El Rocío

Perfección rociera en siete escalones

  • Demostración de destreza en la subida de las carretas a la parroquia de Villamanrique, que hoy inicia su camino al alba.

Siete son los sacramentos, siete días tiene la semana y siete son los escalones que las hermandades suben cuando pasan por Villamanrique. Este número tiene en la simbología judeo-cristiana el valor de la perfección. Plenitud de cifra que sienten los rocieros cuando llegan hasta la misma puerta de la parroquia de la Magdalena en la antigua Villa de Mules. Demostración de arte ganadera que el tiempo ha ido borrando de los campos andaluces. Donde hoy está el tractor antes estuvo el arado. Prácticas perdidas de las que los boyeros hacen gala cuando hay que subir la escalinata más famosa del orbe rociero.

Del arte en el adiestramiento de bueyes saben mucho Antonio Córdoba y su esposa Maricarmen Jiménez, a la sazón hermanos mayores de Villamanrique, cargo que se renueva cada año y que en rara ocasión, como en 2010, se queda vacante. El padre de Maricarmen Jiménez era boyero y enseñó a sus nietos. Hoy, cuando al alba la primera hermandad rociera se ponga en camino uno de los hijos del matrimonio guiará a los bueyes de la carreta del simpecado. Será entonces cuando esta familia vuelva a las arenas. Lleva 11 años sin pisarlas. El mismo tiempo de la muerte de uno de sus hijos, Antonio Jesús Córdoba, fallecido a los 15 años. Una tragedia de la que germinó la promesa de ser algún día hermanos mayores de Villamanrique, cargo que se elige cada año en el Corpus y que supone un gasto medio de 30.000 euros.

Entre claros y nubes la representación de la hermandad manriqueña espera en el séptimo escalón, donde culmina la hazaña de los carreteros. Los componentes de la junta andan y retroceden al compás de los bueyes. "Que sube, que sube", comentario que sirve de aviso para abrir paso a las carretas que alcanzan la puerta de la parroquia. Coria deja un reguero de sevillanas y lágrimas cuando el día sólo ha despuntado. Este año cambió el sol de mediodía por el frescor de la mañana. Villanueva del Ariscal sube hasta en tres ocasiones. Emilia Vacas no da crédito. Esta madrileña ha alquilado una casa en El Rocío con una veintena de paisanos. Nunca antes conoció la romería. Se creía que lo de los bueyes era una de esas "exageraciones" con las que tanto se estereotipa a los andaluces. Pero no, es cierto. "Nunca antes había visto algo igual", dice esta madrileña a la que el asombro no acaba de desdibujársele del rostro.

Luego llega Gelves, con su carreta de columnas de ébano, su simpecado confeccionado de la casulla del párroco fundador de la hermandad -que cumple un cuarto de siglo- y una pintura de Maireles. Otra vez se cantan sevillanas. Y más carretas, la de Los Palacios, que sube la escalinata. Peldaño a peldaño. Siete escalones tiene Villamanrique, como los días del camino. Perfección manriqueña. Plenitud rociera.

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