Antes que Roma, ya existía esta ciudad en Huelva
Bajo una colina de un pueblo de Huelva, se esconde una ciudad milenaria que floreció siglos antes de Roma y donde se conserva un espectacular yacimiento
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Mucho antes de que Roma extendiera su poder por el Mediterráneo, en el corazón de un pueblo de Huelva ya existía una ciudad próspera, amurallada y luminosa que hoy es Bien de Interés Cultural.
Su historia se remonta al siglo VIII antes de Cristo, cuando el comercio, la minería y la espiritualidad dieron forma a un asentamiento que hoy emerge entre colinas silenciosas como un testimonio vivo del origen de nuestra civilización.
No se trata de un mito ni de una leyenda: Bajo la tierra descansan restos de murallas que aún alcanzan varios metros de altura, calles perfectamente trazadas, hogares de piedra y cerámica, y los cimientos de un santuario donde se rendía culto a los dioses de la prosperidad y la tierra.
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Una urbe anterior a Roma
En una época en la que el sur peninsular era un mosaico de culturas, esta ciudad se convirtió en punto clave para el comercio de metales y el intercambio con los pueblos del Mediterráneo oriental. Su fundación se sitúa unos doscientos años antes de que Roma fuera siquiera un proyecto.
Los arqueólogos han comprobado que su estructura urbana estaba cuidadosamente planificada: murallas defensivas, barrios residenciales y espacios dedicados al almacenamiento y la metalurgia. La combinación de técnicas locales e influencias fenicias demuestra el nivel de desarrollo de sus habitantes.
El poder del metal y la fe
El metal fue su motor y su riqueza. Plata y plomo fluían desde las minas cercanas hasta los talleres donde se trabajaban con técnicas que, para su tiempo, resultaban sorprendentes.
Pero no solo fue un centro de producción: También lo fue de creencias. En lo más alto del cerro, un santuario fundacional presidía la ciudad, símbolo de su identidad espiritual y política.
El silencio de los siglos
Con el paso del tiempo, las rutas comerciales cambiaron y el enclave fue perdiendo protagonismo. Hacia el siglo V a. C., sus habitantes lo abandonaron sin que nadie volviera a ocuparlo jamás. Ese olvido fue, paradójicamente, su salvación: La ausencia de construcciones posteriores ha permitido conservar su trazado original, ofreciendo una visión nítida y excepcional de cómo era una ciudad antes de Roma.
Hoy, quienes la visitan pueden recorrer las huellas de aquella urbe milenaria y sentir el peso del tiempo detenido. Las murallas siguen en pie, los caminos aún respiran historia y cada piedra conserva el eco de una vida que se apagó hace más de dos mil quinientos años.
Para visitarla, hay que estar pendientes a su página web oficial para poder reservar las rutas guiadas, pero existe una manera de poder verla virtualmente, a través de una aplicación y con las explicaciones de la arqueóloga Clara Toscano
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