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Puebla de Gúzman, un pedazo del Andévalo

  • Un pueblo que respira tradición, historia y amor por su tierra

Puebla de Gúzman, un pedazo del Andévalo:

Puebla de Gúzman, un pedazo del Andévalo:

Puebla de Guzmán es un pedazo de Andévalo, de esta tierra a mitad de camino de todo en la provincia de Huelva: cerca de la costa, cerca de la sierra. Con las bondades que la proximidad a ambas le otorga. Y muy vinculada con el fronterizo Alentejo portugués, permeables los lazos durante algún tiempo únicamente por veredas y caminos marcados por los pasos ensombrecidos del contrabando, Iluminados hoy en día con nuevos caminos que tienden puentes reclamados desde hace tiempo.

Puebla de Guzmán está acostumbrada a que la vean. “Más arriba, desde las campanas, se ven cuatro pueblos y el tren que va a Sevilla, y el tren de Riotinto y la Virgen de la Peña”. Es lo que Juan Ramón Jiménez le cuenta a Platero que se ve desde la torre campanario de la iglesia de Moguer.

Por los elementos de su orografía, ha sido un referente geográfico en toda la provincia. Cuentan que a los marineros que faenaban en toda la línea de costa desde Ayamonte hasta Huelva, el Cerro del Águila, donde se halla la ermita de la Virgen de la Peña, les servía de punto de referencia.

Puebla de Guzmán luce orgullosa su historia. La más reciente, cercana a cumplir ya los 600 años desde su establecimiento como lugar de repoblación privilegiado por el Conde de Niebla, que le dio su nombre. La más antigua, con poblamientos prehistóricos de la época del Calcolítico que ya revelan su jerarquía territorial. Orgullo que le ha permitido conservar un referente cultural heredado con fiestas que desvelan los colores y la fuerza de trajes y danzas de remoto e incierto origen. Y mostrar unos edificios y un patrimonio arquitectónico que ponen las notas de interés a un casco urbano que destaca por su consolidado tipismo andevaleño de casas blancas y calles empedradas. Calladas, silenciosas las más de las veces, y que en el subsconciente de los puebleños y de los visitantes se rompe con el sonido acompasado de un paseo a caballo.

Puebla de Guzmán es un escaparate del mejor colorido andevaleño, con dehesas de encinas y monte de jaras, brezos, lavandas, tomillos y romeros. Y por si se volvía tímida, de sus entrañas le sacaron los mineros cobrizos rojos y amarillos de azufre para maquillar sus descarnadas mejillas. Y Puebla de Guzmán se baña hoy en la Presa del Andévalo, una de las regulaciones de agua más grande de Andalucía, que abre atractivas expectativas de nuevas economías.

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