El Rocío

Sueño estar viviendo; la Virgen del Rocío, ¡ya está en la calle!

Yque el alba lleva prendío en el aire el olor a pureza y cantares, mientras en la ermita rociera en esa especial madrugada, la Virgen del Rocío navega ya sobre un mar de cabezas, brazos y corazones almonteños.

Qué los ángeles: seguro tienen envidia de cómo la lleva una vez más su pueblo rociero rodeada de inefables sonrisas, atraídas por la suya que hace nacer, el néctar dulce del piropo ¡por guapa y por bonita!

Y nosotros. Extasiados vemos su trono navegar como si hubiera perdido el timón: Fondea, avanza, retrocede, se inclina, gira y la mecerá enardecida las olas del amor y la devoción.

Florido, bello y tortuoso sendero El Real; donde los rocieros de Huelva estamos con nuestro Simpecado, para junto con la Señora, en ese especial cenáculo onubense recibir al Espíritu Santo como cada Lunes de Pentecostés.

Lunes por la mañana con la Hermandad de Huelva hecha locura; con el sol iluminando a la Virgen, bordando de colores su vestido, resplandeciendo su rostro haciendo que, como una rosa temprana ante Huelva, tenga la cara ¡la Virgen del Rocío!

Y en ese sueño, intuyo que ya nos la traen por derecho los almonteños. Que el sacerdote sube a hombros choqueros pidiendo con la palabra y el gestos de sus manos qué llegue hasta nosotros esa flor de pureza para realizar el soñado encuentro entre floreada lluvia de pétalos y se junte su aroma con el sudor de los almonteños.

Pétalos que también llueven desde las marismas celestiales de manos de los rocieros de la hermandad, que con el Pastorcito y esa Blanca Paloma, conviven en "el cielo de la eternidad".

Esplendor y brillo se unen en ese instante, como se juntan los sentimientos de Huelva y los de los que la llevan.

Las lágrimas y el sudor que recorren sus espaldas y mejillas, siempre son la mejor recompensa de ese esfuerzo y fatiga en ese momento soñado, que es el momento! en el que Huelva otra vez está perdiendo el sentío, viviendo y viendo junto a su Simpecado y, de frente, la cara morena de la Virgen del Rocío.

Es también el momento en el que un "año rociero" va a concluir. Pero será, no lo olvidemos, el culminar de la fiesta rociera para la Hermandad de Huelva.

Por eso, al acercarla a Huelva los hombres de la Virgen: le ofrecen, sus sudores y plegarias. Su caminar por la vida para que Ella, como madre agradecida, los presente ante su divino Hijo cómo ofrenda de "fe y devoción" de su vida almonteña. Y por Huelva, le brindan allí, una vez más, nuestro amor y devoción "fundíos y prendíos" con esa ardiente fe de nuestro huelvano Rocío.

"Huelvano rocío" que hace ante la imagen de La Virgen, sentir el orgullo de ser sus rocieros. Que nuestra fuerza ante la sociedad está en creer y defender su historia. Una historia nueva de una tradición de siglos basada en "la fe, la caridad y la esperanza". En el amor y la oración hecha copla.

En compartir lo que se tiene junto con una devoción llena de plegarias individuales y colectivas, cuyo máximo exponente lo vivimos cada Lunes de Pentecostés con la convicción de que si, allí falta la fe, sólo sería feria y nunca romería y del Rocío.

Fe que implica a las hermandades de Huelva el deber, de presentar las vivencias del Rocío en toda su altura y valor mariano. Lo exige y obliga el hecho de que La Virgen y el Pastorcito están en medio de todo lo que significa la palabra Rocío.

Estos y otros pensamientos están aflorando esperando a la Virgen ante nuestra capilla del Real.

Pensamientos que se cortan, cuando "el esfuerzo almonteño" se está acercando y estiramos los cuellos escuchando: Miradla qué guapa viene. ¡Acercadla por Dios almonteños!, Que Huelva aquí está ya dispuesta para rezarle "la Salve del Encuentro". Y ya gozamos el sueño de disfrutar ante nuestra capilla del Rocío a esa Blanca Paloma en procesión que viene como un ascua de luz; que nos está iluminando el alma y el corazón. Viene hacia nosotros resplandeciente; la sonrisa sosegada y su familiar dulzor en la mirada.

Y los cuerpos alargados. El corazón desbocado. Ya estás con nosotros y nuestro Simpecado te saluda. Las emociones se juntan con el cúmulo de nuestros sentimientos pareciendo que nos va a estallar el pecho en este instante soñado en el que todos te rezamos. Todos te decimos ¡Rocío, Rocío, Rocío y, guapa, guapa y bonita y bonita y olé, olé y olé!

Todos te damos las gracias por estar de nuevo ante "Tus Plantas". Por esas promesas cumplidas. El saber que los que no están te están mirando desde el cielo sin perderse una puntá. Por eso, almonteño no te la lleves. Dejadla un poquito más con Huelva para que la podamos disfrutar.

Y Reina y Señora; vuelves ese poquito más. Y nos abrazamos y besamos entre un bajito y personal ¡Viva la Virgen del Rocío!, sintiendo que no hay otra cosa igual. Quererte decir tantas cosas ¡y no poder ni hablar mientras Huelva, que de verdad te ama Blanca Paloma almonteña, está llorando.

Huelva, todo corazón y señorío llora. Pero se alza jubilosa despidiéndola y dándole vivas a esa Blanca Paloma, Pastora, Señora y Reina de Las Marismas; La Virgen del Rocío.

Llora con la alegría de un pueblo que vive y sueña, que acaricia el cielo, sintiéndola tan cercana, que cada corazón choquero en este momento será su casa; que Ella, la Virgen del Rocío, como cada año hace la más luminosa paladeando "la gloria y el Amor de su presencia", con su bendito Rocío salvador.

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