Crónica

Huelva sale hacia El Rocío como un mar de chaquetillas blancas

La Hermandad del Rocío de Huelva camina por las calles de la capital.

La Hermandad del Rocío de Huelva camina por las calles de la capital. / Josué Correa

Huelva fue por un momento un mar de chaquetillas blancas. Fue como la espuma que llega con las olas y muere en la orilla relamiéndose. Como la que no quiere desaparecer cuando entra por los poros de la piel. Es como un abrazo de la marisma. Con ese olor a perfume blanco y azul. Como la bandera de Huelva.

Un mar de chaquetillas blancas irrumpió en la capital. Era un baile a la vida. Que trota gustosa marcando la cinta del sombrero. El caballista es el que agarra las riendas de las devoción de toda una ciudad para llevar a la Virgen lo más grande que se puede mostrar. El amor.

Huelva quiere a la Blanca Paloma de una manera especial. Diferente. Es una utopía explicarlo mejor que una fotografía. Porque no cabe un cuadro más choquero hasta donde alcanzan los ojos. Es un lienzo en movimiento. Es una vida que continúa después de dos años. Y que permanece. Por un instante en la retina. Y para siempre en el corazón.

Ver salir a la Hermandad del Rocío de Huelva es como ver mudarse a una ciudad entera. No se le puede dar más sentido a la palabra peregrinación. Es como escuchar una sevillana que dura diez kilómetros. Es como trasladar la fe a palmas por Huelva. Y envolverla en una carroza de plata que brilla más que el sol. Es en esta mudanza de devociones cuando la puerta del corazón es un Simpecado, mientras la Virgen, que espera en la Aldea, es la única que tiene la llave maestra. 

Huelva fue por un momento un mar de chaquetillas blancas. Fue como recordar la razón por la que se reza. En silencio. Y cantando. La razón por la que uno es de Huelva. La razón de una medalla. Con esos vivas que ya se antojaban lejanos pero que este jueves renacieron emocionados desde la garganta de la hermana mayor, Desirée Márquez. A quien Huelva le dio la mano para llevar en volandas. Mientras cumplía su sueño. El sueño de la vida de cualquier rociero. Y hablamos de Huelva. 

Un mar de chaquetillas blancas es como tocar las nubes con las manos. Sentir cómo te atraviesan. E impregnarse de Rocío como lo es el azahar para los naranjos. Sentir que todos somos caballistas. De la Hermandad de Huelva. Una ciudad que se muda durante una semana tiene una despedida que ni el mismo cielo. Porque si el paraíso es Huelva lo de arriba se tiene que parecer mucho a lo que se vive un jueves de salida. 

La comitiva, a pie. Compacta. Como un todo. Es un imán a la carroza. Es indivisible del Simpecado. Es ceñir en la cintura cada paso. Medir el movimiento como lo hace la primavera en el exorno floral. Así recorrió Huelva durante la mañana más bonita del año. No había más ganas de una despedida como la de este jueves. Fue una despedida alegre. Benditas incongruencias. Bendito camino al Rocío.

Para comenzarlo fueron trece paradas las que sirvieron para decir adiós. La iglesia del Rocío, Sagrado Corazón de Jesús, Monumento a la Virgen del Rocío, Diputación, Ayuntamiento de Huelva, Subdelegación del Gobierno, La Concepción, Delegación del Gobierno Andaluz, Comandancia de Marina, Muelle del Tinto, Nuevo Colombino, Club Marítimo y Punta del Sebo. Un recorrido por las arterias de una ciudad que vistió los colores de la primavera. Que son los colores de Huelva. 

Huelva fue por un momento un mar de chaquetillas blancas. Y de sevillanas en 57 carros tradicionales. Y de guitarra en otras decenas de vehículos que son en estos momentos una fiesta en busca de perderse entre los pinos. Que es la única manera de purificarse antes de llegar a una Aldea que tiene más vida que nunca. La Hermandad del Rocío de Huelva salió como siempre y anduvo como nunca. Porque es una referencia en esto de querer. En esto de amar a la Virgen del Rocío. 

Que Huelva es Rocío. Y Rocío es Huelva. Lo saben todos. Huelva. El Rocío. Doñana. Y el mundo entero. Y el milagro se produce en cada Romería. Desde la misma salida. Desde el primer cohete. Desde el primer peregrino. Desde el primer viva a la Blanca Paloma. Como diciendo: "allá vamos, Madre". "Y lo hacemos en un mar de chaquetillas blancas". 

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