Javier Burón: “El derecho a la vivienda es una broma desde hace mucho”

El director gerente de Nasuvinsa, Javier Burón Cuadrado.
El director gerente de Nasuvinsa, Javier Burón Cuadrado. / M. G.

Al frente de Nasuvinsa, la empresa pública de suelo industrial, vivienda y cohesión territorial del Gobierno de Navarra, está Javier Burón Cuadrado (Basauri, 1970), cuya tarea se adivina enorme en unos tiempos de alarmante escasez. En El problema de la vivienda (Arpa) analiza con amenidad su contexto y las posibles soluciones. El diagnóstico del problema, defiende, está más que elaborado, sólo falta que los gobernantes y legisladores se pongan manos a la obra y que los ciudadanos les recuerden que ponerse a la obra es su deber.

–Hay policías destinados en la Costa del Sol que piden más dietas para el alquiler. ¿Qué está pasando?

–Que usamos más metros cuadrados de suelo de lo que deberíamos para usos temporales de la vivienda y menos de lo que deberíamos para la residencia permanente. Cuando se te va la mano con algo, cuando tienes demasiado turismo y gente que pasa por la ciudad pero que no está en la ciudad, sin un proyecto vinculado a la ciudad pero que alquilan a precios altos viviendas que antes servían para residencia permanente, tenemos un problema.

–Hay quienes proponen construir más vivienda para resolver el problema. ¿Es la solución?

–Mi cerebro desconecta cuando alguien dice que la solución es una única cosa.

–¿Cuáles son esas soluciones únicas que le desconectan el cerebro?

–Dos posturas maximalistas. Una, si quieres de derechas, que defiende que hay que construir más y punto. Y no, porque entre 1998 a 2008 construimos seis millones de viviendas y, lejos de bajar, el precio del suelo subió el 400% y el de la vivienda, el 250%. Eso no quiere decir que no haya que construir, pero también hay que obtener vivienda social y asequible que lo sea permanentemente; construyendo, comprando, movilizando vivienda vacía, rehabilitando y alquilando después... Al mercado y a las personas liberales y conservadoras hay que decirles que somos mayores de edad y que no vamos a insistir en el mismo error.

–¿Y el otro maximalismo?

–Hay una izquierda que entiende que lo único que hay que hacer es regular el mercado. Yo creo que también hay que regular el mercado, pero no únicamente. Si se nos ha ido la mano con la vivienda turística, con el alquiler de temporada, de habitaciones, con la vivienda de lujo, pues tendrá que haber regulación. Pero hay que encontrar la tercera vía.

–Tengo un amigo propietario que suele decir que no todo el mundo puede vivir junto a la Giralda.

–Uno habla con los chavales y ninguno es tan imbécil como para decir que el problema de la vivienda es que no pueden vivir junto a la Giralda, en la calle Larios o en el Ensanche. A quienes plantean debates estúpidos hay que decirles que la gente no es estúpida ni nos rebajamos a debates estúpidos.

–¿Están los jóvenes destinados a vivir en las periferias y las ciudades dormitorios?

–Los jóvenes han cumplido su parte del contrato social, han estudiado, están trabajando, pero otras generaciones pudieron acceder a la vivienda después de casarse y ellos lo están retrasando, también la toma de decisiones de pareja, tener críos, pagando un precio en salud mental, y lo que quieren es vivir en un lugar normal con un salario normal en la ciudad o en el área metropolitana en la que trabajan. Y lo que ven es que sus hermanos mayores, sus padres y sus tíos y sus abuelos no han pasado por eso.

–¿Hay un problema de solidaridad entre las generaciones?

–También. Quienes fueron adultos en los años 60 y 70 accedieron a una vivienda protegida apoyada por el Estado. Eso fue bueno para esas generaciones. El problema es que todas esas viviendas se han descalificado, se han convertido en viviendas de mercado. La gente nacida entre 1965 y 1980 pudimos comprar un piso de mercado no muy barato pero con una hipoteca relativamente accesible. Cuando reventó la burbuja inmobiliaria, los que seguimos pagando la hipoteca fuimos más que a quienes el reventón los destrozó.

–¿Y la siguiente generación?

–Los nacidos entre 1980 y 2000, los millennials, sólo han podido alquilar, cada vez más caro, en peores condiciones y cada día más lejos de los barrios más o menos normales. Y están muy atrapados.

–¿Hay salida?

–Los mayores podemos ver el problema pero hay muchos propietarios que no quieren que bajen los precios y otros que quieren que se solucione pero no les aprieta el zapato. El mercado no resuelve el problema por sí mismo y se le pide a la administración que haga cosas a la europea. Pero los jóvenes necesitan que las cosas se hagan ya.

–Cuando los jóvenes leen en la Constitución el derecho a una “vivienda digna y adecuada” les parecerá una broma.

–Viene siendo una broma desde hace mucho tiempo. Al final no depende tanto de la Constitución sino de la presión social que demande ese derecho. En los primeros años de la democracia hubo muchísima presión para que hubiese sanidad, educación, pensiones e infraestructuras públicas y ahora la gente joven no la está ejerciendo lo suficiente. Y la gente mayor tampoco.

–Tiene mala pinta, ¿no?

–He visto a mi país haciendo cosas muy grandes las últimas décadas. Ha resuelto un montón de cosas mejor que otros países europeos y no lo veo suicidándose. Hay que generar una infraestructura costosa que va a requerir una inversión pública y privada, creando vivienda social y asequible que no se descalifique. No entiendo por qué no podemos hacer también como país una convergencia con Europa en materia de vivienda.

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