El Rocío

Rocío de fraternidad y alegría

De la romería en honor de Nuestra Señora del Rocío me gustaría destacar en esta ocasión dos aspectos, que si bien no agotan todo lo que hay que decir sobre el Rocío, sí tienen para mí mucha importancia, estos son la fraternidad y la alegría, que además son características de María cuando va a visitar a Isabel: la Virgen va alegre, va a comunicar su gran alegría, va a llevar a su verdadera alegría: a Jesús. Y esta comunicación, este anuncio, lo hace en el servicio, que nace de la fraternidad.

La fraternidad está presente entre los romeros desde el inicio del camino a la aldea, camino que en verdad se convierte en camino hacia la Virgen. Esa fraternidad predomina también en el transcurso de la celebración de la romería: ejemplo de lo que digo es la acogida del otro, la aceptación de la personalidad del otro. No descubro nada nuevo si digo que en la romería se establecen vínculos muy profundos entre personas que, a lo mejor, sólo tienen en común la devoción a la Virgen del Rocío. Suficiente esta comunión de partida y de destino para que la fraternidad se viva en la hermandad. ¡Qué importante esto! ¿Acaso la fraternidad no es una expresión de uno de los frutos del Espíritu Santo, la caridad?

La alegría. Va unida a la fraternidad. No considero que ésta sea una simple escapada de la realidad, de la dura realidad en la que los peregrinos ven inmersas sus vidas. Más bien creo que la alegría de la romería es liberadora, liberadora en el sentido más positivo del término, liberadora en el sentido teológico, que recoge un poco aquello de la Sagrada Escritura que dice: "No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta" (Mt 6, 25-26). Si lo vivimos de esta manera, El Rocío será un acontecimiento salvífico, un momento de gracia, en el que se experimentará la prioridad de lo trascendente, de Dios, sobre otras realidades cotidianas. Será una ocasión para tomar energía, para tomar fuerzas para proseguir el camino de nuestra peregrinación terrena.

Fraternidad y alegría van juntas. De su unión son iluminadoras estas palabras del Papa Francisco: "El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien" (Evangelii Gaudium nº 2). Fraternidad y alegría, en El Rocío, son dos frutos de los dones del Espíritu Santo y tienen un gran sentido pedagógico para todos los peregrinos. Bajo el manto de la Virgen del Rocío, unidos en el gozo de ser sus hijos, podemos experimentar lo que vivieron los discípulos junto a María, cuando se llenaron del Espíritu Santo y empezaron a hablar (cf. Hc 2, 4). También nosotros tenemos que hablar hoy al mundo, hablar no quiere decir que sea sólo con palabras, sino con gestos, gestos de misericordia: la fraternidad y la alegría que necesita tanta gente que camina con nosotros en esta dura, pero hermosa y esperanzadora peregrinación de la vida.

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