La Virgen del Rocío regala a la aldea una "gloriosa" procesión de casi diez horas

Una recogida temprana, una mañana de temperatura "más agradable de lo esperado" y una jornada "feliz" marcan el lunes de Pentecostés

La fe rociera rompe la madrugada con el salto de la reja y detiene el tiempo durante la procesión

Procesión de la Virgen del Rocío por la aldea este 2025. / Alberto Domínguez

El Rocío/Una vez que la Virgen del Rocío abandona su altar y su custodia pasa a ser de la gran masa de fieles -los mismos que llevaban al Simpecado por los caminos arenosos y cruzaban juntos aguas, provincias e incluso países- nadie sabe qué pasará. "Ojalá que la Virgen llegue bien de nuevo, que reciba a las 127 filiales y que no ocurra nada malo a nadie", rezaba uno de los almonteños aún desde la salida de la ermita, a la vez que se dejaba llevar hacia el exterior por la multitud.

Lo más preciado de la aldea, de las hermandades y de miles de familias -y de los padres de sus padres, y de sus hijos-, pasaba a ser, en el sentido más literal de la palabra, de todos y de nadie al mismo tiempo.

Procesión aún de noche. / Alberto Domínguez

Un sentimiento de incertidumbre, arma de doble filo, que envuelve y mantiene expectantes a miles de personas durante horas y horas. Poco o nada tranquiliza, aunque delegar en ella el devenir de la gran procesión es la única forma de atravesar de un lado a otro las plazas de la aldea, donde se acumulan miles de personas que van en la misma dirección, hasta encontrarla de frente y mirarla a los ojos en paz.

Romeros tocan los varales de la Virgen. / Jesús Fernández

A la noche aún le quedaban un par de horas cuando ella entraba en la calle Real. Los primeros claros se abrían a su paso por la casa de las Camaristas, donde la cuarta generación de mujeres "confidentes" de la Virgen -encargadas de vestirla- lloraban sin parar. "Viven por y para la Blanca Paloma", contaba José Manuel Vega, marido de una de ellas, después de aquel momento: "Allí nunca entra nadie hasta que la Virgen no está arreglada. Se meten allí dentro, cierran el presbiterio y se ponen con su labor. Por eso hoy viven todo con tantos nervios".

En la casa de la hermandad onubense repicaban las campanas a las 6:40. Los tejados de la sede se llenaban de gente y abajo cada uno buscaba a toda prisa su sitio. Era a las 7:26 y aun con las campanas resonando cuando la Virgen giraba hacia el gran letrero azul en que podía leerse Huelva. Avanzando hacia ella, el Simpecado se abría camino y se posaba a pocos metros. Entonces, el tiempo se para. Ignacio Vírseda Cháves, cura recién ordenado, aparecía entre la gente subido a hombros y hacía un gesto de bienvenida a la Reina de las Marismas. Una invitación a entrar en el hogar al que han dado forma aquellos hermanos. "Es de intimidad sobre todo. Es la primera salve que rezo y para mí es inolvidable", contaba a este periódico tras el paso de la Virgen. "Y en el ambiente se veía. Para los onubenses este es el momento culmen del Rocío. La cumbre de la peregrinación hacia la aldea, del encuentro con la Blanca Paloma", narraba tras el momento.

La Virgen pasa por la casa hermandad de Huelva. / Alberto Domínguez

A pocos metros de Vírseda y desde el suelo, el espacio se reducía a mínimos al ver al Pastorcito Divino aproximarse hasta el estandarte. No era fácil seguirle la mirada, interrumpida por miles de manos levantadas y por un largo reguero de pétalos que caían sobre las personas, que se esforzaban por grabar el momento en sus retinas. "Por favor, disfruta. Nunca antes la hemos tenido tan cerca nuestra", consolaba una madre a su hija.

El repique no cesaba hasta las 7:30, cuando abandonaba la calle Real y daba esquinazo a Huelva. Un nuevo calendario comenzaba en la casa hermandad, donde todo el mundo se refugia, toma asiento y se abraza. El Hermano Mayor, Manolo Toscano, era un ejemplo. Decía visiblemente emocionado que era "un privilegio" ver llegar a la Virgen hasta allí. "Mi hija cumple nueve meses. La han subido los almonteños arriba. Se ha intentado ver lo más cerca posible y el cariño de los rocieros de Huelva lo guarda ya con ella".

Paso de la Virgen del Rocío por la casa hermandad de Huelva. / H.I.

El sol estaba prácticamente fuera cuando desembocaba en la Plaza Doñana. Niños subidos a hombros y cientos de personas asomadas desde las plantas altas de las casas aguardaban para ver a la Virgen en su nuevo recorrido. Santiago Padilla, presidente de la Hermandad Matriz y testigo de la jornada, aseguraba que "el cambio de trayecto significa una mejora sustancial con relación al desarrollo que tuvo el año pasado", ganando -con el paso por la casa de Sevilla y el recibimiento de los Simpecados en la plaza- "más espacio para ellos, para la comitiva y para poder disfrutar de la procesión de la Virgen". "La sensación es buena", reflexionaba.

Cuando el reloj marcaba las 10:30, podía decirse con todas garantías que era una mañana de temperatura agradable, o al menos más agradable de la que se esperaba. La dureza del camino hasta la marisma -con temperaturas extremas que rozaban los 40 grados- y dos días de calor abrasador en la aldea también invitaban a los romeros a colaborar.

Momento en el que acercan los bebés hasta la Virgen. / Jesús Fernández

Donde sí se apreciaba el calor asfixiante era en los rostros de los jóvenes y mayores de Almonte, que corrían a toda prisa hacia el exterior del tumulto de gente para poder volver a respirar. Pablo Pérez, uno de los que buscaba desesperadamente un hueco entre la gente, aseguraba que "esto es lo más grande para los de Almonte. El lunes para nosotros es vivir en familia, estar con la gente a la que quieres y estar aquí durante toda la noche es lo más bonito". El relevo de personas que portan a la Virgen es, según el joven, natural. "No sabes cómo, pero te lleva la Virgen. Ella te lo pide. Nosotros mismos entramos y salimos de debajo".

Al otro lado de la plaza, se espera el tiempo que sea necesario para que la Virgen llegue a visitarlos. A las puertas de la de Jerez, aguardan su turno pacientemente. "Que venga a vernos y a darnos las gracias y nosotros a ella por estar aquí", decía Inma Aritxa, que viene de una peña madrileña adscrita a la hermandad jerezana. "Estoy pasando un momento complicado en mi vida. Ver a la Virgen me ha traído paz y serenidad para afrontarlo", contaba emocionada a este medio.

Calor y jóvenes que entran y salen de debajo del paso la Virgen. / Jesús Fernández

Puntual, abandonaba la calle Almonte a las 12:00. Los romeros -apoyados algunos desde hace algún tiempo en el suelo- se levantaban de un salto para verla cruzar una de las vías "más complicadas" del recorrido por su estrechez. Al final de la callejuela, aguardaba la penúltima casa a la que visita cada año. En la moguereña convivía cierta nostalgia y satisfacción poco antes de ver a la Virgen del Rocío frente a sus puertas. "Rezamos la salve junto con todos los hermanos. Esperándola estamos con los brazos abiertos en este lunes, que es lo más para un rociero".

La Virgen del Rocío vuelve a su Santuario. / Jesús Fernández

Poco después de las 12:05, las puertas de la ermita volvían a estar llenas. El Santuario reclamaba la vuelta de la Señora de las Marismas tras cerca de diez horas de procesión. Una gran petalada y el último aliento de los almonteños la llevaban de nuevo hasta debajo de las campanas, que resonaban con fuerza en toda la aldea. Un giro glorioso -a las 12:25- hacía estallar un aplauso, un gesto de agradecimiento por un día "regalado por la Virgen, con una recogida temprana y un feliz e inolvidable Pentecostés", decía José, almonteño, en el interior de la ermita.

Aunque los aplausos y el culto seguían con la Virgen ya entronizada sobre su altar, mucha gente ponía rumbo a la marisma. Allí de nuevo se hacía el silencio. Volvía la calma, "toca contar lo vivido y volver a seguir a base de recuerdos, que transmitiremos a los familiares y amigos que no han podido estar hoy con todos nosotros".

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