Juan Carlos Blanco: "Hemos convertido 'Black Mirror' en una serie hiperrealista"

Acaba de publicar 'La tiranía de las naciones pantalla', sobre el demoledor efecto del abuso de los móviles y las redes

"Usted sabe que el móvil se puede apagar, ¿verdad? Es que hay gente que lleva años sin apagarlo"

Juan Carlos Blanco, en una calle del centro de Sevilla.
Juan Carlos Blanco, en una calle del centro de Sevilla. / Gabriel Hinojosa

Juan Carlos Blanco de la Cruz (Ginebra, 1966) es periodista y consultor de comunicación. Desarrolló buena parte de su carrera profesional en Diario de Sevilla, donde fue subdirector, y también fue durante dos años portavoz del Gobierno andaluz, entre 2017 y 2019. Colabora con numerosos programas de análisis político en distintos medios de comunicación, dirige el podcast Algohumanos y asesora a empresas en estrategias de comunicación corporativa. Acaba de publicar el libro La tiranía de las naciones pantalla (Akal, 2025), sobre el poder de las plataformas que gobiernan internet.

Pregunta.¿Qué es esto de las naciones pantalla?

Respuesta.Son unas plataformas que están teniendo más poder que los estados y mayor impacto en nuestras vidas. Y eso origina situaciones contra las que hay que emplearse, desde una violación masiva de la privacidad a una pérdida de la concentración y la capacidad de atención, y una formidable desatención a los medios de comunicación. En las nuevas generaciones, además, está generando un holocausto gramatical y un genocidio del lenguaje, porque a los pobres chicos les está costando horrores concentrarse y ser capaces de mantener la atención para poder escribir algo sin la ayuda de la Inteligencia Artificial. Yo los considero en gran parte víctimas.

P.¿Todo esto no lo habíamos visto ya en la ciencia ficción?

R.Hemos convertido Black Mirror en una serie hiperrealista. Ves ahora el Black Mirror de los primeros episodios de hace varias temporadas, y dices pero si esto ya es lo más normal del mundo.

P.¿Por qué tienen tanto éxito estas plataformas entre los jóvenes?

R.Si a mí me dan un móvil con 14 años, y lo digo ahora que tengo 58, a mí el móvil me explota. Soy muy inquieto por naturaleza. Darle a un móvil a un adolescente es como poner un Ferrari con un bebé al volante.

P.Pero no sólo los jóvenes, yo veo a mayores también enganchados al móvil.

R.Es un negocio perfecto. Las plataformas se dedican a ganar dinero, aquí no hay nada conspiranoico. A cambio obliga a tener enganchados a millones de personas. Es una especie de opio de la banda ancha. Nos pasa todos, porque los baby boomers estamos igual de enganchados. Nos ofrecen el entretenimiento infinito. Pero eso al final está derivando en un montón de problemas. No se nos ha ocurrido que deberíamos tener una relación más sana con las pantallas.

P.Mi madre me decía "si estás aburrido, échate en agua", eso se ha perdido, ¿no?

R.Yo me he aburrido mucho en mi infancia. Y lo que hacía era leer, me iba con los amigos o conversaba en la calle. Hoy te encuentras a chicos de 18 ó 20 años que apenas salen a la calle, porque tienen toda la diversión en la pantalla. Ahí entramos en otra derivada, cuando te relacionas tanto con la pantalla, te parece hasta normal que seas capaz de consultarle sobre tu situación amorosa a la nueva Inteligencia Artificial de WhatsApp. El día del apagón hubo muchos niños de 12, 14, 15 años con ataques de ansiedad. No están acostumbrados a no estar con el móvil encendido durante tantas horas. Ya no solo que no hubiera luz, es que no había datos, que era lo terrible.

P.¿Qué podemos hacer para tener una relación más sana con el móvil?

R.Debe haber una toma de conciencia colectiva. Las administraciones tienen que ponernos a pensar. Hay países como Suecia en los que se ha decidido que no habrá pantallas en los colegios. Algo parecido ha pasado hace dos meses en Australia con las redes sociales. Sus propias sociedades exigen que se tomen decisiones generales. Porque no podemos pelear contra los elementos, pero usted sí puede luchar como padre para que en el colegio de su hijo no haya tantas pantallas. O yo, como profesor universitario, para no tener que luchar contra la Liga Fantástica, Instagram o Tiktok, que es lo que miran muchos chicos mientras doy clases.

P.¿Pasa por una especie de rebelión personal?

R.Es una toma de conciencia. No coma usted con el móvil. Oblíguese por las noches a que el móvil no esté cerca. Un amigo mío que es filósofo, David Cerdá, dice siempre que el mejor regalo para un chico joven es un despertador.

P.¿Por qué?

R.Porque le obligas a no tener el móvil en la mesita de noche. Siempre nos dicen que lo tienen porque lo usan como despertador. Vale, pues no pasa nada, compramos un despertador, que vale cuatro euros, y ya no tienes que tener el móvil. Yo me he obligado a ganar pequeñas batallas, como no tener el móvil cerca cuando leo, o quitar las notificaciones. Usted sabe que el móvil se puede apagar, ¿no? Es que hay gente que no lo sabe, que lleva años sin apagarlo. Que conste que me encantan las pantallas, pero eso no significa que tenga que estar tantas horas enganchado a una. Otra cosa que he hecho ha sido recuperar los periódicos de papel los fines de semana.

P.No me diga...

R.Sí, porque me gusta la jerarquización de los temas. Yo no quiero estar continuamente viendo un scroll infinito. El propio Aza Raskin, inventor del scroll infinito, dijo años después, muy arrepentido, que había inventado "la cocaína de la conducta".

P.Su libro tiene una parte política, ¿cómo influyen estas plataformas en el juego político?

R.No podemos seguir como estamos, porque estamos permitiendo todo tipo de tropelías y abusos. Las redes sociales actúan como una especie de fentanilo de la democracia, donde se cometen todo tipo de abusos, infamias, patrañas, mentiras... Los propios partidos han entendido que ese juego sucio es clave para la consecución de las victorias, donde los propios ciudadanos aceptan las mentiras de los suyos y descalifican las de los contrarios en un escenario que termina erosionando la confianza en los sistemas. Tenemos que parar esto, porque ya sabemos cuáles son los hijos más malvados de de esa situación: populismos de todo pelaje, autoritarismos blandos, duros y de medio pelo, situaciones que hace años no seríamos capaces de procesar. En Rumanía, un tipo ha ganado las elecciones después de haber hecho campaña solamente en TikTok. Cerca de 80 millones de estadounidenses votaron a un delincuente convicto que durante su primer mandato lanzó más de 22.000 mentiras en cuatro años, verificadas por un periódico de relevancia.

P.Lo cuenta usted también en el libro, se ha eliminado el pensamiento crítico.

R.Es una consecuencia lógica de un sistema en el que muchas personas consumen a diario vídeos de 10, 15 ó 20 segundos y ésa es su única dieta cognitiva, ¿cómo podemos pretender que ese ciudadano luego tenga capacidad de pensamiento crítico, que sea capaz de filtrar qué es real y qué no? No digo que antes leyéramos a Descartes todos los días, pero hoy en día la ignorancia se ha despenalizado, no pasa nada por ser un ignorante, de hecho incluso puntúa en determinados circuitos sociales.

P.Habló antes del holocausto gramatical, habitualmente llegan chicos al periódico que no saben escribir.

R.El sistema ha terminado permitiendo que haya personas con títulos universitarios que no sepan escribir. Hay gente joven que me pregunta qué puede hacer, y siempre les digo lo mismo: lee. Y luego lee, y después lee más. Con un artículo diario, solamente, habrás leído 365 artículos al año. Llega un momento que quieres leer cuatro o cinco artículos diarios y de pronto te das cuenta que sabes más de determinados asuntos, tienes más capacidad expresiva, más capacidad de comunicación y te expresas mejor por escrito.

P.Recuerdo la frase de Enric González: "Un periodista tiene que ser como si le fuera la vida en ello, porque le va la vida en ello".

R.Suscribo por completo esa idea. A los jóvenes periodistas les digo siempre que tienen que ser lectores insaciables, porque eso les dará después una ventaja competitiva.

P.¿Y qué papel juegan los medios tradicionales?

R.Los medios sucumbieron ante lo que les podíamos llamar los flautistas digitales de Hamelín. Terminaron creyéndose que si ofrecían gratuitamente sus contenidos, se iban a llenar del oro, el incienso y la mirra que iba a llegar gracias al dinero de las millones de visitas que nos iban a proporcionar los buscadores y las nuevas redes sociales. Al final, los buscadores y las redes sociales también se han quedado con el dinero, hasta el punto que hoy en día todos viven en la dictadura del SEO y del Google Discover. Hoy en día Google Discover vale más que un director de un periódico y a mí me parece que eso es un elemento para la reflexión. Los periodistas no podemos olvidar que vivimos de la confianza que generamos en la comunidad, de nuestra capacidad de generar confianza y de ser influyentes, no de decir el último modelo que llevaba Kim Kardashian para ganar el número de visitas suficientes para acceder a la puja de publicidad programática de esa tarde. Los medios deben apostar más por modelos sostenidos por los propios lectores y por la capacidad que tengan de ser una referencia en su comunidad. Y hay que confiar en ellos porque, ante tantas toneladas de inmundicia y de mentira, son los únicos con capacidad para la verificación.

stats