Una salida desde la antigua ermita
el rocío de siempre
Hace medio siglo que dejó paso al gran proyecto que quiere convertir El Rocío en foco de espiritualidad mariana internacional La procesión siempre tuvo el mismo ímpetu
ESTA secuencia gráfica nos devuelve a la memoria histórica rociera. A un tiempo, a una romería de hace algo así como medio siglo. Es una de las últimas salidas de la Virgen de su antigua ermita. Ahora estamos en ese tiempo del tránsito de recordar cinco décadas después, las que van de 1963 a 1969, cuando se construye una nueva ilusión almonteña: crear un joyero de amor para su Patrona. Ocurre, además, que cuando estemos en 2019, no solo se conmemorará los cincuenta años de su nueva casa, sino el centenario de su coronación canónica. En estos dos acontecimientos vemos el crecimiento de la fe rociera. En 1919, su coronación canónica, el reconocimiento a una devoción a la Virgen, una forma de expresar el cariño a la Patrona de Almonte, que en este entorno fue siempre algo más que cruce de caminos. No un lugar accidental, sino punto de armonía de fe de un pueblo. Entonces esta provincia vivía enmarcada en la jurisdicción del Arzobispado de Sevilla. La coronación la mueve un devoto, un hombre del Condado que sentía cerca el amor de la fe de un pueblo, que desde Almonte se propagaba "para ser Reina y Madre de Andalucía". Se trata de Francisco Muñoz y Pavón, el canónigo rociero en Sevilla. Movió todo para que el 8 de junio de 1919 el cardenal Enrique Almaraz y Santos coronara a la Virgen del Rocío.
Un tiempo hermosos que luego tendría otro momento de explosión de la devoción rociera que llega con la creación de la Diócesis. Pedro Cantero Cuadrado, en 1954, se convierte en el primer obispo y antes de dejar esta provincia había llegado al corazón de la devoción e hizo ver a los almonteños la necesidad de hacer ese hermosísimo santuario que hoy tenemos. Eso ocurrió antes de irse, en 1963, y colocó la primera piedra el 26 de enero de 1964.
Al año siguiente el nuevo prelado, José María García Lahiguera, visita las obras. Se espera con impaciencia ese gozo rociero de la nueva casa de la Virgen. Siempre la devoción, que nace del pueblo y este la fomenta, contó con la cercanía de la Iglesia y eso es generoso reconocer porque engrandece a los rocieros. El 2 de abril de 1969 el hoy beato José María García Lahiguera bendice la nueva ermita.
Solo faltaría decir que un papa de Roma, el hoy San Juan Pablo II, les visitó y rezó ante la Virgen del Rocío el 14 de junio de 1993. Quienes tuvimos la dicha de rezar con él en ese momento lo proclamaremos siempre. Lo mismo que otros seglares se acercaron al Rocío, fundiendo anhelos y oraciones para convertir El Rocío en la realidad almonteña que es un gozo de gracias permanentes.
Para estas fotos de la salida de la antigua ermita no he podido encontrar mejor crónica rociera que la de Manuel Siurot, que en la antesala de la coronación canónica de la Virgen del Rocío editó la primera gran crónica de la romería.
Don Manuel sabía que en ese ímpetu, que a veces no se entendía ni antes ni ahora, había un sustrato que había que tenerse en cuenta. Y refiriéndose a la función de la Virgen y sus devotos, señalaba que "para mucha gente el único rezo del año son aquellos destemplados vivas o aquellas lágrimas sinceras de gratitud". Hablaba de quienes agarrados a la reja no veían la hora de que concluyera la función para que comenzara la procesión: "Está lleno de nerviosa impaciencia porque quiere que todo aquello concluya pronto para reñir la batalla y conseguir la victoria de poner su hombro viril en las andas de la Reina y Señora". Y sentencia: "A mí me conmueve la fe de estos hombres". Refiere también las palabras del predicador que son interrumpidas por los vivas a la Virgen de los hombres que esperan portarla... "Ya se acabó la misa. La riada de carne humana pasa por encima de la baranda del presbiterio. La Virgen desciende del altar como precipitada de altura. Da Miedo".
Y "ya está la Virgen en la calle. No hay nada en el mundo comparable con esta procesión verdaderamente trágica. Cuando vi aquello pensé: aquí está mi raza".
"Qué contenta estará la Señora con aquel generoso dar de aquellos sencillos corazones. Se apiñan, se enlazan, se destrozan; el polvo que levantan llega al cielo, el sol del mediodía los achicharra. ¿Cansarse? Antes morir que cansarse".
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