre también era español, aunque estaba fuera por temas laborales, y es uno de los pocos países que tiene una ley de eutanasia. Mi padre pudo acogerse a esta norma, que es muy garantista, pero hubo obstáculos.

–¿Qué es más duro, el proceso o el acto en sí?

–El proceso es más duro. Nosotros llegamos el 7 de octubre de 2022 y él muere el 29 de junio de 2023. En Derecho a morir dignamente nos orientaron y nos anticiparon los obstáculos. El proceso tiene una parte contraintuitiva: estás luchando para que alguien a quien amas elija un día para morir a corto plazo, y además se dilató más de lo normal, lo que nos desgastó emocionalmente. La eutanasia en sí se realizó en la intimidad de nuestro hogar, con un equipo médico de la sanidad pública estupendo, compasivo. Fue una muerte rápida, dulce, tranquila para él. Despedirnos fue muy doloroso, siempre lo es.

–La primera petición fue denegada. Usted ‘denuncia’ que la ley se enfoca mucho en el sufrimiento y no en la voluntad del individuo. ¿Es su principal fallo?

–Es normal que la ley sea garantista, que quede muy clara la voluntad del individuo. Mi padre murió lúcido, aunque con su capacidad de expresión muy limitada por la enfermedad. En el proceso de deliberación con los médicos tienes que demostrar un sufrimiento insoportable ante la enfermedad. A mi padre, que era muy racional, nada dramático, los médicos le decían que no lo veían tan evidente. Para él, el mayor sufrimiento era la pérdida de su vida intelectual. Decía que su cabeza ya no le dejaba ordenar sus pensamientos, se me están muriendo las palabras. Para un escritor, un columnista, un analista, eso es algo muy duro. Se pone demasiado énfasis en algo que tienes que probar, pero es lo que sientes y cada uno lo manifiesta de una manera.

Como familia, siempre tuvimos muy claro que la voluntad de mi padre primaba sobre nuestros sentimientos”

–¿Vivimos del espaldas al envejecimiento?

–Tendemos a no querer encarar lo que significa el deterioro, el entrar en el tramo final de la vida. Esto va más allá de la eutanasia, un tema tremendamente personal y del que no pretendo hacer proselitismo, pero aprendí que no queremos ver lo que significan estos procesos tan duros. Nosotros pudimos acompañarlo en lo que él quería y como quería. Es una manera de honrar su vida.

–¿Se infantiliza a las personas mayores?

–Sí. Cuando mi padre entrega su primera solicitud en su ambulatorio, una médica amable, objetora por cierto, le dijo que estaba deprimido, que debía hacer más vida social. Fue una forma de infantilizar algo tan serio como lo que estaba pidiendo mi padre en vez de tener una conversación más profunda. Se tiende a tratar a las personas mayores o enfermas con cierto grado de condescendencia.

–En Barcelona se ha judicializado un caso en el que un padre ha conseguido paralizar la eutanasia de su hija. ¿Qué opinión le merece?

–Estoy de acuerdo con Derecho a morir dignamente cuando afirman que no pueden primar los intereses o la objeción de la familia por encima de la voluntad del individuo. En el caso de esta chica, Noelia, ya ha pasado por todo el proceso, que no es nada fácil. Judicializarlo es una manera casi de invalidar todo un proceso que está legislado.

–Hay gran cantidad de personas que fallecen sin ver ejercido su derecho. ¿Está reñida esta tardanza con lo garantista de la ley?

–Es un problema el alto porcentaje de personas que se quedan en el camino. Habría que ver por qué se dilata. Quizás haya que formar mejor a los médicos y al personal de los centros de salud sobre cómo orientar. Es una ley muy joven, acaba de cumplir cuatro años, pero es importante que estemos preparados, también como ciudadanos, para saber ejercer nuestros derechos en una sociedad libre como la nuestra.

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