Fernando Benzo: "No conocemos nada de la mafia china"
El escritor madrileño publica 'El dragón negro', una novela policíaca con el trasfondo de las organizaciones criminales asiáticas en España

Fernando Benzo (Madrid, 1965) acaba de publicar El dragón negro (Planeta, 2025), una novela policíaca sobre la mafia china en España. El libro arranca con el hallazgo de cinco cadáveres en una nave de un polígono industrial de Madrid. Benzo, que fue secretario de Estado de Cultura, comenzó su andadura literaria a los 23 años con Los años felices. Ha publicado numerosas novelas y relatos breves y recibió el Premio Azorín en 2023 con Los perseguidos. Su padre fue notario en Marchena y residió en Sevilla hasta los 14 años. De aquella época, aún recuerda el revuelo que se formó con el crimen de los Galindos, del que este verano se cumplen cincuenta años.
Pregunta.Empieza la novela con cinco muertos, como el crimen de los Galindos.
Respuesta.Es verdad, no lo había pensado. Me acaba usted de descolocar con esta pregunta.
P.No era mi intención, hablemos mejor de la mafia china, sobre la que trata su novela, ¿sabemos lo suficiente sobre estas organizaciones criminales en España?
R.No conocemos nada, ni en España ni en el mundo en general. Es precisamente el profundo desconocimiento que tenemos lo que me atrajo para que ese fuera el trasfondo de la novela. Atraer al lector a un mundo muy complicado y muy desconocido. También lo era para el autor. Y, después de estudiar mucho, sigo sin conocerlo. El problema de las organizaciones criminales chinas es que no son lineales, tienen muchas ramificaciones, están las tríadas, las subtríadas y, hablando un poco en broma, las sucursales de las subtríadas. Es imposible hacer un organigrama.
P.¿Cómo lo hizo entonces?
R.Para crear una cierta estructura mental a la hora de diseñar mi novela, me fijé en una de las tríadas más importantes de China, que es la llamada 14K. Es una red que está extendida por todo el mundo, pero que uno no llega a comprender, al menos con la documentación pública a la que uno puede acceder. Son organizaciones muy diferentes a las mafias del Este, cuyo organigrama es fácilmente deducible. En el caso de los chinos, no. Y a mí era eso lo que me resultaba atractivo, que los protagonistas de la novela, y por tanto el lector, se enfrenten a un mundo del que no tenemos referencias.
P.En el libro, sin embargo, la mafia china mantiene relaciones con organizaciones locales y de otros países.
R.Es que el crimen está interrelacionado. No hay ningún fenómeno criminal aislado. Todo está conectado, no hay un límite, son organizaciones multifuncionales, que se dedican a la explotación de mujeres, al tráfico de drogas, al de armas... Cuando se desmontan redes de explotación de mujeres, por ejemplo, se cierran locales en España, Austria, Italia y la República Checa. Y también se relacionan según el tipo de criminales, los hay de fusil y de despacho, y ése se relaciona con el criminal del poder, que es el político. Hay criminales que pisan barro, otros que pisan moqueta y otros que pisan dinero, pero al final todos se cruzan en algún momento porque la criminalidad es global.
P.En su novela hay un gran malo, que es David Wang. Sin embargo, usted le inventa un pasado y casi que llega uno a cogerle cariño.
R.No, no... Yo creo un villano porque quiero escribir una novela policíaca clásica, con dos policías que se llevan mal y a los que ponen a investigar un caso. Hay miles de historias policíacas que empiezan así, y yo caigo queriendo en el estereotipo para luego alejarme de él según avanza la historia. Tomo otra decisión, que es el que trasfondo sea un mundo cultural desconocido y elijo el de la comunidad china. Y, en tercer lugar, otra decisión es que el villano tiene que ser potente en la historia como los propios policías. Para entender a este personaje, le construyo un pasado, en principio para mí, aunque luego termino pensando que merecía la pena que los lectores lo conocierna. El objetivo de todo esto es saber por qué David Wang es el líder de una red criminal, no que nos caiga bien.
P.Bueno, entienda que yo soy periodista de sucesos, y a veces empatizo con los malos.
R.Y yo tengo que evitar el síndrome de Estocolmo con mis villanos. Es muy facilón eso del asesino con causa. Pobrecito que el mundo le ha hecho así. No. Es un villano, un criminal, un asesino y yo cuento cómo ha llegado hasta aquí, pero ni usted, lector, ni yo, autor, podemos caer en ese error.
P.Usted sitúa pasajes de la novela en la China de los años ochenta, ¿ha sido muy complejo el proceso de documentación?
R.Sí. Yo no conocía prácticamente nada de la cultura y la criminalidad chinas. En el proceso de documentación se produce el efecto cebolla, que es cuando alcanzas un determinado conocimiento quitas una capa y luego otra y no tiene final. Aquí hay que evitar el síndrome de la erudición, porque es una novela de entretenimiento y no un ensayo. El requisito fundamental es el ritmo. No puedo pararlo para demostrar lo mucho que sé de un tema. No puedo dedicar 40 páginas a la cocina cantonesa. A veces hay que documentarse mucho sobre un asunto que en la novela aparece únicamente en una frase.
P.Bueno, lo del ritmo es un objetivo conseguido, porque yo en un día me he leído 254 páginas.
R.Este libro lo que busca es eso, agarrarte. Cuando un lector me dice que lo ha leído en dos o tres días, ha funcionado. Ahora, cuando me dicen que les está gustando mucho y que llevan 15 ó 20 días con el libro, eso no va bien.
P.Cuando decía lo de la comida cantonesa, me he acordado de Moby Dick y el tratado ballenero que incluía en mitad de la novela.
R.Soy consciente de lo que hago, y a mucha honra. Escribo literatura de entretenimiento, lo que quiero es que el lector se lo pase muy bien.
P.A mí una parte que me gusta mucho es el retrato de los bajos fondos de Madrid.
R.Es que yo soy muy madrileño. Madrid es un escenario literariamente perfecto, ya sea para una historia de amor o para un thriller. Madrid lo tiene todo. Otra cosa que yo quería demostrar era la transversalidad social del crimen. Es decir, cómo el mismo crimen afecta a lo más bajo, por así decirlo, de la escala social, que podría ser la Cañada Real, y a la última planta de la Torre Picasso. Madrid te permite hacer eso.
P.Hábleme del dúo protagonista. La novela arranca de una forma muy clásica, con ciertos clichés.
R.El cliché es deliberado, para luego sorprender al lector. Los policías protagonistas no son Starsky y Hutch, cada uno tiene sus complejidades, pero luchan contra unos poderes invisibles que intentan que no se resuelva el crimen. Porque en la sociedad están esos poderes. La criminalidad es bastante invisible, pero transcurre en los mismos lugares en los que desarrollamos nuestras vidas. En la mesa de al lado puede haber unos sicarios de una mafia internacional.
P.Y ahí están esos dos policías que son como Don Quijote y Sancho Panza.
R.Exacto, están luchando y no saben ni contra quién, pero empiezan a intuir que nadie quiere que se resuelva el crimen. Todos quieren despacharlo con el clásico "ajuste de cuentas" y se acaba la historia.
P.Aquí de hecho no trascienden ni las identidades de las víctimas.
R.Es lo que ocurren cuando nos dicen que es un ajuste de cuentas. No sabes ni cómo se llaman los muertos. Es un ajuste de cuentas entre rumanos y chinos. No nos importan, son muertos de segunda, no interesan sus nombres, no interesa su historia, no interesa por qué los mataron. Sólo llaman la atención porque son cinco en una nave.
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