Enrique Estévez Campo: “Soy migrante por obligación, no por elección”

Enrique Estévez Campo
Enrique Estévez Campo / M. G.
Inmaculada Rivera

30 de agosto 2025 - 06:00

Enrique Estévez Campo (Cádiz, 1991), doctor en Biomedicina, se halla embarcado en una de las investigaciones más relevantes de todos los tiempos y que ha puesto patas arriba a la sociedad irlandesa. Los trabajos en el hogar St Mary’s no sacan a la luz solo evidencias científicas e históricas de un hecho deplorable, sino un pasado que reclama justicia y respuestas.

Pregunta.Vuestra investigación sobre los restos mortales encontrados de 796 niños y bebés fallecidos en el hogar materno-infantil St Mary's de las Hermanas del Buen Socorro en una antigua fosa séptica tiene una historia impresionante detrás que, desgraciadamente, no tiene nada de ficción. ¿Puede hablarnos sobre ella?

Respuesta.Este caso se remonta a mediados del siglo XX, cuando funcionaba un hogar materno-infantil gestionado por las Hermanas del Buen Socorro en Tuam. Durante décadas, madres solteras y sus hijos fueron internados allí en condiciones muy difíciles. La investigación histórica reveló que un gran número de estos niños fallecieron y fueron enterrados de forma no oficial, en estructuras que no estaban destinadas para este fin, como una antigua fosa séptica. Nuestro trabajo busca arrojar luz sobre lo ocurrido, recuperar de forma digna los restos y, en la medida de lo posible, ayudar a las familias a obtener respuestas.

P.¿Cómo han sido estos años hasta que se ha conseguido poner en marcha la excavación de Tuam?

R.Han sido años de trabajo constante, diálogo con comunidades, familiares, autoridades y especialistas. También ha implicado un proceso legal y logístico muy complejo: desde la aprobación de la ley que permitiera la exhumación, hasta la creación de la autoridad independiente que la supervisa. Para las familias, ha sido un tiempo largo y doloroso, pero finalmente se está avanzando.

P.¿Cómo asume hoy la sociedad irlandesa este caso?

R.La sociedad irlandesa ha respondido con mucha empatía y con una gran disposición a escuchar. Este caso forma parte de la memoria colectiva y prácticamente todo el mundo lo conoce. Asumirlo no es fácil, porque implica enfrentarse a una parte dolorosa de la historia reciente, y también a contradicciones profundas: por un lado, el papel que la Iglesia católica tuvo en la vida de muchas familias; por otro, la necesidad de reconocer y reparar un daño causado bajo su tutela. Esa tensión es incómoda para algunos, pero al mismo tiempo ha impulsado un compromiso real por reconocer a las víctimas y garantizar que esto no se repita.

P.Dicen que la actuación de la historiadora Catherine Corless ha removido conciencias...

R.Sin duda. Catherine Corless tuvo el valor y la perseverancia de investigar cuando nadie más lo hacía, y su trabajo ha sido esencial para sacar la verdad a la luz. Gracias a ella, y a las familias que nunca dejaron de preguntar, este caso dejó de ser una historia olvidada.

P.De los restos mortales que se han recuperado, ¿ya se sabe a quiénes corresponden? ¿Se han encontrado a las familias o estas se han puesto en contacto con el equipo?¿Cuál es el siguiente paso a seguir?

R.Por razones de confidencialidad no puedo entrar en detalles específicos sobre el trabajo que estamos realizando en este momento, pero sí puedo decir que nos encontramos en las fases iniciales de una intervención forense de gran complejidad. Este tipo de trabajo exige cumplir con los más altos estándares internacionales, tanto técnicos como éticos, y cada acción que realizamos debe estar documentada con precisión para garantizar la trazabilidad y la integridad de la evidencia. Además, el proyecto implica coordinar a numerosos equipos especializados (forenses, arqueólogos, expertos en ADN, asesores legales, personal administrativo) procedentes de distintos países, cada uno con protocolos y marcos normativos propios que deben armonizarse. Es un proceso que requiere una planificación minuciosa, una comunicación constante entre disciplinas y una gestión muy cuidadosa de los tiempos y recursos.

P.¿Cuánto tiempo se puede extender el trabajo de campo?

R.La duración del trabajo de campo es difícil de predecir con exactitud, ya que puede extenderse durante varios meses o más, dependiendo no solo de las condiciones del terreno, que pueden variar significativamente con el clima y la geología local, sino también de la complejidad arqueológica y forense del sitio. Cada hallazgo puede modificar la estrategia de excavación, obligando a ajustar ritmos, técnicas y recursos. Asimismo, la naturaleza y el estado de conservación de lo que eventualmente encontremos determinarán tanto la metodología forense a aplicar como el tiempo necesario para su recuperación segura y documentada. Con lo cual, no hay una respuesta clara de cuantos meses se extenderá el trabajo de campo.

P.¿Cómo afecta personalmente adentrarse en casos como este?

R.Es imposible no sentir un impacto emocional. Trabajar con restos humanos de niños, en un contexto de injusticia histórica, conmueve profundamente. A lo largo de mi trayectoria, desde mi investigación doctoral y postdoctoral hasta mi labor profesional, he trabajado en antropología forense con individuos subadultos, por lo que no es un terreno nuevo para mí. Sin embargo, cada caso tiene su propia carga humana y nunca deja de generar un impacto. Creo que la clave es actuar con determinación y rigor, sin perder el respeto por lo que se hace. Y, pese a la dureza, es también un privilegio poder contribuir a esclarecer la verdad y preservar la memoria, algo que ayuda a sostener el trabajo día a día. Desde que soy padre de mellizas, no puedo evitar que estos casos adquieran para mí una resonancia más intensa y personal.

P.Una profesión como esta reclama mucha vocación...

R.Sí, absolutamente. La antropología forense en contextos humanitarios exige una vocación muy sólida, porque el trabajo no se limita al análisis técnico. Requiere compromiso, paciencia y una gran sensibilidad para comprender que cada resto humano pertenece a una persona con una historia, una identidad y una familia que espera respuestas. Además, implica trabajar en entornos complejos, con marcos legales distintos, con equipos multidisciplinares y, muchas veces, en condiciones emocionalmente exigentes. Es una profesión en la que la precisión científica debe ir siempre acompañada de respeto y humanidad.

P.Ha declarado que no cree que esta profesión esté reconocida y que está “condenada al exilio”.

R.Lamentablemente, en muchos países —incluido España— no existen estructuras estables para este tipo de trabajo, lo que obliga a muchos especialistas a buscar oportunidades en el extranjero. La demanda para formarse en antropología forense es muy alta, en parte impulsada por el interés que generan las series policiacas y el fenómeno true crime. Sin embargo, la realidad es muy distinta: no solo el trabajo no es como se ve en la ficción, sino que además no existen las estructuras necesarias para emplear de forma sostenida a estos profesionales. Es una pérdida de talento y de recursos humanos que podrían ser muy valiosos en investigaciones nacionales, tanto históricas como contemporáneas.

P.Como español trabajando en el extranjero, ¿qué reclamaría en nuestro país?

R.Como español trabajando en el extranjero, reclamaría un marco legal claro que regule la labor de los profesionales de las ciencias forenses y la creación de puestos públicos estables en administraciones como los institutos de medicina legal o las FFCCS. Actualmente, la falta de medios y estructuras adecuadas hace que algunos casos forenses muy mediáticos no reciban la atención técnica especializada que requieren, lo que puede derivar en errores muy graves que podrían haber sido perfectamente evitables. Es fundamental que la administración desarrolle y consolide estas estructuras para garantizar una respuesta profesional, coordinada y sostenible a las necesidades forenses del país.

P.¿Qué llamamiento hace a la Administración para que la investigación forense disfrute de mayores facilidades?

R.Mi llamamiento a la Administración es que reconozca la antropología forense como un servicio esencial para la justicia y la búsqueda de la verdad, y no como una actividad secundaria o complementaria. Esto implica invertir en recursos humanos y materiales, así como en marcos legales adecuados, para que las instituciones dedicadas a esta disciplina puedan desempeñar su función con autonomía, eficacia y rigor científico.

P.Una vez termine esta etapa de su vida profesional, ¿tiene previsto volver a la enseñanza, o hay otras excavaciones o trabajos arqueológicos en su punto de mira?

R.Por ahora no tengo claro si volveré a la universidad, ya que la precariedad en la investigación es un problema que se vive más allá de España. He disfrutado esa etapa, pero ahora me siento más realizado en roles técnicos con impacto práctico directo. El paso lógico después de esta etapa sería integrarme en organismos con cuerpos forenses especializados, como el Comité Internacional de la Cruz Roja. Sé que esto implica vivir y trabajar en contextos muy complejos, como guerras con múltiples víctimas o grandes catástrofes, y afrontar condiciones de vida exigentes y largos períodos lejos de la familia. Me gusta mucho este trabajo, pero al final sería ingenuo hacer planes sin tener en cuenta las circunstancias personales que puedan surgir en el momento de aceptar un compromiso de este tipo.

P.¿Desea trabajar en España?

R.He tenido la suerte de trabajar no solo en España, sino también en mi ciudad, Cádiz, colaborando con un equipo estupendo en las exhumaciones del cementerio de San José, tanto en el contexto de los represaliados de la Guerra Civil como en los presuntos casos de bebés robados. Sin embargo, soy consciente de que regresar a trabajar en España hoy en día es una quimera para muchos profesionales como yo. Soy migrante por obligación, no por elección, como la mayoría de profesionales científicos que nos alejamos de nuestras familias y amigos para poder desarrollarnos profesionalmente. No quiero que se me malinterprete: esta es mi segunda vez trabajando en Irlanda y el país me ha acogido estupendamente. Aun así, siempre se siente la realidad del migrante, esa distancia con lo propio. Desde una perspectiva profesional, creo que el retorno a España exige cambios estructurales profundos que faciliten la incorporación y el desarrollo de profesionales altamente cualificados. Además, España debería avanzar hacia un modelo económico menos dependiente del turismo y los servicios, apostando más decididamente por la ciencia, la tecnología y la innovación como motores de desarrollo sostenible. Sin estos avances, el retorno seguirá siendo una opción limitada para muchos.

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