Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Escondida entre bosques de castaños, encinas y alcornoques, se encuentra una de las aldeas más bellas y tranquilas de la Sierra de Aracena. Un lugar diminuto, casi detenido en el tiempo, que guarda todo el encanto de lo auténtico.
Hablamos de Las Chinas, una aldea compartida entre los municipios de La Nava y Galaroza, siendo su Iglesia Parroquial, la Ermita de la Divina Pastora, el mejor ejemplo de esta curiosidad: Su mitad está en La Nava y la otra mitad en Galaroza, como si el templo sirviera de puente entre ambas localidades.
Sus casas blancas y sencillas se levantan y distribuyen entre dos únicas calles, donde tan solo viven 18 personas y muy cerca de caminos serpenteantes que huelen a tierra húmeda, a leña y a campo abierto. Es un destino perfecto para quienes buscan silencio, calma y naturaleza en estado puro, lejos del ruido y la prisa de la ciudad.
La localidad más cercana a esta aldea de nombre "asiático" es Galaroza, a menos de 2 kilómetros, y lo rodea un entorno privilegiado de naturaleza donde podremos encontrar la granja ecológica Tierras del Múrtiga y la Huerta Las Chinas, de verduras y frutas ecológicas.
Cada año, el primer fin de semana de junio, Las Chinas se llena de vida con sus fiestas en honor a la Divina Pastora. El sábado comienza con la misa y, llegada la noche, la procesión recorre las calles estrechas de la aldea iluminada, para dar paso después a un animado baile popular que se prolonga hasta altas horas de la madrugada.
El domingo, la tradición se sirve a fuego lento en grandes calderos: Los vecinos preparan la célebre “garbanzada”, un plato serrano compartido con generosidad, que reúne a locales y visitantes en un ambiente de fraternidad y sabor auténtico. Una experiencia única en este pequeño y entrañable rincón de la sierra onubense.
La aldea está rodeada de senderos mágicos que recorren arroyos, dehesas y bosques (y muy cerca, el río Múrtigas) donde el otoño pinta el paisaje de tonos ocres y dorados.
En primavera, las flores silvestres tiñen los caminos de color, convirtiendo cada paseo en un espectáculo natural. Es un lugar ideal para los amantes del senderismo, la fotografía y las escapadas rurales.
Quien llega a Las Chinas no se encuentra con grandes monumentos ni plazas abarrotadas. Aquí la belleza está en lo pequeño: En una puerta de madera gastada por los años, en una chimenea que humea al atardecer, en el sonido de los pájaros al amanecer.
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