Misa de Pentecostés

Vilaplana ve en las dificultades del camino un "ejemplo" de fe rociera

  • El obispo de Huelva alaba el Plan Romero y su capacidad de adaptarse a las vicisitudes del tiempo. Miles de personas asisten a la homilía bajo un sol de justicia, preludio de la procesión.

Centenares de romeros celebraron ayer  en la aldea almonteña la Misa de Pentecostés, liturgia con la que las 117 filiales rocieras prepararon el espíritu para la procesión de la madrugada, en la que la Virgen del Rocío concitó toda las miradas.

 

Durante su homilía, el obispo de Huelva, José Vilaplana, alabó el esfuerzo y las muestras de fe escenificadas por las hermandades,  que contra viento y marea desafiaron a los elementos para llegar hasta las marismas, superando las adversidades y reconfigurando itinerarios. Todo, sin virar en ningún momento el destino, la brújula que los ha traído hasta aquí: a "María, la perfecta oyente de Dios, que como madre coge nuestras súplicas y nos enseña el camino". El prelado tuvo palabras de agradecimiento para las instituciones que desarrollan el Plan Romero, por su esfuerzo en "la búsqueda de alternativas" para que los peregrinos pudieran cumplir sus deseos de visitar a la Virgen del Rocío. Junto a ello, Vilaplana conminó a los feligreses a "ser testigos y portadores de la Misericordia", la misma que permite "mirar a todas las personas reconociendo su dignidad" humana. 

En la jornada dominical lució sin excusas el sol. El cielo, desprovisto de esas mismas nubes que durante los primeros compases de la romería quisieron erigirse en protagonista del camino, permitió que se vieran estampas únicas en este Rocío: romeros protegiéndose del sol, bien con los folletos de información, bien con los sombreros colgando de las medallas de hermandad. 

  

 

La eucaristía, celebrada por el obispo onubense y concelebrada por su homólogo de Jerez, José Mazuelo Pérez, y el párroco local, Francisco Martín Sirgo, comenzó a las diez de la mañana. Los tamborileros de la Hermandad Matriz arrancaron sus primeros acordes mientras en el santuario las rejas del altar central se abrían de par en par para dar paso a la curia eclesiástica encabezada por Vilaplana que, portando el báculo pastoral, iniciaba el paso hacia la explanada de la plaza Doñana. Un desfile en el que se echó de menos al triguereño Antonio Salas y al malagueño José María González, dos grandes siervos de Dios y devotos rocieros que el pasado año abandonaron este mundo, pero que estuvieron muy presentes en la memoria y oraciones de los fieles. 

Ya en el altar, el horizonte lo oteaban a tres alturas los estandartes que representan a las 117 hermandades, incluida Valencina de la Concepción, que este año se sumaba a la nómina de filiales. Frente a ellos, un mar de peregrinos y representantes de cada una de estas entidades religiosas con su presidente y hermano mayor a la cabeza que, en representación de sus hermandades, renovaron su protestación de fe, como así materializaron Juan Ignacio Reales y Alfonso Bejarano como representantes de la Hermandad Matriz. A su vera en la eucaristía se encontraban representantes institucionales como el subdelegado del Gobierno de España en Huelva, Enrique Pérez Viguera; el alcalde de la capital, Gabriel Cruz, y su homóloga de Almonte, Rocío Espinosa. 

Si en su homilía en la basílica de San Pedro del Vaticano el papa Francisco hablaba de la paternidad de Dios en el espíritu, Vilaplana hacía lo propio desde la óptica de María, esa sierva del Redentor que dijo aquellas palabras de "hágase en mí según tu palabra". Pero ninguno de los dos representantes de la Iglesia católica quisieron dejar pasar por alto el Año de la Misericordia. En este sentido, el obispo onubense recordó como en el summum de la piedad e indulgencia, "Jesucristo frente a su madre y Pedro, el apóstol del amor", pronunció en su lecho de muerte "aquellas palabras en las que perdona a quienes le crucificaron". 

Vilaplana también reclamó no perder la alegría frente a las contrariedades a la que nos enfrenta la vida, en la certeza de que Ella nos proveerá del consuelo que nos brinda el Espíritu Santo, enviado por su hijo. Un Pentecostés que representa "una experiencia de la alegría vivida en el ámbito familiar", frente a nuestros seres queridos. Una fe "que generación tras generación se transmite" en esta tierra andaluza a través "de la devoción a nuestra Madre, la Virgen del Rocío". 

 

Tal como había anunciado la Hermandad Matriz, el Coro de la Hermandad del Rocío de Sevilla-Macarena preparaba algo especial para interpretar durante la homilía de Pentecostés. Manteniendo la tradición y la esencia que ha de rezumar las plegarias por sevillanas, a sus voces sumaron lo mejor de una filarmónica, acompañando a la guitarra española instrumentos de cuerda como el violín y el bajo, mientras que de viento estuvieron presentes el clarinete y el oboe. Su ejecución no pudo ser más elegante, ofreciendo un exhorto musical de suma belleza artística y una cuidada selección de temas que fue muy alabada por los romeros.

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