Historia de las hermandades

Huelva, un cortejo de arte y fe por la marisma

Las primeras noticias de la Hermandad datan del año 1747

Las primeras noticias de la Hermandad datan del año 1747

Si la Huelva milenaria nació en Tartessos, su identidad contemporánea tendría como uno de sus principales exponentes su devoción rociera, que se hunde en los años del siglo XVIII. La llegada al Rocío de su amplio número de caballistas y peregrinos a pie, después de haber dejado atrás un duro camino, especialmente la Puerta de Gato, inicio del Espacio Natural Protegido de la Rocina y el arroyo de la Cañada, conocido como el Charco, como una de sus últimas estancias, se convierte en una de las páginas más relevantes de toda la Romería del Rocío.

Esa noche del viernes antes de la Pascua de Pentecostés, no deja indiferente a quien tiene la suerte de verla. La aldea se llena de la fuerza espiritual de un pueblo, que con tesón y cariño, fue acrecentando su fe en torno a la devoción mariana.  No cabría pensar hoy, un Rocío sin la Hermandad de Huelva, corporación que engalana con vistosidad  sus peculiares carrozas, que en si mismas encierran la historia del propio camino del Rocío onubense. Cuantos hombres y mujeres, de tantas generaciones en casi dos siglos de existencia se han ido entrecruzando y con ellos todo el tejido de la ciudad, la conciencia histórica de todo un pueblo, partiendo hacia el destino de una aldea, de cuya estampa dejaría constancia ya en sus textos de Manuel Siurot, el insigne abogado de La Palma que descubrió a Dios y llegaría a ocupar cargos directivos en la Hermandad del Rocío de Huelva.

Un itinerario el del pueblo onubense que conllevaría el propio camino de la fe, de aquel hombre que emprendería una obra social y evangélica, “el hombre más rociano de todos los que habría salido de Huelva”, como diría en su día el canónigo de la Catedral de Sevilla,  Francisco Muñoz y Pavón.

Y es que uno de los testimonios más entrañables del camino rociero onubense lo recogería Manuel Siurot en el texto ‘Mi primer viaje al Rocío’, en 1910, un verdadero fresco narrativo de inspiración devocional, en la que relata las vicisitudes que tuvo que padecer la corporación en su peregrinar al Rocío. 

Y una efeméride. Setenta y cinco años cumple la carroza que porta su simpecado, síntesis de la historia de un camino que va más allá de una pura cronología, ya que la historia de su itinerario se remonta a sus propias raíces, como así ha quedado reflejado en el excelente estudio del prestigioso historiador onubense fallecido en el año 2020, Antonio José Martínez Navarro, un profundo estudio de la historia de la Hermandad del Rocío de Huelva.

Las primeras noticias de la corporación datan del año 1747, relacionado con su identidad marinera, hecho que estará presente a lo largo de su historia. Sería en 1845 cuando nacería en Huelva entre algunos de sus vecinos la devoción rociera, a instancia de Francisco Carrasco, conocido como El Polaco. Anualmente acudían a visitar a la Virgen, hasta que en el año 1880, se instó a nombre de Juan de la Corte y Mora, vecino de Huelva, que se admitiera la corporación, petición que sería aceptada por la corporación municipal de Almonte.

Su primera sede canónica sería en la iglesia de la Concepción desde 1883 hasta 1897, trasladándose a la primitiva de la iglesia del convento de San Francisco, prolongándose hasta el año 1903. Gracias a los estudios de la investigadora María Isabel Polo de la Cueva, publicadas en la revista Sendero, en el año 2015, conocemos las vicisitudes que tuvo la hermandad en los primeros años del siglo XX.

En 1900 se produciría una reorganización, situándose como sede canónica la parroquia de la Concepción, y en 1903 se trasladaría a la parroquia de San Pedro, convirtiéndose en el marco arquitectónico vital del itinerario rociero.

Las dificultades económicas que pasaría la hermandad quedan recogidas en el libro de acta del 5 de junio de 1905, no pudiendo hacer su salida por carecer de fondos suficientes con que contribuir a los múltiples gastos para reparar los desperfectos del simpecado y de la carroza, no siendo factible ni siquiera para los hermanos asistentes ir ninguno al frente de la carroza ni hacer el viaje, unos por lutos recientes y otros por atraso en sus negocios con motivo de la sequía del presente año agrícola.

En 1919 comenzaría una nueva recuperación de la hermandad, siendo hermano mayor Miguel Quintero, estrenándose nueva carroza y estandarte. Uno de los cambios vitales en el cortejo rociero sería el propio exorno de las carrozas, que como consta en el acta del 24 de abril de 1920, establecería la obligatoriedad de que fuesen adornadas. No se admitirán carros sin componer, otorgándose un premio metálico de 150 pesetas, al mejor de los carros ornamentados.

Incluso se hace referencia al itinerario rociero onubense a través de un folleto que la propia hermandad publicaría en 1926, producido por Isabel Polo de la Cueva, en la que se convocaba en la Plaza de la Merced a todos los peregrinos para celebrar una misa de peregrinos el Lunes de Pentecostés, aunque sin precisar la hora, asistiéndose posteriormente a la procesión y regresando posteriormente a Huelva.

En 1935 se le concedería un solar en el Rocío de cincuenta metros de frente y por veinte de fondos, y en el mismo año se estrenaría una nueva carroza que sería destruida en la Guerra Civil Española. Ya en 1939, figurando como hermano mayor el Tercio de Requetés de la Virgen del Rocío de Huelva, se construyen carroza y simpecado nuevo.

Uno de los personajes relevantes de la historia de la corporación rociera sería Rafael Mathé García, quien llegaría en los años duros de las posguerra a escribir una de las páginas más excepcionales de la historia de la hermandad, y el propio cortejo del camino del Rocío.

La realización de una nueva carroza que portara el simpecado dotaría de una vistosidad única, verdadero homenaje a la concepción de la realeza de María, en la que la carroza portaría el simpecado de la Soberana de las Marismas, con una concepción muy parecida a las carrozas que había utilizado la monarquía borbónica en los carruajes reales, lo que en cierta manera, delimitaba su similitud en la pintada por Domingo Martínez en su famoso ciclo de la exaltación de Fernando VI, conservada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Carro de la Hermandad Carro de la Hermandad

Carro de la Hermandad / Román Calvo

No cabe duda que su monumentalidad ascendente a modo de una composición arquitectónica barroca, marca la verticalidad del diseño, con una cubierta abovedada en doble tramos, cuyos nervios se entrecruzan creando un ritmo ondulante, a modo de los interiores de los sagrarios barrocos, marcada aun más por sus seis columnas, cuyo fuste despliega en tres secciones, líneas helicoidales, trazos geometrizantes y estrías verticales respectivamente, con basas ornamentadas con jarrones.

El frente de la carreta queda delimitado por el trazo horizontal, de diversos motivos vegetales, en donde se incrustan a modo de medallón el recuerdo de Rafael Mathé García, uno de los verdaderos impulsores de la hermandad. La concepción de la realeza de María se enmarcacon la corona mariana, que envuelve una pequeña pieza de la Virgen del Rocío.

A sus pies, los propios marineros expresado en el escudo de un galeón, situado en la clave del arco del frontón, con guirnaldas a los extremos. En los laterales se ubican los escudos de España y Huelva.

Se trata posiblemente de una excepcional obra de Cayetano González, aunque algunos lo han atribuido a Emilio García Armenta, muy en la línea barroquista que había ido definiendo las artes suntuarias religiosas de estos años, aunque apartado quizás de la impronta del gusto cofrade que influyeron en el diseño de algunas carretas de esta etapa. A lo largo de su ya larga historia, la carroza sería restaurada por Orfebrería Villareal, en 1979 y ya en 1995 por Orfebrería Maestratante.

Simpecado de la Hermandad de Huelva Simpecado de la Hermandad de Huelva

Simpecado de la Hermandad de Huelva / Román Calvo

El simpecado es otra de las joyas más excepcionales que desfilan con la Hermandad de Huelva, obra del taller de Victoria Caro en 1935, cuyo contrato conserva la hermandad en su magnifico tesoro artístico que posee en sus dependencias. Sería bendecida en 1939, en unos años duros, pero que supieron superar con esmero y tesón los hermanos de la corporación. Dotado de un excepcional diseño, de líneas curvadas, a ritmos de rocallas entrecruzadas, situando en el eje de la composición, el asta, el medallón donde se inserta la imagen de la Virgen del Rocío, el motivo heráldico y el fajín del Tercio de Requeté. En 1964 se elaboró otro simpecado, de matiz menos barroquista, con una esfinge de la Virgen del Rocío, de Antonio León Ortega.

Una carroza, quizás de Cayetano González  y un estandarte, la de Victoria Caro, que siguen siendo uno de los referentes del camino itinerante del amor a la Virgen del Rocío. Marismas, río y océano; Huelva marinera, tartéssica y atlántica, pasado y futuro de una historia, la de una ciudad y su Virgen, la del Rocío.

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