En el arroyo de los sueños rocieros
Despierta el romero que llegó un nuevo día, con su vara de peregrino comienza de nuevo a caminar con Huelva · La llegada es el encuentro deseado con la Blanca paloma, es decirle que ya estamos aquí
YA estamos de camino Señora! Atrás quedó una ciudad que se me antoja huérfana y desolada por la marcha de sus hijos, ya pasó el Ángelus, ya nos despedimos allá en el Muelle del Tinto, ya pasamos el puente y carretera adelante llegamos hasta el carril que nos indica que a partir de ahora arena y pinos.
Cae la noche… Huelva sigue soñando con la Pastora. Atrás quedaron las horas de tensión y nervios propios de la salida. Ahora todo es tranquilidad y disfrute. Puro deleite para nuestros oídos será el escuchar sevillanas lentas y compases de guitarras que claman por amor a la Reina de las Marismas, auténtico placer para nuestros sentidos será el contemplar cuando avanza la madrugada la quietud de la Matilla. Las bestias descansan en sus cercados cabizbajas y de alguna manera también disfrutando de lo vivido y expectantes de lo que queda por vivir. El descanso ansiado por todos toma posesión de una hermandad que sin embargo se resiste a dejar a su Simpecado en soledad. Los cuerpos se van venciendo. Pero aún en el resguardo de una manta, tendremos tiempo para un último pensamiento para Ella.
En ese pensamiento de la noche de camino, se suele poner el corazón en aquellas cosas que han pasado en la hermandad a lo largo del año, cuando la conciencia empieza a despedirse de mi por un rato. Pasan por mi cabeza mil y un avatares de la hermandad. ¡Cuánta lucha!, ¡cuántas horas de sacrificios!, ¡cuantos sinsabores!, ¡horas y horas de dejar el cobijo del hogar huérfano de padre o de madre!, de esposa o esposo que espera impaciente la llegada para compartir siquiera el último rato del día al calor de una mesa de camilla y que no llega. ¡Cuánto sacrificio por una hermandad a veces, muchas veces ingrata! Pero ¡qué alegría cuando las cosas salen bien, cuando se van cumpliendo poco a poco y con todo el cariño del mundo aquello que soñaste para tu hermandad, para tus hermanos, para Ella en definitiva. Qué orgullo cuando sales a la puerta y ves la alegría y la plenitud en el rostro de tu gente, que emoción cuando sale la hermandad en cualquier acto y ves lo que es Huelva. Cuánto respeto merecen aquellos hermanos que alguna vez tuvieron la dicha de sacrificarse por su Hermandad de Huelva, con acierto y con errores, pero con un espíritu de entrega y abnegación que sin duda alguna deja a las claras su sentir por la Reina de las Marismas. Cuántos hermanos han quedado en el olvido de una hermandad que parece no tener memoria algunas veces, ciento treinta y dos años de esfuerzo para que Huelva sea referencia de todas las hermandades rocieras, para que la Virgen Santísima de las Rocinas tome el corazón de una ciudad que por Ella muere.
ORGULLO DE ROCIERO
Hay un rinconcito en el camino, donde quiso Dios inspirarse para crear una conjunción perfecta entre la belleza y la emoción. Allí se unen en magnífica armonía el rezo con la fe y el orgullo de ser rociero de Huelva. Un pequeño paraíso empeñado en romper la norma y el espacio. Alguien la llegó a calificar como la catedral de nuestros sueños. Allí al caer la tarde del viernes del camino, se comprimen nuestros sentimientos y nuestros cuerpos con el deseo de escuchar las mágicas palabras pronunciadas por nuestra hermana mayor: "Para Manuel la Carroza, que vamos a rezarle a la Pastora". Y allí Huelva se rompe una vez más en emociones, sabedora que éste ha de ser el último tirón antes de llegar a la ermita. Allí Huelva reza, canta, llora, escucha, se emociona. Lo llaman de la Cañada, pero nuestra hermandad lo quiere llamar el Arroyo de nuestros sueños…
Huelva… Huelva… Huelva…Y ya estamos ante Ella. Atrás quedó la senda, el sacrificio y un reguero de amor que desde la misma Huelva ha venido impregnando cada paso, cada huella, cada suspiro, cada sístole y diástole de nuestro corazón que late por Ella. ¡Ya estamos aquí! y ahora, a pesar de ser una legión de rocieros los que integran la caravana, a pesar del cansancio que nos invade, a pesar del gentío que se acumula en torno a la Reina de las Marismas, ahora solos Ella y tu corazón. Está de más todo lo que rodea el momento, si vienes solo o con los tuyos, si te puede la emoción y el sentimiento. Ahora sólo vas a poder decir lo que la quieres, que no habrá hueco para grandes y elocuentes oraciones, ¡ni falta que hace! Tan solo mírala, allí en la distancia, en la majestuosidad de su paso. Pero ¡no la veas!, ¡siéntela!, ¡mírala con los ojos de tu corazón!
Aquí estamos los de Huelva, Señora, aquí hemos llegado a dejarnos el alma por tu amor, aquí no cabe otra cosa que sentirnos tuyos, aquí no hay más que un clamor por Ti Señora. No hay más ni menos Madre mía.
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