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Más de 24 horas se llevó la Virgen del Rocío en los hombros de los almonteños hace 30 años. El sábado 30 de mayo de 1992 salió por la puerta de la Parroquia de la Asunción de Almonte pocos minutos después de las diez de la noche, tras nueve meses allí, desde que acabara el Rocío Chico de 1991.
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Sobre las siete de la mañana del domingo fue cubierta para el camino y aún tuvo un largo recorrido en el que los almonteños se resistían a dejar a la Pastora en su Santuario. No fue hasta la noche, pasadas 24 horas de Traslado, cuando la Virgen ya quedó de nuevo en su altar de la aldea para esperar a los peregrinos de Pentecostés.
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Las crónicas hablan de un Traslado intenso, pleno de emoción y lágrimas entre los almonteños. "Habían estado esperando siete años hasta volver a tener a su Patrona en Almonte y poco a poco, casi sin darse cuenta, la iban alejando del pueblo".
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Era la despedida hasta su regreso a Almonte "al borde del fin del milenio", escribían los compañeros entonces, con una década de 2000 aún lejana.
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La Virgen del Rocío regresa a la parroquia tras 13 horas de procesión
La Virgen del Rocío, vestida de Pastora, a hombros de los almonteños, con la Parroquia de la Asunción al fondo, de la que salió a las 22:05 de aquel sábado 30 de mayo de 1992.
El fervor de los almonteños y el deseo de portar a la Señora dejó momentos de gran intensidad y emoción a lo largo de todo el recorrido. Hasta 1999, no iban a tener otra oportunidad como esa.
Sobre las siete de la mañana del domingo 31 de mayo, las camaristas se encargaron de cubrir el rostro de la Virgen y colocar un capote encima para protegerla del polvo del camino hasta la aldea.
Un descanso al amanecer custodiando los enseres en un Traslado en el que las familias de Almonte al completo participaron para acompañar a su Patrona por las calles del pueblo y hasta la aldea.
Una multitud acompañaba a la Virgen del Rocío hasta las afueras de Almonte para seguirla en el camino de Los Llanos hasta la aldea. La emoción era palpable en ese amanecer de domingo.
"En el Camino de los Llanos se concentraron a lo largo los romeros que esperan con impaciencia uno de los momentos más mágicos: volver a ver de nuevo el rostro de la Virgen".
"El sudor de los almonteños por llevar a su Patrona fue empapando completamente sus camisas y todo lo que rodeaba a la Virgen se convirtió en devoción, polvo y vaho", decía la crónica en Huelva Información.
Las salvas de escopetas y trabucos estuvieron presentes en todo el recorrido de la Virgen hacia la aldea, siguiendo una tradición que este fin de semana, 30 años después, se mantendrá con los permisos correspondientes.
Eran las diez y cinco del sábado cuando los almonteños se lanzaron a portar en hombros a la Pastora, en ese paseo final por las calles del pueblo antes de su regreso a su Santuario para la romería de Pentecostés.
La emoción y el fervor, muy presentes en todo el recorrido entre las miles de personas que acompañaron a la Virgen del Rocío en ese Traslado de mayo de 1992.
Una mujer porta la corona de la Virgen para su vestido de Reina con la que iba a esperar a los peregrinos en su Santuario y a salir el Lunes de Pentecostés en procesión por las calles de la aldea.
La pastora, cubierta en el camino a la aldea para evitar el polvo presente en todo el recorrido. El fervor no disminuye en ese momento aunque no se pueda ver su rostro.
Numerosos vehículos se detuvieron en la carretera de Almonte a Matalascañas ante el paso de la Virgen en su Traslado hasta la aldea de El Rocío. Nadie quería perderse ese momento mágico, a unos metros de allí.
El ambiente rociero de esos días se vivía en la capital también, donde el II Certamen de Coros Rocieros Ciudad de Huelva, organizado por Huelva Información, llenó de público durante dos noches la Plaza de San Pedro.
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